martes, 10 de marzo de 2020

La Adivina: Capítulo 15

–Por favor, dime que no es tan peligroso como parece.

Luciana se mordió los labios.

–Cuando se refiere a la familia, es feroz.

–Vaya por Dios –Paula se volvió para mirar al hombre que acababa de entrar en la cocina–. Buenas tardes, Pedro.

–Quiero hablar contigo…

–Yo ya me iba…

–Tú no vas a ninguna parte –la interrumpió él–. Luciana, no hagas ningún caso de lo que te ha dicho. Llévate a Camila al coche, yo iré enseguida.

Después de tener unas palabras con Lady Pandora.

–Pedro, ella no ha hecho nada malo…

–Está jugando contigo, Lu, fingiendo interés por una propiedad que no piensa comprar. Y jugando conmigo gracias a tí…

–¡Eso no es verdad! –exclamó Paula.

–Claro que no es verdad –la defendió Luciana–. Va a comprar esta casa y no pienso dejar que te metas con ella. Es una chica encantadora.

En lugar de calmarlo, aquello pareció enfurecerlo aún más.

–Por favor, llévate a Camila al coche –repitió–. Luego hablaremos.

–¿Te importaría dejar de tratarme como si fuera tu hija? No lo soy, Pedro.

–Sólo está intentando protegerte. Yo hablaré con él –intervino Paula, desafiante–. Y no te preocupes, seguro que se portará como un caballero.

Luciana miró a su hermano con un brillo de advertencia en los ojos.

–Pedro…

–Seré el encanto personificado –dijo él, entre dientes.

–Eso espero –suspiró su hermana, tomando a Camila en brazos–. Cierra con llave cuando salgas.

Paula la vio salir de la casa e hizo un esfuerzo para no dar un paso atrás, especialmente cuando Pedro dió un paso hacia ella.

–¿Se puede saber qué estás haciendo?

–Nada malo, que yo sepa. Sentí la ansiedad de tu hermana y quise darle algo de consuelo.

–No te acerques a mi hermana. Ha sufrido mucho y ahora mismo está en una situación delicada… no quiero que le des falsas esperanzas. Si lo que querías era impresionarme, te has equivocado de medio a medio.

–¿Cómo sabes que está embarazada? No se lo ha contado a nadie.

–¿Está embarazada? –exclamó Pedro, sorprendido–. Pues espero que no le hayas dicho nada que pueda hacerle daño.

Maldito hombre. La había obligado a contarle el secreto de Luciana… Sí, bueno, le preocupaba su hermana y no quería que sufriera. Genial. Pero aquel ataque era tan infundado como imprevisto. No sabía de qué estaba hablando y la había puesto a la defensiva, haciendo que revelara algo que no debería haber revelado nunca. En fin, se estaba hartando un poco del alcalde de Blossom.

–No te acerques tanto, amiguito –le dijo, poniendo un dedo en su pecho y notando, a la vez, la cantidad de energía que generaba ese contacto–. Me has engañado.

–¿Yo?

–Has dicho lo de que tu hermana estaba en una situación delicada y… pensé que ya lo sabías. Así que será mejor que te muestres sorprendido cuando Luciana te dé la noticia. Esa conversación era absolutamente privada y no te concierne en absoluto.

–No me digas lo que tengo que hacer –replicó Pedro–. Estamos hablando de mi hermana.

–¿Y qué? Sigue sin ser asunto tuyo que vaya a tener un hijo. Además, es una mujer muy fuerte y sabe cuidar de sí misma.

–No me gusta que hables con ella. ¿Y por qué ha dicho que ibas a comprar esta casa?

–Eso tampoco es asunto tuyo.

–¿Cómo que no? Es mi hermana y éste es mi pueblo…

–Qué pesado –suspiró Paula, poniendo los ojos en blanco–. Pareces John Wayne.

–¿Vas a comprar la casa o no?

–Es posible –contestó ella–. Me lo estoy pensando.

–Pues será mejor que te lo pienses bien, jovencita. Porque si la oferta no es seria, haré que te detengan por fraude.

–Eso te encantaría, ¿Verdad? Pues lo siento, pero no va a ser tan fácil librarse de mí.

–Lo que me gustaría saber es lo que le has dicho a mi hermana –dijo Pedro entonces–. ¿Me lo vas a contar o no?

–No –respondió Paula–. Y por si acaso compro esta casa, me gustaría que te fueras cuanto antes. Luego se dio la vuelta y salió dando un portazo.

Aquella mujer lo ponía de los nervios. Por supuesto, Tamara Wright había tenido a su niña el día anterior y, por supuesto, la noticia había salido en el periódico local. En primera página. Y, además, decían que le había dado el dinero de la rifa a Tamara y hablaban de su decepción por no tener una caseta en la feria. No menos de cuatro personas lo habían parado por la calle para preguntar por qué Lady Pandora no podía tener una caseta. Y luego, para rematar el día, cuando iba a buscar a su hija… se encontraba con la propia Lady Pandora de los demonios dándole consejos a su hermana. Pero, dijera Paula lo que dijera, Luciana era una mujer frágil. Había esperado para tener hijos hasta tener una economía saneada, pero entonces Jimena murió y, como si hubiera visto de repente lo precioso que era el tiempo, su hermana decidió tener familia. Estaba loca de alegría cuando se quedó embarazada por primera vez. Y desolada cuando perdió al niño. Dos veces.

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