Él buscó sus labios con tierna pasión que de inmediato se transformó en un volcán de deseo. Para Paula, las tres últimas semanas habían sido como estar en el purgatorio. Le rodeó el cuello con sus brazos y abrió la boca para saborear su hechizadora lengua.
—Soy un hombre de acción más que de palabras —dijo Pedro mientras volvía su eterna arrogancia—. Necesito demostrarte cuánto significas para mí antes de que explote —se puso en pie y la llevó en brazos hacia una puerta—. A veces trabajo hasta tarde y duermo aquí —al otro lado de la puerta había una habitación, más funcional que decorativa, con una cama—. No es el lugar más romántico para tu primera vez, pedhaki mou. Si lo prefieres nos vamos a un hotel.
—No hay tiempo —murmuró Paula, excitada, mientras le desabrochaba la camisa—. Quiero que me hagas el amor ahora. No puedo esperar.
Pedro no necesitó más estímulos para quitarse los calzoncillos en un tiempo récord, pero antes, dudó un instante y la miró a los ojos.
—Por favor, quiero verte —susurró ella mientras se humedecía los labios con la lengua.
Su súplica casi le volvió loco y cuando por fin se deshizo de la ropa interior, la sólida longitud de su erección se proyectó orgullosamente hacia delante.
—Eres tan hermoso —susurró Paula sin rastro de aprensión ante la visión de su musculoso cuerpo.
Él era su dios griego y ella estaba impaciente por sentirlo en su interior. Sentía la oleada de calor entre los muslos y cuando él se tumbó a su lado, le agarró la cabeza y empezó a besarlo apasionadamente. Él le quitó el sujetador con dedos ligeramente temblorosos y acarició sus pechos con tierna reverencia antes de agacharse para besar los pezones. Paula gimió y arqueó la espalda, mientras pedía más. Sintió cómo la mano de él recorría su vientre plano hasta el diminuto triángulo de raso negro y ella levantó las caderas para que él la pudiera desnudar. Estaba desnuda salvo por las medias negras que contrastaban con su pálida piel. Pedro murmuró una maldición y bajó la cinturilla antes de separarle las piernas con cierta brusquedad, reflejo de su urgente deseo de meterse dentro de ella. Paula no sentía temor, únicamente placer, cuando él la acarició antes de introducir sus dedos dentro de ella para iniciar un baile erótico qué la hizo temblar. Cuando estuvo seguro de que ella estaba completamente relajada, deslizó una mano bajo su trasero para prepararla para recibirle. Ella sintió la dureza que se frotaba a la entrada de su vagina y separó más las piernas, ansiosa de ser una con el hombre que había atrapado su corazón.
—Te amo, Paula mou—las palabras surgieron desgarradoras mientras él la penetraba lentamente y se paraba al sentir la barrera de su virginidad—. No quiero hacerte daño —murmuró con voz ronca mientras intentaba controlarse.
—No lo harás. Confío en tí, amor mío —susurró ella mientras levantaba las caderas hacia él, se tensaba un poco y hundía las uñas en sus hombros mientras sus músculos se contraían alrededor de él y luego se relajaban cuando él empujó de nuevo y la llenó.
Él buscó sus labios con la misma tierna pasión con la que había buscado su cuerpo y empezó a moverse, lentamente al principio, para después aumentar el ritmo y penetrarla más profundamente mientras se intensificaban las sensaciones que provocaba en ella.
—¡Pedro! —ella gritó su nombre cuando las oleadas de placer aumentaron sin parar hasta llevarla a la cima de algún lugar mágico donde ella jamás había estado.
La agónica tensión que la agarrotó se liberó repentinamente en una tumultuosa cascada de placer que parecía imposible de soportar. En algún momento, ella oyó gritar a Pedro y se agarró instintivamente a él cuando su cuerpo se sacudió y empujó una última vez.
—¿Estás bien? —preguntó angustiado mientras respiraba con dificultad.
—Te amo —ella colocó un dedo sobre sus labios y se enjugó las lágrimas.
—¿Sabes que nunca te dejaré marchar? Vas a tener que casarte conmigo, agape mou. Por favor —añadió con voz ronca al ver la sorpresa reflejada en su mirada—. ¿Quieres convertirme en el hombre más feliz del mundo? Sé que tu carrera es importante para tí, y lo respeto, pero a lo mejor podrías establecer tu cuartel general en Grecia en lugar de en Inglaterra. Sé que lo pasaré fatal cuando acudas a algún compromiso —añadió con sinceridad—, pero te esperaré en casa.
Todas las dudas de Paula habían desaparecido, y con ellas su temor a no ser económicamente independiente.
—No has utilizado protección, ¿Verdad? —ella sonrió.
—No —dijo él, contrariado ante el cambio de tema.
—Y yo no tomo la píldora, de modo que, técnicamente, podría estar embarazada.
—Técnicamente supongo que sí.
Él contuvo el aliento ante el brillo reflejado en la mirada de ella.
—Creo que deberíamos darle a Cata un hermanito o hermanita cuanto antes, ¿Tú no? —murmuró mientras deslizaba la mano hasta el punto en el que sus cuerpos seguían unidos—. Y si me dejas salir del dormitorio de vez en cuando, siempre podría pasar modelos de ropa pre mamá.
—Te advierto, agape mou —contestó él con ojos oscuros de deseo mientras se movía deliciosamente en su interior—, que vas a poder salir muy poco del dormitorio.
FIN
Muy linda esta historia!
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