¡Té! Pretendía que se sentaran tranquilamente a tomar una taza de té antes de abalanzarse sobre ella en la cama y hacerle el amor apasionadamente. Si no hubiera estado aterrada, Paula habría encontrado la situación de locos.
—Estoy bien, gracias —murmuró mientras se aferraba a su camisón.
Ella no tenía ni idea de cuánto tiempo duraría el receso y se metió en el cuarto de baño para ponerse el camisón, lavarse la cara y cepillarse los dientes en un tiempo récord. No hacía más que repetirse que podía hacerlo, mientras intentaba ignorar que el último vestigio de deseo que Pedro había despertado en ella ya había desaparecido. Estaba a punto de gritar de los nervios y el calor sensual que antes la inundaba entre los muslos había dejado paso a una sequedad absoluta. Pero podía hacerlo. Durante un instante, el rostro de su padrastro volvió a aparecer, pero ella pestañeó para echarlo de su mente. Oía sonidos en el dormitorio. Sin duda Pedro la esperaba y ella sintió una punzada de temor en el estómago. No podía seguir siendo virgen el resto de su vida y lo mejor era acabar cuanto antes con la primera vez.
Al verla salir del cuarto de baño, Pedro pensó que parecía un corderito a las puertas del matadero. Su enorme camisón de algodón blanco estampado con margaritas amarillas resultaba de lo más infantil y él sintió el deseo de tomarla en sus brazos y simplemente abrazarla. Pero lo que hizo fue retirar la sábana y dar una palmadita en el colchón.
—A la cama, pedhaki mou.
Ella luchó contra las ganas de salir huyendo y obedeció. Él seguía vestido. A lo mejor quería desnudarse delante de ella, pensó mientras cerraba los ojos para borrar esa escena de su mente.Ella le permitió taparla con la sábana y, al sentir el movimiento del colchón, se atrevió a entreabrir los ojos y le descubrió sentado al borde de la cama, todavía vestido.
—¿Qué te parece si saco entradas para algún espectáculo de Broadway mañana?
—Eso suena… bien —murmuró ella. Le costaba hacer planes para el día siguiente cuando aún no había pasado la noche.
—Bien —Pedro se puso en pie—. Lo consultaré mañana en la recepción. Que duermas bien, Paula —se inclinó hacia ella y la besó tiernamente antes de dirigirse hacia la puerta.
—Pero yo pensé —ella se sentó en la cama y lo miró aturdida—, pensé que te quedarías a pasar la noche. Antes, cuando nosotros… cuando yo… no te dí placer.
—Al contrario, Paula mou, el poderte dar placer a tí me produjo más gozo del que jamás he sentido —dijo él seriamente—. Espero poderte hacer el amor por completo pronto, pero sólo cuando estés preparada, sólo cuando confíes en mí lo suficiente como para entregarte a mí sin temor ni reservas. Hasta entonces, dormiré en mi cama, aunque seguramente me pasaré la mayor parte de la noche bajo una ducha helada —admitió con una sonrisa que a ella le conmovió—. Que tengas dulces sueños, Paula. Te veré en el desayuno —dijo con dulzura antes de salir del dormitorio y cerrar la puerta tras él.
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