jueves, 21 de noviembre de 2019

Desafío: Capítulo 38

—Un par de fotos más, chérie. Mira a tu izquierda y levanta un poco la barbilla. Perfecto. Ahora mira directamente a la cámara.

Paula siguió las instrucciones de Fabián. Llevaban varias horas de trabajo y las luces del estudio le daban sed, pero sabía que Fabián odiaba las interrupciones y decidió aguantarse. Lu  Theopoulis era una artista muy dotada y estaba impresionada por cada pieza diseñada por ella. Pero la colección nupcial, compuesta por un collar de oro blanco y diamantes y unos pendientes largos era excepcional. Casi merecía la pena correr el riesgo de casarse aunque sólo fuera por unos diamantes como ésos, pensó con cinismo mientras contemplaba el vestido de seda que el estilista había elegido para llevar con esas joyas.

—De acuerdo, chérie, vamos a hacer un descanso —murmuró Fabián.

Paula suspiró de alivio y estiró sus doloridos músculos, pero al levantar la cabeza le llamó la atención una figura que la observaba desde el otro lado de la habitación. Le dió un vuelco el corazón y sintió un mareo. Tenía que ser su imaginación. No podía ser Pedro. Ése fue su último pensamiento consciente antes de desmayarse.

Al abrir los ojos su rostro estaba apoyado contra unos fuertes músculos.

—¿Pedro? —susurró al reconocer su rostro.

—¿Quién esperabas que fuera? —preguntó mientras la miraba furioso.

—Desde luego tú no. Eres la última persona que esperaba o quería ver. ¿Adónde me llevas? —preguntó ella al ser consciente de que estaban en el ascensor a punto de salir a una habitación con el suelo de mármol y unos enormes ventanales por los que entraba el sol.

Pedro atravesó la habitación, con ella en brazos, sin prestar atención a sus protestas.

—¿Quieres soltarme? No tienes ningún derecho a… a manejarme —gritó, y se quedó sin aliento cuando él la dejó caer sobre uno de los sofás colocados bajo la ventana principal—. ¿Cómo te atreves a interrumpir mi sesión de fotos? —ella se sentó con las mejillas rojas de ira—. Se supone que trabajo para Lu Theopoulis, ¿Qué pensará ella? ¿Y qué haces tú aquí? ¿Sabías que vendría?

—Por supuesto. Me ha costado dos semanas de acoso a tu agente para organizar la sesión —gritó.

Estaba inclinado sobre ella, grande y poderoso, y a Paula se le contrajo el corazón mientras las lágrimas afloraban a sus ojos. Para ser una mujer que había jurado no llorar nunca por un hombre, ya había derramado bastantes lágrimas para llenar el océano y se odiaba por su debilidad.Nada la horrorizaba más que la idea de convertirse en la mujer que fue su madre y desperdiciar su vida y sus emociones con un hombre que no se lo merecía. Pero había echado tanto de menos a Pedro durante el último mes que cada día sin él era más agónico que el anterior. ¿Cómo había podido ser tan estúpida como para enamorarse de él?  Esa última idea era tan aterradora que se levantó de un salto, pero él la volvió a sujetar con fuerza y la sentó en su regazo.

—¿Qué has querido decir con que organizaste la sesión fotográfica? —preguntó mientras evitaba mirarlo a la cara. Estaba demasiado cerca. Ella sentía el calor que emanaba de él y el familiar aroma de su colonia—. ¿Eres el avalista financiero de Lu Theopoulis?

—Sí. Y además soy su hermano. Luciana, o Lu como se la suele conocer, tiene muchísimo talento, ¿No crees? —él contempló su mirada de repentina comprensión con una sonrisa y la mirada de deseo tan familiar, y tan aterradora, para Paula—. Los diamantes te sientan bien, pedhaki mou —murmuró dulcemente mientras deslizaba un dedo sobre el collar y antes de depositar en sus labios un breve, pero intenso, beso que la volvió loca.

El sentido común le decía que debía resistirse, pero con Pedro su cerebro perdía todo su poder y ella se convertía en una criatura promiscua que buscaba el placer que su boca le producía. Al sentir su rendición, él intensificó el beso hasta convertirlo en una fiesta de sensualidad que derribó sus barreras mentales y la obligó a aferrarse a él con la boca entreabierta bajo el exigente empuje de su lengua. Al fin él levantó la cabeza y contempló sus inflamados labios y la mirada de desesperación de sus ojos. Todavía quedaba mucho camino por andar, pero al menos ella estaba allí, en sus brazos, y esa vez estaba decidido a no dejarla marchar.

—¿Por qué te has molestado tanto en traerme hasta aquí? —gruñó Paula mientras intentaba levantarse de su regazo.

Enseguida descubrió que sus intentos por escapar de él eran inútiles. Él la agarró con fuerza y la obligó a permanecer sentada.

—Quiero algunas respuestas y, como te niegas a contestar a mis llamadas, he tenido que recurrir al secuestro —dijo tranquilamente.

—¡Secuestro! No pensarás que puedes retenerme aquí contra mi voluntad —ella hizo una pausa para contemplar sus oscuros ojos que le indicaban que eso era justamente lo que pretendía hacer—. Mi agente se preguntará dónde estoy si no me pongo en contacto con ella.

—Le dije que no aceptarías ningún compromiso durante el mes que viene.

—Eres imposible. Se trata de mi carrera.

—No, nuestra relación futura es el único tema de discusión —dijo él dulcemente, lo que le hizo recibir una mirada de odio por parte de ella.

—Sí que contesté a tu primera llamada —le espetó Paula—. Me alegré al saber que la lesión cerebral de tu hija no era tan seria como se pensó al principio —ella respiró hondo mientras la verdad se hizo patente—. La niña pequeña que ví… era Catalina, ¿Verdad?

—Está muy emocionada con tu visita desde que le hablé de tí y no pudo resistirse a echar una ojeada —explicó Pedro—. Dice que pareces una princesa.

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