jueves, 22 de marzo de 2018

Desafío: Capítulo 35

Empezó como siempre, sintiendo la vibración en todo el cuerpo. Después llegó el  horrible  momento  en  que  giraba la  cabeza  y veía  la  enorme  masa  de  nieve  descendiendo  por  la  montaña,  hacia  ella.  No  podía  moverse,  por  más  que  lo  intentaba. Tenía el corazón desbocado y, cuando creía que iba a explotar, cambiaba la escena   y   estaba   junto   a   los   árboles.   Contemplando   a   Sofía tomar   el   camino   equivocado,  intentando  escapar  de  la  destrucción.  Intentaba  gritarle  que  se  diera  prisa.  «¡Corre!».  Pero  el  horrible  estruendo  apagaba  su  voz.  Veía  cómo  su amiga era  alzada por los aires y zarandeada como una muñeca de trapo, hasta que desaparecía de  la  vista.  Luego  se  hacía  el  silencio  y  donde  había  estado  Sofía sólo  se  veían  montones  de  nieve  y  arenisca.  El  horror  la  atenazaba  al  comprender  que  su  amiga  había desaparecido y gritaba: «¡No, no!».

—¡No!

Paula intentaba avanzar por encima de la nieve, pero no podía, y agitaba brazos y piernas. Una voz penetró lentamente en su sueño.

—Despierta, Pau, despierta. No luches conmigo. Calla. Calla.

Lentamente,  la  nieve  que  la  había  retenido  se  transformaba  en  unos  fuertes  brazos  masculinos  y  la  voz  se  volvía  familiar.  Temblorosa,  dejó  de  debatirse  y  abrió  los ojos.

—¿Pedro?

Él asintió y la  abrazó  con  más   fuerza,   acariciando   su   espalda   para   tranquilizarla.

—Estoy aquí. Contigo.

 Paula comprendió que  estaba  sentada en  la  cama,  con Pedro  al   lado,   confortándola.

—¿Qué ha ocurrido? —su voz sonó cascada, le dolía la garganta.

—Te  has  despertado  gritando  —el  corazón  de  Pedro empezó  a  volver  a  la  normalidad—.  Intenté  sujetarte  y  empezaste  a  forcejear.  Debes  de  haber  tenido  un  mal sueño.

Un  mal  sueño.  Paula cerró  los  ojos,  consciente  de  lo  ocurrido.  Había  vuelto  a  sufrir la pesadilla. Solía tenerla cerca de la fecha del aniversario de la muerte de Sofía, pero para eso faltaban meses.

—¿Te  he  hecho  daño?  ¿Mientras  forcejeaba?  —preguntó  con  remordimiento,  estudiando su rostro en busca de alguna señal.

 —No  —los  labios  de  él  se  curvaron  con  una  sonrisa—.  Conseguí  placarte.  Temía que te hicieses daño.

—Estoy  bien  —Paula suspiró  y  se  apoyó  en  él.  En  realidad,  seguía  temblando.  La pesadilla seguía con ella horas después de tenerla—. Siento haberte despertado.

—Me  preocupas  más  tú  que  perder  sueño  —Pedro besó  su  sien—.  ¿Sobre  qué  era el sueño?

—No  lo  recuerdo.  Está  todo  borroso  y  mezclado  —mintió  de  nuevo. 

Nunca  había hablado de las pesadillas. Eran demasiado crudas. Privadas.

 —Últimamente tienes muchos malos sueños. ¿Te preocupa algo?

 —No,  debe  ser  algo  aleatorio   —la  pregunta  hizo  que  se  le  encogiera   el   estómago—. Tengo que ir al baño —le dijo, escapando de sus brazos y de la cama—. No tardaré.

Una vez  en  el  baño, encendió  la  luz  y  se  miró  al  espejo.  Tenía sombras  bajo los ojos y  sabía por qué.   Esa   noche   habían   ocurrido   dos   cosas.   Había comprendido  que  estaba  enamorada  de  Pedro y  él  le  había  confesado  su  amor.  Debería sentirse feliz, sin embargo la pesadilla había vuelto. Gruñendo para sí, dejo correr el agua fría y se inclinó para mojarse la cara. El frío  le  resultó  agradable  en  la  piel.  Pero  no  pudo  borrar  la  verdad:  las  noches  inquietas  y  los  malos  sueños  eran  cada  vez  más  frecuentes.  Era  como  si  el  ser  más  feliz  empeorase  los  sueños.  Hasta  esa  noche,  en  que  la  pesadilla  había  vuelto  completa, haciéndole revivir toda la escena. Tras  haber  sido  ignorada  durante  semanas,  su conciencia  alzaba  la  cabeza  por  detrás  de  la  barricada.  No  iba  a  seguir  ocupando  un  segundo  plano.  En  cuanto  había  comprendido  que  estaba  enamorada,  se  había  erguido  para  intentar  decirle  algo.  No  sabía  qué.  Tal  vez  que  estaba  dando  demasiado  por  hecho,  que  se  había  esperanzado  en  exceso.  Se  preguntó  qué  sería.  Su  reflejo  le  dio  la  respuesta:  «Tú ya lo sabes».

No hay comentarios:

Publicar un comentario