martes, 13 de marzo de 2018

Desafío: Capítulo 24

—Es  innecesario.  Sé  qué esperar  de  tí —dijo  con  resignación.

 Controló  una  sonrisa al ver a Pedro fruncir el ceño.

 —¿Qué esperas exactamente, Pau?

Ella se encogió de hombros, dándose cuenta de que no era tan difícil tomarle el pelo.

—Que  irás  y  vendrás  como  te  plazca,  mientras  quieras.  Cuando  encuentres  a  otra, te irás. No te preocupes, no me quejaré —le aseguró con resignación, tomando otro sorbo de té.

Le hizo gracia ver su expresión de desconsuelo.

—A ver si me aclaro. ¿Crees que vendré de vez en cuando a darme un revolcón y luego me iré? ¿Un aquí te pillo, aquí te mato?

—¿Qué otra cosa  podría  ser?  —decidió  apretarle  las  tuercas  un  poco  más,  aunque él parecía estar tomándose en serio lo que decía.

Él la miró largo y tendido. Después, le quitó la taza y la dejó en la mesilla.

—¿De dónde has sacado esa idea?

Paula se mordió el labio para no echarse a reír.

—Así son los hombres como tú, ¿No? —consiguió decir con voz baja.

—No, yo no soy así —protestó él, disgustado. Era obvio que se estaba tomando en  serio  lo  que  decía—.  Tienes  mucho  que  aprender  sobre  mí,  Paula Chaves.  No  deseo  a  todas  las  mujeres  que  conozco.  Cuando  una me atrae,  no  busco  sólo  sexo.  Quiero conocerla y disfrutar de su compañía. Me gusta darle regalos y hacerla feliz. El sexo es sólo una parte, no el todo.

—Ah —Paula parpadeó, sorprendida.

 Él sonrió, torciendo la boca de esa manera que a ella la volvía loca.

—¿No tienes más que decir? Hace un momento te sobraba elocuencia —la pinchó, burlón.

—Te has dado cuenta —lo acusó.

—Al principio no —se rió—, pero luego recordé lo buena actriz que eres.

—Tú tampoco eres mal actor —le devolvió ella; había conseguido engañarla.

—No  le  haría ningún  bien  a  mi  negocio  que  la  gente  pudiera  leerme  el  pensamiento —dijo él—. No sabía que se te diera tan bien tomar el pelo a la gente. Es normal  que  te  encuentre  fascinante.  Nunca  he  conocido  a  nadie  como  tú,  y  eso  me  intriga.

—¿En serio? —Paula  se acomodó en las almohadas y sonrió—. Cuéntame más.

—¿Qué quieres oír? ¿Acaso que sé que hay una mujer cálida y adorable bajo ese frío  aspecto  exterior  y  que  quiero  saber  más  de  ella?  —dijo  él  con  voz  suave  como  una brisa de verano.

—Ya has visto casi todas mis facetas —murmuró ella, con la garganta seca.

—Sí, y me quitan la respiración —los ojos de Jonas llamearon con pasión—. Me alegra que hayas cambiado de opinión y decidido darme una oportunidad.

 —A mí también —dijo ella.

—Dios, eres preciosa —suspiró él tras contemplarla un momento—. ¿Te pareces a tu madre? ¿Ella también es una belleza?

—Creo  que  es  la  mujer  más  guapa  del  mundo  —Paula sonrió,  visualizando  el  rostro de su madre—. He heredado sus ojos.

 —¿Sólo los ojos?

—Aja.  He  oído  decir  que  tengo  la  barbilla  de  mi  padre  —añadió,  tocando  el  pequeño hoyuelo.

—¿Oído? —Pedro alzó una ceja, interrogante.

—Murió cuando yo era pequeña. No lo conocí.

—Es una pena. Estoy seguro de que te habría adorado.

—¿Cómo puedes saber eso? —preguntó, sorprendida por el comentario.

—Porque  los  padres  siempre  adoran  a  sus  hijas  —Pedro sonrió  y  tocó  su  nariz  con el dedo—. Es un requisito previo.

 De repente, Paula sintió que las lágrimas le quemaban la garganta al pensar que un hombre a quien no había conocido la amara sólo por existir.

—Me gusta pensar que eso es verdad —admitió.

 Pedro arrugó la frente al ver el brillo de sus ojos.

—No pretendía hacerte llorar —se disculpó.

Paula sonrió.

—Son  lágrimas  de  felicidad.  Estoy  un  poco  sensiblera  hoy.  Gracias por  lo  que  has dicho.

 —De  nada  —se  inclinó  y  depósito  un  suave  beso en  sus  labios—.  Ahora  tengo  que marcharme.

Paula deseó  echarle  los  brazos  al  cuello  y  retenerlo.  Pero  dominó  la  tentación.  Tampoco hizo la pregunta que le quemaba la garganta: «¿Cuándo volveré a verte?».

—No trabajes demasiado —aconsejó.

—Lo intentaré —prometió él. La besó de nuevo, con más pasión—. Tendré que conformarme con eso durante el resto del día, a no ser que estés libre para comer.

—No  tendré  tiempo  —Paula movió  la  cabeza  con  pesar—.  Estoy  preparando  el  borrador de una conferencia que dará tu hermano dentro de poco.

—¿Así que tengo que repartirte con mi hermano? —movió la cabeza—. Bueno, al menos no tendré que preocuparme de que coquetee contigo. Fede sólo piensa en el trabajo.

 Se levantó y salió del dormitorio. Ella oyó la puerta abrirse y cerrarse de nuevo. Paula se hundió en las almohadas abrazándose a sí misma. Repasó los días anteriores y los cambios que habían traído.

No hay comentarios:

Publicar un comentario