viernes, 9 de marzo de 2018

Desafío: Capítulo 19

Paula,  que  seguía  recriminándose,  se  irritó  por  la  pregunta.  Se  dió  la  vuelta  y  clavó un dedo en su pecho.

—Yo  debería  haberlo  impedido.  ¡Lo  sabía!  Sólo  quería...  pero  fue  un  error.  Ahora estoy segura.

Pedro movió la cabeza, claramente intrigado por su forma de comportarse.

—¿Qué  pasa  por  esa  cabecita  tuya?  —preguntó,  poniendo  las  manos  en  sus  hombros—. Hicimos el amor, nada más.

—No hicimos el amor —Paula se libró de él—. Fue sexo, sin más.

 —Si  buscara  sexo  sin  más,  podría  encontrarlo  en  muchos  sitios  —Pedro dió  un  paso atrás y sus ojos destellaron de forma peligrosa.

Paula tuvo  la  sensación  de  que  lo  había  herido,  pero  no  sabía  en  qué  sentido.  Además, no podía permitirse ninguna debilidad. Ya había dicho demasiado.

—Entonces, sugiero que la próxima vez lo busques allí. Yo no estaré disponible.

—No tienes muy buena opinión de mí, ¿Eh?

—Tu  reputación  habla  por  sí  sola  —contestó  Paula,  que  en  ese  momento  no  pensaba nada bien de sí misma.

 —¿Ah, sí? —se rió con amargura—. ¿Te interesaría saber que no soy el bastardo que «las usa y desecha» que insiste en sugerir la prensa?

—No  importa.  Sea  lo  que  sea  que  crees  que  hay  entre  nosotros,  acabo  de  ponerle punto final —declaró ella con firmeza.

 Más claro, imposible.

 —¿Por  qué?  ¿Te  da  miedo  disfrutar  demasiado?  Antes  de  que  abras  esos  deliciosos  labios  y  me  sueltes  un  montón  de  mentiras,  anoche  disfrutaste.  ¡Tengo  arañazos en la espalda que lo demuestran!

—Mientes    —protestó ella,  moviendo  la  cabeza.   

Lo miró,  totalmente  avergonzada. Rápido como el rayo, Pedro se sacó la camisa del pantalón, se dió la vuelta y la alzó para mostrarle las marcas rojas.

—¿Eso  parece  una  mentira?  —exigió.  Se  volvió  de  nuevo  hacia  ella—.  Fuiste  una  tigresa,  cielo.  Y  sé  que  bastaría  con  rodearte  con  los  brazos  y  besarte  para  que  recuperases es mirada nublada y enfebrecida. No fue sólo sexo. Hicimos el amor, te guste o no llamarlo así.

 Sus  palabras  le  recordaron  lo  que  había  estado  intentando  olvidar.  Con  un  gemido entrecortado, se mordió el labio y desvió la mirada.

—Pedro, si no te callas, ¡Gritaré!

—Hazlo —la retó él—. Me gusta cómo gritas.

—¡Maldito seas! —al límite de su paciencia, Paula se dió la vuelta y alzó la mano para  golpearlo.  Pedro lo  impidió  agarrando  sus  muñecas  y  poniéndoselas  a  la  espalda, lo que atrajo su cuerpo hacia él. Ella lo miró, jadeante.

—Eso está mejor. Ahora me recuerdas a la mujer que conozco. Hay fuego en tus ojos y pasión en tus venas. Ésa es la auténtica Paula Chaves, no la mujer de sangre helada que simulas ser —declaró él con aire satisfecho.

Paula palideció. Había caído en su trampa y revelado una vez más esa parte de sí misma que había intentado enterrar. Era imperativo recuperar el equilibrio, así que hizo acopio de toda su experiencia para reestablecer la calma.

—Suéltame, por favor —ordenó con voz más tranquila. Él lo hizo—. Gracias —añadió con frialdad, apartándose.

Pedro movió la cabeza.

 —Deberías  ser  actriz,  con  ese  control  que  tienes  de  tus  emociones  —comentó  con ironía, haciendo que Paula se riera.

—Descubrí hace tiempo que no tengo talento para eso —lo corrigió, recordando la expresión de su madre cuando aceptó que su joven hija no seguiría sus pasos.

—Te equivocaste. Tienes una habilidad asombrosa para encubrir lo que sientes. Es  una  representación  que  supongo  has  practicado  durante  años  hasta  conseguir  la  perfección.

—No  es  ninguna  representación.  Es  quien  soy  —Paula le  dirigió  una  mirada  gélida. Ella no había simulado cambiar, lo había hecho de verdad.

—Es  quien  te  gustaría  ser  —sonrió  débilmente—.  He  visto  a  tu  otro  yo  y  me  gusta más.

—¿Tal vez porque se acostó contigo? No volverá a hacerlo —curvó el labio con desdén.

 Ya  que  sabía  que  la  antigua  Paula podía  resurgir  en  cualquier  momento,  tendría más cuidado.

—No  estés  tan  segura  de  eso.  Puedo  ser  muy  persuasivo.  Aún  no  estoy  listo  para decir adiós, Pau. Lo de anoche me ha hecho desear más.

—Es  una  lástima,  porque  a  mí  me  hizo  comprender  que  había  sido  más  que  suficiente.

 Pedro se  rió  y  mientras  Paula batallaba  consigo  misma  para  no  darle  una  bofetada, Luciana salió de la casa.

 —¡Caramba,  sí  que  han madrugado!  —exclamó,  con  su  alegría  habitual—.  ¡Menuda nochecita! ¡Me siento como un trapo viejo!

—Hizo mucho calor   —corroboró Paula,  agradeciendo   el  cambio de tema.   Incrementó la distancia entre Pedro y ella.

—Muchísimo —dijo él.

El brillo de sus ojos indicó a Paula que estaba pensando en un calor muy distinto al climatológico.

—¿A  qué  horas  pensabas  volver,  Pepe?  Nosotros  saldremos  temprano,  para  evitar la hora punta —dijo su hermana, sentándose en una silla.

 —Después  de  comer.  Imagino  que  Paula necesita  pasar  unas  horas  más  en  la  biblioteca,  investigando  para  el  libro  de  Fede—contestó  Pedro,  alzando  una  ceja  interrogativa hacia ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario