martes, 27 de diciembre de 2016

Tiempo Después: Capítulo 19

—Es demasiado tarde para eso.

—Siempre fuiste una dura oponente —sonrió Pedro, saliendo de la tienda.

¿Cuándo se había sentido tan vivo como en aquel momento, caminando por una estrecha calle de pueblo, oyendo el ruido de las olas que golpeaban contra el malecón, respirando un aire que olía a sal? Sin embargo, iba a comprar una botella de vino para una cena que sería un desastre. Su hijo lo odiaba, los hermanos de Paula sentían lo mismo... y ella lo deseaba y lo odiaba a la vez. Quizá debería comprar una caja entera de botellas. Pero decidió comprar sólo dos de un Chardonnay bastante decente. Luego, para hacer tiempo, fue a visitar a Emilia Bennett. La mujer, una viuda gordita de sesenta años, lo recibió con los brazos abiertos.

—¡Pedro! Me habían dicho que estabas en el pueblo, pero...

—Tenía muchas ganas de verte —sonrió él, abrazándola—. Pero ahora mismo necesito un favor: no tendrás un pastel de moras en la nevera, ¿Verdad?

—Hice media docena el otro día.

—Estupendo. Voy a cenar en casa de Paula y me gustaría llevar uno.

—¿Vas a cenar con Paula?

El rostro de Emilia era como un libro abierto.

—¿Tú también sabes que Benjamín es mi hijo? —suspiró Pedro.

—Lo sé hace años, pero no he dicho una palabra.

—Yo no sabía nada, Emilia. Me enteré hace poco.

—Porque te fuiste de Cranberry Cove como alma que lleva el diablo.

—Benja no quiere saber nada de mí.

—No te preocupes, ya se le pasará. ¿Y Paula?

—Igual.

—En fin... voy a buscar el pastel. Un pastel de moras puede hacer milagros —sonrió la viuda.

¿Conseguiría el pastel derretir el corazón de Paula Chaves? Pedro no lo creía. Unos minutos después, Emilia subía del sótano respirando con dificultad.

—¿Cuánto tiempo vas a quedarte en el pueblo?

 —Aún no lo sé.

—¿Piensas casarte con Paula? Ya es hora de que el chico tenga un padre.

—Paula no se casaría conmigo aunque hubiéramos tenido quintillizos —suspiró Pedro.

—Entonces, será mejor que te quedes por aquí hasta que cambie de opinión —dijo Emilia, convencida—. Con lo guapo que eres no tendrás problema para convencerla... y no olvides venir a visitarme con un poco más de tiempo.

—Volveré mañana o pasado, te lo prometo.

¿Todo el pueblo sabría que Benjamín era su hijo? ¿Se meterían con el chico ahora que él había vuelto?

Pedro vió la casa amarilla emergiendo entre la niebla. Impulsivamente, tomó un desvío hasta el acantilado. Cuando encontró lo que buscaba, dejó el pastel y las botellas de vino en el suelo y se inclinó para hacer su tarea. Luego volvió a la casa. Las luces estaban encendidas. Por la ventana, vió que Paula estaba en la cocina, en vaqueros, con un jersey de color fucsia. Si pudiera llevarla a la cama... si la vida fuera tan simple. Ella diría que sí. Estaba seguro de que lo deseaba tanto como él. Imágenes de Paula desnuda aparecieron en su mente, haciendo que su pulso se acelerase. Nunca habían estado en la cama, hicieron el amor sobre una manta en la hierba... ¿Debería pensar en sexo o en la platónica amistad que habían compartido durante tantos años? ¿No se habían encontrado cerca de allí por primera vez? Él iba corriendo por el camino...


Pedro corría, oyendo sólo el ritmo de sus pies sobre la hierba y la música de los auriculares. Pero entonces vió a una chica agachada en medio del camino, llorando. Se detuvo en seco, respirando profundamente. A los trece años, no estaba interesado en las chicas. Especialmente, si estaban llorando.

—¿Te pasa algo? —preguntó, quitándose los auriculares.

—No, estoy bien. Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero lo miraba con expresión desafiante mientras intentaba esconder un cuaderno de dibujo.

—Espera un momento, enséñamelo.

—¡No quiero!

Pedro se lo quitó. Estaba dibujando unas flores.

—Son muy bonitas.

—Lo dices para que deje de llorar.

—No, lo digo en serio. Yo suspendí dibujo el año pasado, pero tú debes ser la primera de la clase, ¿No?

—El profesor dice que debería dibujar lo que me manda y no lo que me da la gana.

 —El señor Mulligan es un idiota.

La chica soltó una risita.

—Yo lo odio.

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