— ¿Tiene idea del daño que le ha hecho a Pau? ¿De verdad cree que ella querría volver a verlo? Ya se ha cobrado su libra de carne, señor Alfonso. Ahora, márchese.
— ¿Esa es la decisión de Paula o la suya? — preguntó Pedro.
Pero Flor se negaba a dejarse amedrentar.
—Pau es mi amiga y es mi deber protegerla. Pero, por si le interesa, la única relación que ella ha mantenido con Julián Cox ha sido un plan que yo misma diseñé para denunciar a ese estafador
—Usted la puso en peligro al involucrarla con ese delincuente...
—Yo no engañé a Pau diciendo que la quería. Yo no la hice creer que éramos amantes. Yo no me la llevé a la cama... —empezó a decir Flor.
Era inútil intentar hablar con aquella hidra, pensaba Pedro. Si seguía discutiendo, perdería la paciencia y aún tenía que procesar lo que le había contado sobre la relación de Paula y Julián Cox. No tenía duda de que le estaba contando la verdad y, de repente, todo parecía cobrar sentido. Pero saber que se había equivocado con ella, que la había tratado de forma despreciable, era como sentir que alguien le clavaba un cuchillo en el corazón. Nunca se lo perdonaría a sí mismo. Aunque Paula quisiera hablar con él, aunque pudiera decirle que se había enamorado de ella antes de saber la verdad, estaba seguro de que no lo creería. Y no podría culparla. La había tratado de una forma cruel e injustificable y era justo que Paula no quisiera volver a verlo en toda su vida.
Flor lo observó arrancar el coche y alejarse antes de entrar en casa de su amiga. Paula, abrazándola—. ¿Puedo pedirte un favor? ¿Podrías cuidar de Missie y Whittaker hasta que vuelva? No sé cuándo volveré, quizá esta tarde si Pedro se niega a escucharme.
—No te preocupes. Yo cuidaré de ellos —dijo su amiga—. Es lo menos que puedo hacer.
—Pau, ¿Qué haces levantada? —preguntó, al verla canturreando en la cocina.
—Me encuentro muy bien y no soy ninguna inválida —sonrió ella—. ¿Qué te pasa? Tienes mala cara, Flor. ¿Ha pasado algo?
— Yo... bueno, estaba llegando a tu casa y me encontré con Pedro Alfonso.
— ¿Qué? ¿Dónde está? —preguntó Paula, corriendo hacia la ventana.
— Se ha ido —contestó Flor—. Yo... le dije que no querías volver a verlo.
— ¡Se ha ido! ¿Dónde? Oh, Flor, tengo que verlo...
— ¿Qué? ¿Después de lo que te ha hecho? — Flor estaba perpleja.
— No es lo que tú crees —le aseguró Paula
. Después, le contó la llamada de su madre.
— ¿Y la has creído? —preguntó Flor.
—Sí —contestó Paula.
—Entonces, me he equivocado diciéndole que no querías volver a verlo en tu vida —murmuró—. Lo siento, pero...
—No es culpa tuya. Después de todo, tú no sabías lo de la llamada de su madre. Sé que solo querías protegerme, Flor, y te lo agradezco —sonrió
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