jueves, 15 de diciembre de 2016

Tiempo Después: Capítulo 13

Dos días después, cuando Pedro saltaba al muelle del lujoso hotel, su primer pensamiento fue que a Paula le gustaría aquel sitio. El segundo, que a Benjamín también. ¿Cómo no iba a gustarle?

Estaba en una de las islas más lujosas de la montañosa playa de Queensland, Australia. La barrera de coral formaba un círculo de agua color turquesa, seguida de un círculo mucho más oscuro. Azul oscuro, como los ojos de su hijo. ¿Era una coincidencia que estuviese tan lejos de Cranberry Cove como era posible?

—Hola, mamá —sonrió Pedro, abrazándola cariñosamente.

—¡No sabes cuánto me alegro de que hayas venido! —exclamó Ana Zolezzi—. Estas vacaciones son el mejor regalo que me han hecho nunca... Gracias, hijo. Bueno, el mejor regalo excepto conocer a Enrique. Nos conocimos el día de mi cumpleaños, ¿Lo sabías?

Pedro sonrió.

—Me lo has contado varias veces, mamá. Estás muy guapa, por cierto —dijo abrazando después a su padrastro—. Encantado de volver a verte, Enrique.

—Supongo que estarás deseando darte un chapuzón. Las piscinas son maravillosas... y  te traen bebidas y aperitivos sin que tengas que salir del agua —dijo su madre, emocionada.

Ana Zolezzi nunca había podido quitarse de encima su infancia en un pueblo pesquero de Terranova. Se quedaba maravillada por todo, como una niña.

—Un chapuzón me vendría genial.

Pedro intentó pasarlo bien durante esos días. Sabía que no podía sentarse para decidir qué iba a hacer con Benjamín y Paula. Tendría que esperar hasta que la respuesta apareciese en su cabeza. Mientras tanto, pensaba disfrutar. Hizo submarinismo, nadó, navegó, bailó hasta las tantas de la madrugada... no siempre con su madre. Pero nada funcionaba. Porque ninguna de las mujeres era Paula y los chicos que estaban de vacaciones en el hotel le recordaban a Benja. Seis días pasaron sin que se diera cuenta.

¿Quién ocupaba más sus pensamientos, Benja o Paula? Si ella hubiera aparecido al borde de la piscina con un bikini como el de la rubia que estaba haciéndole gestos en ese momento, se la habría echado al hombro y le habría hecho el amor hasta que ninguno de los pudiera andar. No le interesaba la rubia, por muy atractiva que fuera. Quería a Paula Chaves, la discutidora y obstinada Paula. Tan peligrosa como los acantilados de Terranova.

Si tomaba un papel activo en la vida de su hijo estaría en contacto con ella... ¿Si tomaba un papel activo? ¿Qué otra opción tenía? ¿No había tomado la decisión en la pista de hockey, cuando Benja y él se miraron a los ojos? No podía darle la espalda. Si lo hiciera, nunca podría vivir consigo mismo. La sangre era más espesa que el agua, pensó entonces.

 —¿Qué te pasa, cariño? —le preguntó su madre—. No pareces tú mismo.

Pedro se preguntó si tenía derecho a ocultarle la existencia de Benjamín.

—Fui a Cranberry Cove la semana pasada.

—Yo no he vuelto nunca —murmuró ella, con expresión triste—. Cuando tu padre murió... no podía soportarlo. Ni siquiera he vuelto a escribir a nadie. Supongo que eso no está bien, pero...

—He visto a Paula.

—¿Sigue allí? —preguntó su madre, sorprendida.

—A mí también me sorprendió.

—Siempre me gustó Paula Chaves y me alegré mucho de que se hicieran amigos.

—Estaba enamorado de ella, mamá. Lo supe cuando volví de la universidad.

 —Lo imaginaba, pero... tu padre acababa de morir y me temo que durante esos meses no pude prestarte mucha atención.

—No pienses en eso, mamá —suspiró Pedro—. Paula se quedó en Cranberry Cove, aunque había prometido marcharse a Nueva York conmigo. Y me rompió el corazón.

—No lo sabía, hijo.

—No se lo he contado a nadie —dijo él, tomando un trago de cerveza—. Pero hay más. Paula  y yo hicimos el amor un día antes de que me fuera y... he descubierto que tengo un hijo.

—¿Qué?

 —Se llama benjamín y tiene doce años.

Ana dió un respingo.

—¿Que tienes un hijo?

—Y tú un nieto. No te enfades, pero...

—¿Enfadarme? ¿Quién ha dicho que estoy enfadada?

 Pedro la miró. Los ojos azules de su madre, tan parecidos a los suyos, brillaban de satisfacción.

—Pero tiene doce años. Te has perdido muchas cosas...

—Pues habrá que compensar el tiempo perdido —lo interrumpió ella—. Siempre he querido tener nietos, Pepe. ¿Cuándo voy a conocerlo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario