—Sí, lo sé. Y debo admitir que, en un par de años, serás mejor jugador de hockey que yo —intentó sonreír Pedro. El chico bajó la mirada. Era guapo. Unos años más tarde, las chicas se lo rifarían—. Benja, sólo quiero conocerte un poco...
—Pues quédate por aquí.
—Quiero que seas parte de mi vida.
—¿Y mi madre?
—Paula está tan enfadada conmigo como tú —suspiró Pedro.
—¿Vas a casarte con ella?
—No creo que ella quiera casarse conmigo.
—Te da igual que me insulten en el colegio, ¿Verdad? —le espetó Benja entonces.
—¿Cómo? ¿Qué quieres decir?
—Ya da igual. Antes me insultaban, pero... mi tío Leandro me enseñó a defenderme.
Leandro. No su padre. A Pedro se le hizo un nudo en la garganta.
—Lo siento, Benja. Siento haber estado fuera tanto tiempo.
El chico se encogió de hombros.
—Tenías cosas más importantes que hacer... eres millonario. Y no te necesito. ¿Por qué iba a hacerlo?
Habían llegado a la pista de hockey y Pedro detuvo el coche.
—No voy a marcharme, Benja. Así que tendrás que acostumbrarme a verme por aquí.
Benja tomó la bolsa de hockey, sin mirarlo.
—Llego tarde al entrenamiento —murmuró, dando un portazo.
Pedro se quedó en el coche, inmóvil. Si había soñado que su hijo le echaría los brazos al cuello, sería mejor olvidarlo. Benja estaba tan enfadado con él como su madre. ¿Con la misma razón? El remordimiento, descubrió, era mucho más insoportable que la pena. Sintió un dolor inmenso cuando su padre murió, ahogado en el mar que los había mantenido toda la vida. Pero la tristeza era algo natural y, con el tiempo, desapareció. En cambio, el remordimiento... ¿Qué podía hacer? No podía reescribir el pasado. Paula y Benja habían sufrido porque él había dejado que el orgullo, el dolor y la ambición formasen una barrera que lo alejó de Cranberry Cove. Benja no había conocido la seguridad y el amor de tener un padre, él sí. Le había robado a su hijo algo que debería ser la herencia de cualquier niño... Frunció el ceño. ¿Fue culpa suya? ¿O era responsabilidad de Paula por ocultarle el nacimiento de su hijo? Años atrás se volvió loco preguntándose por qué no lo amaba lo suficiente como para marcharse con él. Ahora, después de aquella dolorosa reunión, se preguntaba lo mismo. Paula Chaves no cambiaba fácilmente de opinión... ¿Qué habría pasado para que cambiase tan drásticamente sus planes? Quizá había llegado el momento de enterarse, de exigir respuestas... Pero, ¿Y si Benja no quería volver a verlo? ¿De qué valían todos los millones que había ganado si la mujer a la que amaba y su propio hijo no querían saber nada de él?
No hay comentarios:
Publicar un comentario