sábado, 3 de diciembre de 2016

Engañada: Epílogo

Cuando Valen entró en la tienda, vió a Sofía hablando por teléfono.

—Es para tí— dijo su amiga—. Es de la aduana, sobre el cristal que compraste en Praga.

Valentina corrió hacia el teléfono, aliviada. Había empezado a creer que el pedido no llegaría nunca y que Ignacio, su guía, había tenido razón cuando la había advertido de que no comprara la reproducción de cristal de Bohemia en la fábrica que ella había elegido.

—Te pago para que seas mi intérprete, nada más —le había dicho ella, furiosa—. Si quisiera tu consejo, te lo pediría.

Se había enamorado del cristal de ricos colores en cuanto lo había visto, pero Ignacio le había dicho que estaba cometiendo un error.  Valen sabía por qué, por supuesto. Quería que lo comprara en la fábrica de un primo suyo. Pero ella le había mostrado que sabía tomar decisiones, aunque no hablara el idioma del país. Podía sentir que se ponía colorada de rabia. Había estado tan decidida a comprar el cristal que quizá se había comportado de una forma terrible con el guía. Quizá no, tenía que reconocer. Se había portado fatal.  Se concentró en la conversación con el oficial del departamento de Aduanas, que la informó de que su precioso pedido había llegado por fin.

—Tendrá que pagar impuestos.

—Muy bien —sonrió Valen, alegremente.

— ¿Buenas noticias? —preguntó Sofía cuando colgó el teléfono.

—Muy buenas —confirmó Valen—. Ha llegado el cristal de Praga, por fin.

—Estoy deseando verlo. Podemos usar las copas para celebrar el compromiso de Paula. Me encanta verla tan feliz —dijo Sofía.

— ¿Se sabe algo de Julián? —preguntó Valen.

—Lo último que Flor sabe es que ha estado en Hong–Kong, pero creo que no hay más pistas.

—Bueno, me alegro de que haya desaparecido de nuestras vidas —sonrió Valen—. Me voy al aeropuerto. ¿Puedes quedarte en la tienda hasta que vuelva?

— Claro —aseguró Sofía —. Menos mal que han llegado las copas porque nos estábamos quedando sin existencias.

—Sí, es verdad —murmuró Valen, apartando la mirada.

No se había atrevido a contarle a Sofía cuánto dinero había invertido en el cristal de Praga. Al menos, el pedido había llegado y sabía que en cuanto pusieran las copas a la venta, la gente se las quitaría de las manos. Todo parecía ir bien y eso probaba que había tenido razón en no hacer caso a Ignacio.  Sí, todo iba a salir bien, se decía.



FIN

1 comentario: