jueves, 15 de diciembre de 2016

Tiempo Después: Capítulo 16

Al principio no quiso explicarle por qué. Pero luego destruyó todas sus esperanzas, toda su fe en ella, diciendo que no lo amaba lo suficiente como para marcharse con él. Destrozado, Pedro salió de Cranberry Cove aquel mismo día. Y había estado lamiendo sus heridas desde entonces. Sus aventuras habían sido divertidas, pero nada más. Nunca había vuelto a enamorarse. Y todo por una pelirroja que había capturado su corazón trece años atrás. Y que le había dado un hijo. Había vuelto a Cranberry Cove para conocer a Benjamín. Nada más.

Pedro entró en las estrechas calles del pueblo. Empezaba a atardecer y la luz era opaca y misteriosa. Pasó por delante de la casa de Paula, pero no se detuvo. No tenía nada planeado. Él, que llevaba trece años con una vida tan organizada... Entonces su corazón empezó a latir con fuerza. Un chico iba caminando por la acera, con una bolsa de hockey colgada al hombro. Pedro lo habría reconocido en cualquier parte.

—¿Vas a la pista de hockey? ¿Quieres que te lleve?

El muchacho lo miró, sorprendido.

—Sí, gracias —contestó, con una voz más ronca de lo que Pedro había esperado.

Benjamín tiró la bolsa en el asiento trasero y se sentó a su lado.

—Lo ví  en la pista hace unos días.

—Sí, es verdad. Soy Pedro Alfonso. Nací aquí, en el pueblo...

—Lo sé.

—¿Lo sabes?

—En el instituto hay fotografías suyas. Fue usted un campeón, por eso lo reconocí el otro día.

—Ah —murmuró Pedro, con una notable falta de ingenio.

—¿Por qué has vuelto? —preguntó Benja entonces, tuteándolo.

—Me marché de Cranberry Cove hace trece años y me apetecía volver.

—No, quiero decir por qué has vuelto hoy... por segunda vez.

—Pues... es que tenía que solucionar un asunto.

—He leído algo sobre tí en Internet.

—¿Por qué?

El chico se encogió de hombros.

 —No lo sé. Un día, mi madre llevó una revista a casa y había fotografías tuyas en Singapur y luego bailando con una chica en una discoteca de Nueva York.

Su nombre era Marina, recordó Pedro. Aunque no recordaba nada más.

—Me marché de aquí porque buscaba nuevos horizontes.

—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo Cranberry Cove?

—Nada. Pero no quería vivir aquí.

—Yo jugué en Maine el año pasado, pero luego volví a casa —dijo Benja entonces, desafiante—. ¿Dónde juegas ahora?

—Ya no juego.

—¿No? —exclamó el chico, horrorizado.

 —Tenía otras cosas que hacer. Pero cuando te ví en la pista pensé que me gustaría volver a ponerme los patines —sonrió Pedro.

—Me han dicho que mi madre y tú eran amigos.

—Sí, es verdad. Es una mujer estupenda... Benja, me gustaría hablar contigo. ¿Podemos vernos después del partido?

El chico se puso tenso.

—¿Por qué no me lo dices ahora? Tengo tiempo.

Ahora o nunca, pensó Pedro, mirando aquellos ojos azules tan parecidos a los suyos.

—He vuelto porque tenía algo que decirte. Hace trece años tu madre y yo... éramos novios. Cuando volví hace unas semanas, me enteré de que Paula había tenido un hijo unos meses después de que yo me fuera de Cranberry Cove —empezó a decir Pedro, con el corazón en la garganta—. Eres mi hijo, Benja.

El chico lo miraba, muy serio.

—Desde que ví tu fotografía en el instituto, yo... pensé... como los Chaves no tienen el pelo oscuro ni los ojos azules...

—¿Cuándo empezaste a sospechar?

—Hace tres o cuatro años.

—¿Por eso me buscaste en Internet?

—Sí, supongo que sí —suspiró Benja. Las mangas de la chaqueta se le habían quedado cortas y ese detalle conmovió a Pedro—. ¿Por qué has tardado trece años en venir a verme?

—No sabía de tu existencia hasta hace unos días.

—Si eras amigo de mi madre, ¿Por qué nunca has vuelto a hablar con ella?

 Era la pregunta más difícil.

—Yo estaba enamorado de tu madre, Benja. Pero ella no quiso venir conmigo como habíamos planeado. Así que me marché sin mirar atrás. Mi padre se ahogó en Ghost Island y mi madre emigró a Australia... nada me ataba a Cranberry Cove.

—Estabas demasiado ocupado ganando dinero y saliendo con otras mujeres —dijo Benja, con expresión hostil.

—Lo primero es verdad. Lo segundo, no. No me he casado ni he deseado hacerlo nunca.

—Mi madre nunca recibió un céntimo de tí. Ni un minuto de tu tiempo. Tuvo que hacerlo todo sola.

—Es verdad. Y no sabes cómo lamento no haber estado en contacto con ella. Y cómo lamento no haberte conocido antes.

—Yo estoy bien sin tí.

Benja estaba, inconscientemente, diciendo lo mismo que Paula.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! La va a tener que remar un poco con Benja parece!

    ResponderEliminar