jueves, 26 de septiembre de 2024

Traición: Capítulo 54

 —Entonces, ¿No te avergonzaba? —preguntó Paula, sin atreverse a tener esperanzas.


—Aquella noche me dí cuenta de lo importante que eras para mí.


—Pero no quisiste saber nada más de mí después de aquello. No volviste a aparecer por casa.


—Porque tú dijiste que estabas demasiado ocupada para verme los viernes y sábados por la noche —le dijo él—. Me dí cuenta de que algo te sucedía, así que decidí esperar a que te calmases. Y cuando quise darme cuenta, habías desaparecido.


Paula se dió cuenta con pena que él tenía razón. Diez años atrás estaba tan enfadada y dolida que lo había evitado totalmente.


—Pues supongo que todo aquello ya es agua pasada —dijo con un suspiro pesaroso—. Al menos ahora tenemos todo claro.


—Todo no —dijo Pedro inclinándose sobre la mesa con los ojos tristes—. ¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada?


—Por lo que había oído. No quería que te sintieses obligado a apoyarme. No quería tener al lado a alguien que se avergonzaba de mí.


—Tienes razón —dijo Pedro con un suspiro—. No te dí ningún motivo para que confiases en mí. Igual que con el tema de Candela...


—No es necesario que me expliques nada —dijo Paula—. Ella me lo contó todo. Y la he creído. Excepto en eso de que me quieres.


—Es verdad —dijo Pedro—. Te quiero.


—¿Por qué no me lo has dicho, entonces? —dijo Paula, con el pulso acelerado.


—Esperaba el momento oportuno. Y creo que puede ser justamente ahora —dijo él suavemente. Rodeó la mesa e hizo que Paula se pusiera de pie—. Me he dado cuenta esta noche de lo preciosa que es la vida, del tesoro que son Baltazar y tú para mí. No puedo cambiar el pasado, pero quiero compensarlos. Quiero que los tres seamos una familia. ¿Te quieres casar conmigo, Paula?


—Si lo que te preocupa es que me vaya y te separe de Baltazar, no te preocupes —dijo Paula, nerviosa, pero pensando bien lo que decía—. Eres su padre y te necesita. Ahora me doy cuenta de ello. No me iré a la capital, así que si es por eso que me has pedido... 


—El motivo por el que quiero casarme contigo es que te quiero —dijo Pedro con dulzura.


Sus ojos estaban tan llenos de amor que Paula se preguntó cómo no se había dado cuenta antes. Levantó una mano y le acarició la mejilla.


—Yo también te quiero —le dijo.


—Entonces, ¿Te casarás conmigo?


—Por supuesto —dijo Paula, rebosante de felicidad.


Pedro inclinó la cabeza hacia ella...


Unos pasos resonaron en la escalera. Ambos se dieron la vuelta a la vez, mirando hacia arriba.


—¿Es verdad? —preguntó Baltazar, los ojos azules enormes en el pálido rostro—. ¿Eres de veras mi padre?


Un escalofrío recorrió la espalda de Paula y los músculos del brazo de Pedro se pusieron rígidos bajo la mano femenina


—¿Te parece bien? —dijo Pedro asintiendo lentamente con la cabeza.


Baltazar los miró fijamente durante un instante y luego se encogió de hombros.


—¿Quiere decir entonces que no nos mudaremos?


Paula miró a Pedro de soslayo antes de responder.


—Solo una manzana, ¿Qué te parece?


La tensa expresión de Baltazar se convirtió en una sonrisa y Paula dejó escapar el aliento que contenía sin darse cuenta.


—¿Se lo puedo decir a Mateo? —dijo Baltazar.


—Desde luego que sí —dijo Pedro—. Se lo puedes decir a quien quieras.


—¡Qué guay! —dijo Baltazar, volviendo a subir a toda prisa.


—Parece que lo ha aceptado bien —dijo Paula con alivio—. Es buena señal que quiera decírselo a la gente.


—Sé cómo se siente —dijo Pedro, besándola en los labios dulcemente—. Me muero por decírselo a todo el mundo. Si pudiese, lo gritaría desde el tejado. 

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