martes, 10 de septiembre de 2024

Traición: Capítulo 33

 —Ma siempre se queda conmigo cuando estoy enfermo —dijo Baltazar—, ¿A que sí, mami?


—Bueno, yo...—titubeó Paula.


—Una vez hasta tuvo que faltar a un examen importante —dijo Baltazar—. Yo tenía mucha fiebre. Cuarenta y nueve.


A Pedro le temblaron los labios.


—Querrás decir, cuarenta, cielo —dijo Paula con cariño—. Estabas muy malito.


—Abril no tenía fiebre —dijo Candela—. Bueno, quizá unas décimas. Pero eso es muy común cuando tienen otitis.


—Estoy segura de que está en buenas manos —dijo Paula con sinceridad.


—Mi hermana la cuidará bien, es verdad —dijo Candela, y su rostro se relajó—. Sabía que lo comprenderías; como tú también tienes que apañártelas sola... Hace rato que Pedro y yo habíamos planeado esta salida. No quería cancelarla.


—Pero era más para Abril que para nosotros —dijo Pedro—. Te dije que comprendería si te querías quedar en casa con ella.


—Pero no quería cancelar la cita —dijo Candela, colgándosele del brazo—. Estoy tan cansada de quedarme los fines de semana en casa sin hacer nada... Aunque no estoy segura de querer pasarlo montada en este monstruo —añadió, mirando hacia arriba y simulando un escalofrío.


—A mí me encanta la montaña rusa —dijo Baltazar—. Es espantosa. Mamá me prometió que esta vez iría conmigo. 


Pedro le sonrió al mito antes de mirar a Paula.


—Creía que no te gustaba.


—La odia —dijo Baltazar sin darle oportunidad de abrir la boca—. La última vez le vomitó encima a un señor calvo que se puso tan furioso...


—Basta, Baltazar —dijo Paula, apoyándole la mano en el hombro.


Pedro sonrió.


—Si quiere, se puede montar conmigo —dijo, lanzándole una mirada de soslayo a Candela—. A menos que tú quieras ir.


—Cedo mi asiento con todo gusto —dijo Candela con una carcajada y un gesto de la mano—. Vayan ustedes dos. Paula y yo nos sentaremos en la sombra de aquel árbol a descansar un rato.


—Que se diviertan—les dijo Paula. 


Baltazar se iba parloteando con Pedro y no le prestó atención. Paula y Candela intercambiaron sonrisas y se dirigieron al banco.


—¿Quieres? —preguntó Candela, alargándole el zumo.


—No, gracias —dijo Paula, negando con la cabeza.


Durante la siguiente media hora, Paula y Candela hablaron de todo y de todos, menos de Pedro. Finalmente, Paula no lo soportó más. Necesitaba saber qué había entre Pedro y Candela, así que cuando Candela mencionó a Pedro, aprovechó la oportunidad.


—¿Van en serio? —dijo Paula, esperando que su tono pareciese natural. 

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