—Pues es muy real —dijo con voz fría y calmada, como si el hecho de que Pedro no apareciese hubiese sido una mera anécdota. Cuando la llamó por la mañana con la estúpida excusa de una emergencia, se sintió desilusionada, aunque en realidad no le causó ninguna sorpresa.
—Paula, aquí.
Paula recorrió el fresco comedor del club repleto de gente con la mirada. Javier Royer la llamaba desde a una mesa. Sonreía señalándole un sitio vacío. Aunque a ella no le apetecía en absoluto sentarse con el amigo de Pedro, la única otra alternativa era junto a Pablo, así que le dijo a esta adiós y se dirigió a través de la gente a la mesa de Javier. Éste hizo las presentaciones. Sorprendentemente, el nombre de Pedro no surgió hasta bien avanzada la comida. Y luego lo mencionó Daniela Royer, que había dejado que su marido llevase la voz cantante.
—Alguien me dijo que traías a Pedro Alfonso de pareja. ¿Cambió de opinión?
—Daniela —dijo Javier, lanzándole a su esposa una mirada de desaprobación—, basta.
—Pedro tenía intención de venir —dijo Paula por enésima vez ese día, preguntándose cuántas veces antes de que acabase el día tendría que explicar que había surgido una emergencia—. Pero...
—No es necesario que digas nada —dijo Javier—. Le dije a Daniela la semana pasada que Pedro y Candela estaban saliendo justo nuevamente. Está claro que no ha hecho la conexión. Siento que haya sacado el tema.
Paula se quedó sin aliento. ¿Pedro y Candela juntos otra vez? Imposible.
—Nunca me dijiste que Pedro y Candela salían juntos —dijo Daniela, mirando a su esposo fijamente.
—Desde luego que sí —dijo Javier, esbozando una sonrisa que no suavizó en absoluto la aspereza de su voz—. Fue la noche de la cena de la Cámara de Comercio. Te dije que Pedro estaba allí con Candela.
—Mencionaste que ella estaba allí. Y que Pedro era maestro de ceremonias —dijo Daniela—, pero no que estuviesen saliendo juntos.
—Dije que habían llegado juntos, ¿O no? —dijo Javier—. Y que se fueros juntos, ¿No?
Paula apretó los puños bajo la mesa, clavándose las uñas en las palmas de las manos.
—Pues sí—concedió Daniela.
—¿Lo quieres más claro, mujer? Dime.
Daniela hizo una mueca ante el tono duro de la voz de su esposo, pero no le respondió. Un incómodo silencio se cernió sobre la mesa. Paula no tendría que haberse sorprendido de la nueva traición, pero lo hizo. Y si esperaba que te hiciese menos daño que la primera vez, estaba equivocada. Sentía tanto daño o más que entonces.
—¡Pedro! —exclamó la señora Alfonso sorprendida, sentada a la mesa del comedor—. Pensaba que Paula y tú estarían ya en Kansas City.
—Surgió una emergencia y no he podido ir. Paula se ha ido sola.
—Espero que haya sido por algo importante —dijo su madre, preocupada—. Paula estaba realmente ilusionada con que fueses.
—Ya lo sé —Dijo Pedro con un suspiro—, pero no hubo más remedio.
Martín se había comportado como un caballero, pero ¿Quién sabía lo que hubiese sucedido si se hubiera encontrado a Candela sola? Aunque Martín había estado solo un momento, cuando Pedro quedó libre ya era demasiado tarde para reunirse con Paula. Presa de una extraña inquietud, fue a casa de su madre.
—¿Qué haces? —le preguntó. Cubrían la mesa álbumes y cajas.
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