jueves, 19 de septiembre de 2024

Traición: Capítulo 48

Pedro recibió la fotografía que le daba y la miró. Recordaba perfectamente que se la habían tomado el día después de su décimo cumpleaños. Miró las facciones del niño de la foto y luego dirigió su mirada a Baltazar. Se quedó sin aliento. El niño se parecía tanto a la foto de sí mismo cuando tenía diez años que no pudo comprender cómo no se había dado cuenta antes. El parecido era pasmoso. En ese instante se desvanecieron todas las dudas que él había tenido sobre la identidad del padre de Baltazar.


—Déjame ver—dijo Baltazar mirando la foto—. ¡Hala! ¡Cuantos premios!


—Sí, conseguí muchos —dijo Pedro, sin poder despegar la mirada de su hijo. Se preguntó cómo su madre no se había dado cuenta del parecido.


—Yo fui Cub Scout una vez —dijo Baltazar—. Me gustaba mucho, pero nunca llegué a Boy Scout.


—Si te gustaba, ¿Por qué lo dejaste? —preguntó Pedro.


—No, sé —dijo, nervioso ante la mirada fija de Pedro.


—Debiste tener una razón —dijo Pedro. De repente, cualquier detalle de la vida de Baltazar, por insignificante que fuese, cobraba importancia y quería oírlo.


—Supongo que fue porque comenzaron a hacer un montón de cosas con los padres —dijo Baltazar—. Y como yo no tenía...


Pedro sintió deseos de gritar que sí, que tenía padre, un padre que lo hubiese dado todo por ir de campamento con él. El pesar se mezclaba con su creciente rabia. Se había perdido tanto... Años que nunca podría recuperar. Un tiempo precioso perteneciente a Baltazar y a él. ¿Qué motivo podría haber tenido Paula para esconder semejante secreto? No tenía sentido. Cuando ella volviese de Kansas City tendría que darle algunas explicaciones. Hasta ese momento, no diría ni palabra. La mirada de Pedro se dirigió a Baltazar, deseando poder decirle en aquel momento que era su padre y asegurarte que nunca más se tendría que preocupar por no tener padre. Porque ahora pertenecía a su vida y allí era donde tenía intención de quedarse. Nada y nadie se interpondría entre ellos nuevamente. 



Paula acababa de quitar el cerrojo a la puerta cuando Pedro apareció de repente y, pasando a su lado, se dirigió decidido al salón. Furiosa por su audacia, ella lo siguió. ¿Cómo se atrevía a entrar con tanta confianza?


—No me gusta que me invadas de esta manera —dijo, deteniéndose en el vano de la puerta del salón y cruzándose de brazos. Se sentía vulnerable bajo su mirada—. ¿Se puede saber qué pasa? ¿Dónde está Baltazar?


Pedro se sentó en el sofá.


—Baltazar está en casa de su abuela —dijo, tenso.


—¿Abuela? —dijo Paula, atragantándose—. Mi madre ha muerto.


—La mía, no —dijo Pedro y aunque su tono era bajo y suave, Paula sintió que un escalofrío le recorría la espalda.


—No sé a qué te refieres —dijo, lanzando una risilla forzada y retirándose un mechón de pelo del rostro con un ademán nervioso—. Ya sé que tu madre es como una abuela para Baltazar, pero...


—Es su abuela porque yo soy el padre de Baltazar —dijo Pedro, con frialdad—. ¿Sabes? Me preguntaba por qué te marchaste de Lynnwood en cuanto acabamos el instituto, pero ahora lo sé. Estabas embarazada.


Paula se quedó muda. Antes, él se lo había preguntado, pero ahora lo afirmaba. Tomó aliento y sonrió, como si Pedro estuviese bromeando en vez de decir la verdad. Aunque había planeado decírselo, no quería que fuese de aquella manera. 

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