martes, 10 de septiembre de 2024

Traición: Capítulo 34

Candela no respondió inmediatamente. Tomó un sorbo de su bebida con la mirada perdida en la distancia. Finalmente, cuando Paula había comenzado a preguntarse si Candela le respondería, habló.


—Estoy saliendo de un mal matrimonio, un matrimonio realmente malo —dijo, con la voz tensa—. Es demasiado pronto para pensar en una relación seria con nadie. Pero si alguna vez decido dar el gran paso nuevamente, creo que lo haría con alguien como Pedro. Es el mejor. Pero estoy segura de que tú ya lo sabes.


Paula sonrió. Sabía que la mayoría de la gente de Lynnwood estaría de acuerdo con Candela. Pedro tenía fama de ser un empresario trabajador, un miembro activo de la comunidad y, tal como Candela había dicho, un hombre estupendo. Quizá, si te daban la oportunidad, incluso sería un buen padre.


—¿Crees que la gente puede, cambiar? —preguntó abruptamente.


—¿En qué aspecto? —preguntó Candela, extrañada.


—Por ejemplo, si una persona es egoísta y egocéntrica de joven, ¿Crees que una persona así puede cambiar? ¿O crees que esas características son parte de la personalidad básica de una persona?


—Creo que las personas pueden cambiar y lo hacen —dijo Candela y se quedó en silencio un rato—. Algunos mejoran, algunos empeoran. Con el transcurso del tiempo, la gente muestra realmente cómo es. Basta con que les des la cuerda para que se ahorquen solitos o se salven. Mira a mi ex marido, por ejemplo. Cuando estábamos de novios, tenía el carácter fuerte, pero con el paso de los años se convirtió en un ser realmente malo.


Mientras Candela seguía parloteando, Paula pensaba en otra cosa. Le había dado mucho que pensar. Quizá Pedro no era el mismo egocéntrico que le había roto el corazón. Baltazar lo adoraba. Pero antes de permitir que Pedro participase más de la vida de su hijo, haría lo que Candela sugería y pasaría más tiempo con él. Lo conocería mejor, vería si realmente había cambiado. Después de todo, ¿Qué podía perder?


—Me alegro de que fueses a buscarme —dijo Paula, limpiándose los labios delicadamente con la servilleta de papel—. Esta pizza es la mejor del pueblo.


—Al estar Baltazar de campamento con los chicos de la iglesia, me pareció que tendrías deseos de un poco de compañía —sonrió Pedro—. Después de todo, ¿Qué ibas a hacer con tanto tiempo libre?


—Ya encontraría algo que hacer —dijo Paula con una sonrisa resignada.


Pedro no pudo evitar pensar lo guapa que se encontraba aquella noche. Aunque su vestido veraniego no fuese demasiado corto, dejaba al descubierto un amplio escote y mucha piel dorada. Se moría por tocarla desde que había ido a buscarla a casa. Al abrir la puerta del coche, ella había pasado a su lado, y había deseado tomarla en sus brazos en aquel mismo instante. Pero aquella noche era la noche de renovar su amistad, no de darse besos. Y Paula era una gran conversadora. Hacía rato que Pedro no se reía tanto. Pero entre su sugerente perfume y la forma en que ella se pasaba la lengua por los labios para limpiarse la salsa de la pizza, le estaba costando trabajo concentrarse.


—Es agradable tener la oportunidad de reanudar nuestra amistad — dijo Paula, jugueteando con la pajita de su bebida—. Aunque nos conocíamos en la secundaria, la gente cambia.


—No creo que hayamos cambiado tanto. Seguimos disfrutando juntos, igual que cuando teníamos dieciocho anos —dijo Pedro.


—Si disfrutabas tanto conmigo, ¿Por qué nunca me invitaste a salir? —pregunto Paula, inclinándose sobre la mesa con los ojos brillantes de curiosidad.


La pregunta lo tomó por sorpresa. Decirle que nunca se le había ocurrido invitarla a salir hubiese parecido ridículo, pero, desgraciadamente, así lo era. Masticó, haciendo tiempo.


—¿Te avergonzaba mostrarte conmigo en público? —insistió ella—. ¿Por eso? 

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