martes, 17 de septiembre de 2024

Traición: Capítulo 42

 —¿En serio? —preguntó Candela, lanzándole una mirada especulativa—. No me digas que ya han roto.


—¿He dicho yo eso? —preguntó Pedro, irritado.


—No exactamente —dijo Candela, levantando una perfilada ceja—. Pero si están juntos, ¿Por qué no va a la cena contigo?


—Porque —dijo Pedro, imitándola—, tenía planes con amigos en Kansas City.


—Kansas City —repitió Candela, simulando un escalofrío—. Cada vez que voy allí, tengo la horrible sensación de que me voy a topar con Martín en cualquier esquina.


—No estabas nerviosa cuando fuimos a Worlds of Fun.


—Porque estaba contigo —dijo ella—. Y porque me acordé de lo mucho que Martín odiaba ese sitio.


Aunque Candela intentaba no darle mayor trascendencia, la tensión se le notó en el rostro.


—¿Te sigue amenazando?


—¿Te refieres a las llamadas que me hacen desde cabinas telefónicas? ¿Las que la policía dice que no puede resolver? —preguntó Candela, echándose atrás un mechón de pelo con una risa amarga—: Todas las semanas.


—¿Lo has visto?


—Hace meses que no —dijo ella, negando con la cabeza—. Desde aquella vez que me siguió por toda Kansas City. Me da miedo que se aparezca por aquí. Odio que no estén mis padres. No le tengo confianza. Ni un ápice.


—Al menos tienes la orden del juez —dijo Pedro. La última vez que Candela había visto a su marido cara a cara, acabó en el hospital.


—Como si sirviese de mucho—dijo ella—. Créeme, si Martín quiere acercarse a mí, lo hará, aunque el juez se lo haya prohibido.


—Si aparece, llama al sheriff.


—¿Juan? —dijo Candela con ironía—. Es genial para rescatar gatitos de los árboles, pero no se puede contar con él en una verdadera crisis. Y Hugo tampoco es mucha cosa —carraspeó y apartó la vista.


Parecía despreocupada, pero Pedro percibió el miedo que ella reprimía. Se notaba en el temblor de sus manos, en la expresión de sus ojos y en su voz ahogada. Aunque ella hacía lo posible por ser valiente, sabía el daño que le había hecho el último encuentro con su esposo. ¿Qué tipo de hombre era el que pegaba a una mujer? Nunca había podido tolerar semejante comportamiento y por ello había roto su amistad con Javier Royer. Lo que no comprendía era cómo su mujer no lo abandonaba. Pero hasta que Javier reconociese que tenía un problema y pidiese ayuda, no quería tener ninguna relación con él.


—Si alguna vez necesitas ayuda —le dijo a Candela—, quiero que me llames.


—Tu tienes tu propia vida —dijo Candela—. No puedo pretender que vengas corriendo porque…


—A cualquier hora —dijo Pedro con firmeza, interrumpiendo sus protestas—. Tienes el número de mi móvil. Si necesitas ayuda, me llamas. ¿De acuerdo?


—¿Estás seguro de que no te importaría? —dijo Candela, escrutándole la mirada como buscando algún signo de duda—. Sería solo mientras mi padre no esté en el pueblo...

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