jueves, 22 de febrero de 2024

Acuerdo: Capítulo 22

Después de ocho años de duro trabajo, Paula no había conseguido nunca tantos beneficios como Pedro con su mera presencia. Tocó el botón de apagado, enfadada.


–¿Qué estás haciendo? –la acusó el mayordomo.


–Yo…


¿Por qué se sentía culpable?


–Estoy haciendo las maletas.


Recogió el cable y lo metió en su bolso.


–¡No, de eso, nada! –comentó él con indignación–. ¡No te vas a llevar nada!


Se acercó e intentó ver qué llevaba en el bolso. Ella retrocedió, apartándose de él.


–Ped… el señor Alfonso me va a llevar a Nueva York –le explicó ella, incapaz de decirle que se habían casado–. Necesito el ordenador para continuar trabajando desde allí.


–Tú no trabajas –rugió él–. ¿Estabas de rodillas cuando te dijo que podías irte con él? Mujerzuela.


–Si es por lo de anoche, lo siento –le dijo ella–. Entendí mal lo de la cena.


–No lo sientes. Querías hacer que yo quedase mal. Siempre intentaste ser la favorita de la señora Chen y ahora quieres ser también la suya. Fuera de aquí. Ahora –le dijo, agarrándola del brazo.


Paula gritó.


–¡Suéltame!


De repente un movimiento rápido la apartó y Paula se llevó la mano al pecho para que el corazón no se le saliese de él. Pedro estaba a su lado, agachado, y el mayordomo, en el suelo. Pedro lo estaba agarrando por el cuello, haciendo que el otro hombre se pusiese completamente rojo.


–Márchate tú –le ordenó al mayordomo, poniéndolo en pie de un tirón–. Ahora.


Éste se llevó una mano a la garganta y salió corriendo de la habitación. Pedro se ajustó las mangas de la camisa y la corbata y la miró con seriedad.


–Nos vamos –le dijo, haciéndole un gesto para que pasase delante de él.


Paula seguía vestida como una señora de setenta años, pero Pedro no le pidió que se cambiase. Solo quería salir de allí. Estaba furioso con lo que acababa de ocurrir. Había estado a punto de matar al otro hombre, que tenía unos cincuenta años y no estaba en su forma física. El mayordomo había sido brusco y mal educado, pero no pensaba que hubiese querido hacerle daño a Paula, solo había querido echarla de la casa. No obstante, él se había sentido cegado por la ira. Había actuado dequé había reaccionado así? Habría intervenido en cualquier situación parecida, pero no de manera tan violenta. La amenaza a su pareja había despertado sus instintos más primarios. Todavía podía sentir el beso que se habían dado. Había querido darle un beso casto, pero no lo había conseguido, se había dejado llevar.

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