–Le he dado la noche libre al mayordomo –le explicó–. Después de aclararle que no iba a cenar con él.
–Estoy segura de que agradecerá tener una noche libre –respondió ella, pensando que el mayordomo la mataría cuando la viese la siguiente vez.
–No me ha hablado muy bien de tí.
A Paula no le sorprendió que Pedro hubiese intentado averiguar más de ella, pero supo que nadie tendría nada bueno que decir.
–Yo estaba presente en sus reuniones con Sara, cuando repasaban los gastos de la casa y las subidas de sueldo. Era mi tarea redactar informes y sugerir mejoras en los salarios.
Él rió con incredulidad.
–¿Y tienes muchos amigos aquí?
–Tal vez usted pueda ser el primero –le respondió ella, sonriendo con falsa esperanza.
Él sonrió también, pero solo un instante. Paula pensó en que Pedro la había rechazado y perdió el apetito. Dejó los palillos a un lado.
–He leído tu nota –anunció Pedro.
–¿Qué…? ¡Ah!
Pedro debía de haber intentado entrar en el sistema mientras ella dormía. Por supuesto que sí. Y había encontrado una advertencia de que no continuase.
–Pensé que era todo un farol, pero ya veo que no. No obstante, tengo una idea de cómo solucionarlo. Lo he clonado todo y he creado un archivo de prueba. Lo descifraré antes de irme a dormir –le aseguró mientras mordía la cola de una gamba.
–Supongo que imaginarás que hay más –le advirtió ella.
–Lo contrario me decepcionaría –le respondió él sonriendo de manera falsa–. ¿Dónde has aprendido a codificar?
–En el colegio teníamos que crear nuestra propia página web. Podíamos escoger entre varias plantillas. Se supone que teníamos que meter datos básicos y un par de fotografías. A mí no me gustaban los colores que me ofrecían y quise cambiar el diseño, así que busqué la manera de hackearlo y personalizarlo.
–¿Para que te pusieran más nota?
–Para sobresalir del resto. También nos exigían tener una afición y hacer voluntariado. Yo escogí programación y participé en proyectos de código abierto. Desde que llegué aquí, tuve la oportunidad de aprender varios idiomas. A Sara le gustaba que hiciese las cosas a su manera.
–La codificación no es una habilidad fácil de vender –comentó Pedro.
–Por eso quiero hacerle una demostración –le respondió Paula, apartando su cuenco–, pero ¿Quién me va a tomar en serio, si no tengo una trayectoria ni buenas referencias? ¿A qué puerta voy a llamar cuando me deporten con los bolsillos vacíos? Como ya le he dicho antes, si hubiese querido infringir la ley, ya lo habría hecho.
–No eres la típica hacker, la verdad –comentó él, estudiándola con la mirada.
La doncella se llevó los cuencos y les sirvió un plato de pescado a la brasa. Paula tomó un trozo minúsculo y lo untó en la salsa.
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