jueves, 15 de febrero de 2024

Acuerdo: Capítulo 16

No quería que nadie la oyese llamándolo por su nombre. Seguía siendo la más joven de la casa y siempre trataba a todo el mundo de usted.


–Come –le ordenó él–. Ahora me toca a mí hablar.


Paula pensó que era él quién le había hecho las preguntas, quién la había obligado a hablar. Tomó un rábano daikon y lo mordisqueó. Él se echó hacia atrás en la silla y la observó mientras daba un sorbo a su copa de vino.


–Me has acusado de descuidar a mi abuela, de no haberla ayudado con sus negocios hasta hoy. Mi abuela desheredó a mi madre antes de que yo naciera. Yo conocí a Sara en el funeral de mi madre, cuando tenía siete años. Y no la volví a ver hasta cinco años después. Mi padre me advirtió que no cayese bajo su influencia y yo lo escuché porque la conocía mejor que yo. Volví a verla en el funeral de mi padre y seguimos en contacto, a través de tí, me doy cuenta ahora, pero nunca dí por hecho que heredaría su fortuna. Con respecto a ayudarla a gestionar sus bienes… ¿Cómo iba a saber yo que necesitaba ayuda? Has hecho tu trabajo muy bien, no tenía motivos para estar preocupado.


Ella se preguntó si era un cumplido o un reproche.


Pedro dejó su copa vacía.


–No obstante, yo no necesito tus servicios. Chen Enterprises es mía y la gestionaré como hago con cualquier compañía que cae en mis manos, realizaré las reestructuraciones que sean necesarias y permitiré que mi legión de administradores haga el trabajo por el que les pago.


Ella mantuvo la expresión en blanco, para que no se le notase que se estaba viniendo abajo.


–Con respecto a las amenazas que me has hecho, no me afectan lo más mínimo. No necesito el dinero de mi abuela y las irregularidades que ella cometiera no son mías. No tenía con ella la relación suficiente como para que su pérdida afecte a mi orgullo. Tú eres la única que va a sufrir con todo esto.


Paula era consciente. Sabía que, en realidad, no tenían ningún poder sobre él. No tenía nada, no era nadie. Se le hizo un nudo en la garganta y tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a llorar.


–Entonces, ¿Va a hacer que me deporten? –le preguntó, con el estómago hecho un manojo de nervios y el corazón desbocado.


Él no dijo nada. Ella bajó la vista para ocultar su angustia, lo vió hacer un gesto con los labios, pero no era una sonrisa. Paula dejó los palillos, no se le ocurrió qué más hacer.


–Si no vas a comer, ven conmigo –le dijo él, levantándose de manera brusca y entrando en la casa.


Ella pensó que le iba a echar de allí, pero lo vió subir las escaleras y entrar en la habitación de Sara. Lo siguió con pasos de plomo, con el corazón en un puño. Paula solo había estado en aquel dormitorio en un puñado de ocasiones. Aquel era el ámbito de su doncella personal y de la enfermera, estaba decorado con estilo clásico y sencillo, un poco anticuado. A Sara no le había gustado gastar dinero si no era necesario. El espejo que había encima del tocador estaba abierto. Detrás había una caja fuerte.


–¿Cómo lo…?


–Estas cajas fuertes viejas se pueden abrir restaurando los ajustes de fábrica. No cuesta nada hacerlo.


Sacó de ella una carpeta de cuero.


–Estaba buscando su testamento y encontré también esto –le dijo, tendiéndole la carpeta.


–¿Qué es? –le preguntó ella.


Lo abrió y vió alguno de sus informes acerca de hombres de negocios chinos.


–No entiendo que los guardase en la caja fuerte. Son documentos…


Pasó al tercer documento y vió un contrato de matrimonio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario