–¿Te preocupa ganar peso? –le preguntó Pedro.
–No me gusta mucho el pescado. Y es evidente que una ración así era para el mayordomo.
–Pide otra cosa –le sugirió él.
–No creo que eso mejorase mi imagen frente al resto de empleados de la casa. Está bien así. Me gusta la salsa con el arroz.
Él empezó a comer de su plato.
–La enfermera me ha contado que cuando llegaste llevabas un parche en la lengua. ¿Por qué?
–Para perder peso –le respondió ella, sabiendo por dónde iba a transcurrir la conversación.
–¿Por qué querías perder peso?
Ella contuvo un suspiro.
–Era una ventaja. Mi madre pidió a la escuela que me lo pusieran y yo accedí. Muchas chicas se hacían la liposucción o se arreglaban la nariz. El parche de la lengua no era nada –le explicó Paula, encogiéndose de hombros.
–¿Qué clase de colegio hacía cosas así?
–Uno que preparaba para concursos de belleza.
–¿Te enseñaban a participar en concursos de belleza?
–¿Por qué le sorprende? Yo tenía muchas posibilidades.
–No sabía que existiesen semejantes colegios. ¿Es el mismo en el que diseñabas páginas web?
–Para tener presencia en la red desde una temprana edad, sí.
–¿Por eso querías que tu página destacase del resto?
–Todo era un concurso –respondió ella, por decir algo.
Tomó otro bocado del pescado. Sabía a ahumado y estaba fibroso, pero tierno. Se lo podía comer.
–Lo que significa que tampoco tenías amigos allí, ¿No? –adivinó Pedro.
–Algunas niñas eran simpáticas, pero, según mi madre, el premio de Miss Simpatía era un premio de consolación, algo que no necesitábamos las ganadoras, al que no había que aspirar.
–¿Tu madre también competía?
–Ganó todos los títulos, sí.
–¿Y aun así no tenía dinero para un piso?
–Tenía gustos caros. Y estaba muy enfadada con mi padre. Creo que conmigo también.
–¿Por qué?
Paula suspiró, no le gustaba que Pedro le estuviese haciendo tantas preguntas.
–Está bien mantener la corona en la familia y con el dinero que gané pudieron pagar mi educación, pero ¿Cómo te vas a sentir la mujer más bella del mundo si tu propia hija amenaza con arrebatarte el título?
–Tu madre parece una mujer encantadora. ¿Nadie se dió cuenta de que desapareciste de repente?
–Le contó a todo el mundo que me había ido a vivir con unos familiares. Un par de compañeras me buscaron por Internet y yo les relaté lo mismo. La realidad era demasiado…
Siempre se le encogía el corazón al pensar en cómo su madre se había deshecho de ella. Había sido una persona interesada, que había tenido una relación con un hombre casado y se había quedado embarazada, probablemente, para sacarle más. Otra cosa más que había hecho sin pensar y que había terminado por lamentar. A ella la había considerado una mercancía y nunca la había querido como una madre debía querer a una hija. Eso había hecho que Paula sintiese siempre un vacío que Sara tampoco había podido llenar.
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