-Gracias... por todo -dijo encogiéndose de hombros mientras agarrabala taza de café que Walter le tendía.
El hombre fue a preparar su camarote y Mónica comenzó a recoger la cena.
-Tu camarote estará listo pronto y podrás irte a dormir. Por la mañana, lo verás todo de otra manera -le dijo Mónica.
Paula lo dudaba mucho, pero asintió. De repente, sonó el teléfono y Mónica contestó.
-Está dormida, pero se lo diré.
-¿Le pasa algo a Pedro? -preguntó cuando Mónica colgó.
-No, a su hijo. Cuando el príncipe volvió, se lo encontró con fiebre y lo han llevado al hospital. Pedro prefirió llamar para que supieras dónde iba a estar.
Paula se quedó de piedra al imaginarse al bebé en la cama de un hospital.
-¿Qué le pasa?
-Tenía fiebre alta y convulsiones. Parece que perdió el conocimiento un minuto.
-Debo ir con ellos -dijo Paula levantándose.
-¿Estás segura? Walter y yo nos tenemos que ir mañana. Si no fuera porque tenemos cosas que hacer en Estados Unidos, te esperaríamos.
-Lo entiendo, pero tengo que estar con él en un momento así.
Mónica entendió perfectamente que ambos la necesitaban, el niño y él. Llamó por teléfono a palacio.
-Han mandado un coche a buscarte -dijo dándole un gran abrazo-. Estás haciendo lo correcto.
-Estoy haciendo lo único que puedo hacer. Pedro me necesita. Eso es lo único que importa.
Llamaron a la puerta. Era el conductor de la casa real. Se despidieron con lágrimas en los ojos y Paula apenas oyó que Pedro le decía que llamara para decirles qué había pasado, pero asintió. Llegaron al hospital rápidamente y entró directa a urgencias. Un funcionario se ofreció a acompañarla hasta el ala privada donde estaba Nicolás. Vió a un hombre que paseaba nervioso por la sala de espera.
-Pedro.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-Mónica me dijo lo de Nicolás. Tenía que venir -contestó sin esperarse aquella reacción.
-¿Porqué?
-Porque me importan. Los dos. ¿Cómo me iba a quedar allí y tú aquí solo?
-Creo que me estás mintiendo.
-¿Crees que te mentiría en una cosa así? -dijo Paula con el corazón dolorido.
-¿Por qué no? Ya has demostrado que se te da muy bien.
-¿Qué quieres decir? -preguntó apoyándose en la pared.
-¿Quieres que te lo deletree... Paula?
-¿Desde cuándo lo sabes?
-¿No lo niegas? ¿No protestas? -sonrió Pedro.
-No -contestó preguntándose si cuando la besaba sabía que no era Carla.
-Te estás preguntando a quién he besado, si a tí o a tu hermana -dijo él leyéndole el pensamiento-. ¿Sería pasión o castigo? Puede que nunca llegues a saberlo.
-¿Vas a hacerme lo mismo que yo te he hecho a tí? ¿Quieres hacerme daño? Yo nunca tuve esa intención, Pedro. Créeme.
-¿Por qué debería creerte cuando está demostrado que eres una mentirosa?
-Porque estoy aquí.
-Veo que te has recuperado.
Por su tono, Paula supo que no se había creído lo de la borrachera.
-¿En qué me equivoqué?
-Sospeché desde el principio. Luego, te encontré en mi jardín privado con mi hijo en brazos. Sé que Carla nunca se hubiera mostrado tan tierna con un niño desconocido. Son iguales físicamente, pero no por dentro. Hace años, se hizo pasar por tí y la llevé a ver a los delfines. La dejé creer que me había engañado, pero no era cierto. De niña, era vanidosa y egocéntrica, siempre más preocupada por ella misma que por los demás.
¿Significaba aquello que él no creía que ella fuera ni vanidosa ni egocéntrica? Paula se sintió halagada por el cumplido aunque fuera indirecto. También se sentía complacida porque nunca las hubiera confundido.
Espero que a Pedro no le diré mucho el enojo...
ResponderEliminar