En la playa había una pequeña cabaña y se dirigieron hacia ella. Dentro hacía fresquito. Tenía una habitación grande con muebles de caña, en la que había una cama al lado de la pared. Desde allí, había una espectacular vista del océano. Pedro dejó al niño en la trova y le dió un zumo. El niño estaba encantado.
-¿Quieres beber algo antes de ir a nadar? -le preguntó Pedro.
-Sí, muchas gracias -contestó apartándose el pelo de la nuca.
Paula pensó que no era justo que ella sintiera tal zozobra ante sus besos y él como si nada.
-Parece que a Nico le gusta este sitio.
-Venimos aquí cuando queremos huir de la vida de palacio.
-¿Es necesario?
-A veces, la tensión es insoportable. No son solo las responsabilidades oficiales sino estar a la altura de las expectativas de mucha gente.
-¿Quieres decir que aquí eres tú mismo?
-Sí -sonrió. Se quitó las sandalias y se acercó a ella con la bebida.
Paula sintió como si al descalzarse él se hubiera convertido en una persona normal, ya no era el príncipe. Agarró la bebida poniendo mucho cuidado en que sus manos no se rozaran. Antes de que pudiera darse cuenta, él estaba de rodillas a su lado, quitándole los zapatos. Le tomó uno de los pies y se lo masajeó con movimientos seductores. No pudo controlar la espiral de placer. Dejó el vaso. Le costaba respirar. Cuando él pasó al otro pie, algo dentro de ella se derritió.
-No sigas, por favor.
-No irás a decirme que no te gusta. Estabas a punto de ronronear.
-Pues no, no me gusta -le espetó furiosa por no saber ocultar sus emociones-. Nada de esto me gusta, quiero volver a los Estados Unidos.
-Ya veo. Sigues sin aceptar que Estados Unidos ya no es tu hogar -dijo levantándose enfadado.
-¿Cómo voy a aceptarlo si tú te quieres casar solo por conveniencia?
-Parece que lo tienes muy claro.
-Pues sí o tal vez sea que sigues enamorado de la madre de Nico y no hay sitio en tu corazón para nadie más.
-¿Te fías más de los rumores de palacio que de mí?
-No, lo siento, Pedro. No quería decir eso.
-Pero lo piensas. Quizá sea mejor que aclaremos las cosas antes de la boda.
-No sé si es una buena idea -contestó pensando que tal vez no podría aguantar que Pedro le confirmara que seguía enamorado de aquella mujer.
-Sí, hay que aclararlo. Evidentemente, tú crees que estoy criando a Nico solo porque le guardo luto a su madre, pero no es así.
Paula se dió cuenta de que le estaba costando mucho hablar de ello. Quizá fuera la primera vez que hablaba sobre su relación con la madre de Nicolás. Se arrepentía de haberle hablado así, no quería obligarle a hablar del tema si le dolía, pero no sabía cómo echar marcha atrás.
-No hace falta que me cuentes nada si no quieres. En realidad, no es asunto mío.
-Todo lo que me afecta a mí, te afecta a tí -le contestó fríamente.
-La madre de Nico era un miembro lejano de la familia real. Se quedó embarazada de un turista que se fue y descubrió que tenía una enfermedad incurable y que no viviría para ver crecer a su hijo. Me pidió que le encontrara unos buenos padres adoptivos y, entonces, decidí quedármelo yo. Dejé que todo el mundo creyera que era mi hijo para protegerla a ella y a Nico.
-No creo que mucha gente esté dispuesta a hacer algo así -apuntó Paula emocionada y confusa al enterarse de que, después de todo, Nicolás no era hijo de su amada.
-No fue noble, sino egoísta. Quería ser padre. Gonzalo ya tenía su sucesión, así que, por una vez, pude darme el gusto.
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