martes, 2 de febrero de 2021

Juego De Gemelas: Capítulo 25

 -¿No te quedas a comer? -le preguntó cuando Isabel le dijo que la clase había terminado.


-No puedo, tengo que ir al dentista -le contestó ella en carramer.


-¿Quieres que te acompañe? -preguntó Paula también en carramer.


-Gracias, pero mi hermana se ha ofrecido a acompañarme. Hablando de hermanas... -dijo cambiando de idioma.


-He hablado con Carla. Teme que si se escapa con Ariel para casarse, su suegra no le vuelva a hablar.


-Así que no va a venir. ¿Qué vas a hacer? -preguntó Isabel acariciándole la mano.


-Pensar en otra solución -contestó Paula omitiendo a los Sloane para no involucrar más a Isabel en todo aquello.


-¿No sería más fácil decir la verdad?


-No hay nada fácil en todo esto.


-No, si tus sentimientos por el príncipe continúan interponiéndose.


-No siento nada por él -¿Cuántas veces iba a tener que repetirlo?


-No olvides que te conozco muy bien. Sé que cuando no me miras a los ojos es que me estás mintiendo. Sé que sientes algo muy fuerte por él. ¿Por qué no lo quieres admitir?


-Porque él no quiere mi amor.


-¿Cómo estás tan segura?


Paula le contó todo sobre los planes de matrimonio del príncipe y sobre la madre de Nicolás.


-He oído decir que Nicolás es el hijo de su amada, pero no me lo acabo de creer.


-¿Por qué?


-Porque Pedro es mucho menos mujeriego de lo que nos hace creer. Así, se libra de recibir presiones para que se case. Es un hombre extremadamente compasivo y ¿Qué mejor forma de hacerse cargo de un huérfano que decir que es su hijo? -Paula no había considerado aquella posibilidad. Podía ser un hijo adoptado-. Aunque estuviera enamorado de la madre de Nicolás, eso no quiere decir que no se pueda volver a enamorar, aunque quizá le lleve un tiempo. 


-Gracias por tu consejo, Vava Rose.


Cuando Isabel se hubo ido, Paula se puso a pensar. Quería creer en aquella posibilidad. Si Pedro hubiera adoptado a Nicolás, significaría que tenía un gran corazón. Aquello cambiaría todo. Todo menos que ella le había engañado. Sabía por experiencia propia que el engaño no era fácil de perdonar. Imaginó su enfado. Solo lo había visto furioso en una ocasión, cuando, siendo un niño, había pillado a un jardinero acosando a una doncella. Se estremeció al pensar en que se pondría igual con ella. ¿Desde cuándo le importaba tanto lo que pensara de ella? Desde siempre, tuvo que admitir. Ya de pequeña, una palabra agradable de su boca era mejor que mil de los demás. Fue dando un paseo hasta un invernadero lleno de flores. Era la hora de comer y no había nadie. Estaba lleno de gladiolos, rosas, orquídeas y otras especies tropicales. Aspiró hondo el maravilloso aroma. Sin darse cuenta, se dirigió a una mesa y alcanzó un florero. Eligió unas cuantas flores y dispuso varios arreglos. No se había dado cuenta de cuánto lo echaba de menos. Estaba sudando y se le había roto una uña, pero se sentía feliz.


-Te has manchado en la frente. 

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