jueves, 11 de febrero de 2021

Juego De Gemelas: Capítulo 38

 -Pero tú no bebes casi. ¿No sospechará?


-El cree que soy Carla. Bueno, vamos a organizarnos porque no creo que tarde mucho en llegar.


-Bien, voy a abrir un par de botellas de vino. Tiraré una por el fregadero y así parecerá que llevamos un rato bebiendo -dijo Walter.


-No creo que al príncipe le haga mucho gracia cuando se dé cuenta de que te has ido -dijo Mónica cuando se fue su marido.


-Sí, pero porque está acostumbrado a que las mujeres caigan a sus pies.


-¿De dónde te has sacado eso?


-Todo el mundo sabe que es un ligón.


-Algunos hombres hacen eso para evitar que una mujer les haga daño.


Paula se preguntó si Mónica tendría razón al recordar que Pedro le había dicho que había dejado que los periódicos le pusieran esa fama porque le convenía.


-Sé que el príncipe tuvo una mala experiencia con su cuñada, Sandra -dijo Mónica.


-¿La mujer de Gonzalo?


-Sí. Una noche que nos quedamos hasta muy tarde estudiando los delfines, Pedro me habló de ella. Estábamos agotados y le pregunté por qué seguía soltero. No sé si fue el cansancio o el vino, pero me contó que una noche, Sandra se le había insinuado y le había dicho que Gonzalo la había obligado a quedarse embarazada de nuevo. Estaba esperando gemelos.


-No me lo creo del Gonzalo que yo conozco.


-Pedro tampoco lo creyó. Cuando se negó a ayudarla a huir, ella le amenazó con decirle a Gonzalo que Pedro la había obligado a acostarse con él.


-Gonzalo no le hubiera creído.


-Pedro no quería correr el riesgo. Cabía la posibilidad de que Lome se pasara la vida preguntándose si los gemelos eran suyos o de su hermano. Decidió hablar con Sandra en otro lugar para ver si la podía hacer entrar en razón, pero ella se estrelló cuando iba a hablar con él y se mató.


-¿Sabe Gonzalo todo eso?


-¿De qué serviría decírselo? Si no se lo hubiera hecho a Pedro, se lo habría hecho a otro, pero eso no impide que él se sienta culpable.


-Por eso no quiere ser tan vulnerable como Gonzalo. Por eso piensa que el amor es una trampa.


-¿Sigues queriendo escaparte?


¿Qué otra cosa podría hacer? Tanto si se quedaba como si se iba, Pedro resultaría herido por su culpa.


-No tengo elección. Sería peor para él que anunciara nuestro enlace y luego se enterara de todo.


-Sería como volver a vivir el engaño de Sandra -reconoció Mónica.


-Será mejor que bebas un poco antes de que llegue el príncipe -apuntó Walter dándole un vaso-. ¿Se te da bien hacerte la borracha?


-Nunca lo he intentado.


-Haz como si estuvieras atontada, como si no pudieras tener los ojos abiertos. Ríete de todo, aunque no tenga gracia.


-Walter, muchas gracias. Siento mucho tener que haceros pasar por esto.


-Nunca le he dado la espalda a un amigo y tú siempre te has portado bien con nosotros.


-¿Qué tal su trabajo?


-Va viento en popa.


-Entonces, ¿Por qué se van?


-Vamos a continuarlo en Florida, pero necesitamos un poco de comunicación entre nosotros, no solo con los delfines -contestó Mónica mirando con cariño a su marido.


-De los cuarenta y tres años que llevamos casados, cuarenta nos los hemos pasado en el mar y me apetece tener a mi mujer para mí en tierra firme -apuntó él.


Paula se sintió emocionada por el vínculo tan fuerte que unía a aquella pareja. Aquello le hizo sentirse muy sola. Ellos se tenían el uno al otro. Carla tenía a Ariel. ¿Y ella? Desde luego, a Pedro, no. Odiaba la idea de aumentar la desconfianza que tenía en las mujeres, pero no tenía elección. 

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