Nunca había habido casos escandalosos en la familia real y, de repente, se veía a punto de hacer el amor en un invernadero. La pasión dejó paso al enfado y la apartó de él. Ninguna mujer había ejercido nunca semejante poder sobre él. ¿Qué estaba haciendo dejando que aquella mujer, a quien debía mantener bien lejos de él, lo tuviera? Cuando la soltó, Paula se tambaleó y tuvo que apoyarse en la mesa que tenía tras de sí. Pedro tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no volverla a abrazar. Sabía que, si volvía a hacerlo, terminarían haciendo el amor y no podía ser. Por primera vez en su vida, tuvo deseos de mandar a paseo lo quepodía y no podía ser. Ella leyó la determinación de no dejarse llevar en sus ojos. Paula sabía que debería estar agradecida porque él se contuviera, pero no era así. Quería más. Quería que la abrazara y la llenara de placer, hasta que perdiera la cabeza. Se quedó perpleja ante sus propios pensamientos. ¿Dónde estaba la Paula Chaves pura y casta? Hacerse pasar por su hermana debía de estar afectándola en todos los sentidos. Aquella situación debía terminar antes de que se dejara llevar. Los Sloane. Eran su salvación. Sintió que tenía que irse de allí con urgencia.
-Creo que deberíamos casarnos cuanto antes -anunció Pedro pensativo.
-¿Por qué no puedes controlarte? -dijo furiosa.
-Lo acabo de hacer, pero no soy de piedra y tú tampoco, preciosa.
-Si crees que me ha gustado...
-No lo creo, lo sé. Un par de segundos más y te hubieras entregado.
-Ya te he dicho que este matrimonio no me parece una buena idea - dijo apretando los puños y cambiando de tema.
-A mí me parece que acabamos de ver que es una idea estupenda - contestó Pedro enarcando una ceja.
-El sexo no lo es todo -apunto furiosa de que él lo tuviera tan claro-. Tú dices que no te casarás por amor, pero ¿ Y si yo decido que sí?
-No me lo creería viniendo de ti -contestó Pedro apoyándose en la puerta y cruzando los brazos.
-La gente cambia.
-Sí, pero aun así, es macho cambio. De cazafortunas a amante esposa.
-¿No podrías ser un poco más moderado? -dijo herida por semejante descripción de su hermana.
-En la entrevista hablabas del hijo de un duque, de un diseñador de moda, de un magnate de la prensa veinte años mayor que tú al que dejaste por...
-Bien, ya veo por dónde vas -le espetó deseando que Carla no hubiera sido tan explícita.
-¿No te ves reflejada?
Por desgracia, todo era cierto.
-Sí.
-¿No soy lo suficientemente rico? ¿No te parece suficiente convertirte en princesa?
-Esto no tiene nada que ver con dinero ni con títulos.
-Entonces, ¿Con qué?
-Con el amor. ¿Es tan descabellado que quiera que me quieran? - admitió.
-Te prometo que no te faltara amor. Te rendiré homenaje de la forma más sagrada y adoraré el templo de tu cuerpo frecuentemente. Convirtiéndote en mi consorte, tendrás mi apellido, mis hijos, mis tierras, mis títulos y las riquezas del reino para demostrarle al mundo entero cuánto se te quiere. No puedo ofrecerte nada más.
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