martes, 23 de febrero de 2021

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 4

 -No necesito dormir la siesta. Ya soy un chico grande -la voz del niño era una imitación de la vibrante voz de Pedro con acento francés.


Por algún motivo, Paula sintió una punzada de decepción. No había duda de que Pedro y Joaquín eran padre e hijo. El parecido era grande. De manera que estaba casado. No sabía por qué la molestaba, ya que lo más probable era que sus caminos no volvieran a cruzarse. El niño miró a la desconocida y luego a su padre.


-Es Paula Chaves. Tuvo problemas con la corriente y no se siente bien - explicó Pedro.


-Sé que hay que tener cuidado con el mar -el pequeño asintió con gravedad-, y solo nado con mi niñera.


Paula no pudo evitar sonreír. Con unos ojos oscuros que brillaban como estrellas y la piel del color de la miel, Joaquín era cautivador. La picardía que danzaba en su expresión potenciaba su atractivo.


-Quizá yo también debiera nadar solo con mi niñera -convino ella.


-Eres demasiado mayor para tener niñera -el niño se mostró desdeñoso-.Cuando sea mayor, yo tampoco la tendré.


-¿Cuántos años tienes, Joaquín? -rió ella.


-Ya soy un chico grande. Tengo cuatro años -alzó tres dedos regordetes.


Sin detenerse a pensar, Paula le enderezó otro.


-Estos dedos hacen cuatro.


-Lo sé -el niño frunció el ceño-. Solo bromeaba.


Tomar la mano del niño la había acercado lo suficiente a Pedro como para sentir su aliento en la mejilla. La combinación de una cara loción para después del afeitado con su propio y magnético aroma masculino hablaba de paseos bajo las estrellas y de noches interminables en brazos de un amante. Parpadeó. Llegó a la conclusión de que la experiencia de haber estado a punto de ahogarse debía de haberla afectado más de lo que había imaginado. La ilusión se quebró cuando un hombre fornido ataviado con una camisa blanca y pantalones oscuros se acercó a ellos.


-Lamento la interrupción, alteza. Joaquín insistió en verlo y salió a la carrera antes de que su niñera o yo pudiéramos detenerlo. 


Paula sintió que las piernas se le aflojaban. « ¿Alteza?» No le extrañaba que Pedro hubiera esperado que lo reconociera. Recordó un detalle al que apenas había prestado atención, algo que había leído: Alfonso era el apellido de la familia reinante en Carramer. Había invadido la residencia real. De no haber estado tan aturdida, sin duda habría reconocido el nombre. «Al menos no lo he llamado Pedro», reflexionó con alivio. El castigo para eso sin duda sería la decapitación con una espada herrumbrosa. Era una sorpresa que él no hubiera llamado a los guardias para que la ayudaran. Pensó que no podría haber sido más tonta.


-Al parecer le debo una disculpa, alteza. No lo sabía -le costó contener su furia. 


Él podría haberle contado la verdad y evitado aquel bochorno.


-Ha sido una experiencia nueva no ser reconocido -descartó el tema con un movimiento de la mano.


-Me alegro de haberle proporcionado un divertimento, alteza -la sangre le hervía-. Sin duda, los bufones deben de escasear en la corte de Carramer.


-En contra de lo que piensa -su furia lo sorprendió-, no me divertía a su costa. Era mi intención presentarme adecuadamente en cuanto se hubiera recuperado.


-Será mejor que lo haga ahora -instó-, porque no deseo ridiculizarme aún más.


Aunque habló con suavidad, el encargado de seguridad se mostró sobresaltado. Era obvio que la gente no hablaba de esa manera a menudo a los miembros de la familia real. Antes de que Pedro pudiera decir algo, se adelantó con voz respetuosa:


-Tengo el honor de presentarle a Su Alteza, el Príncipe Pedro Alfonso, monarca de las islas soberanas de Carramer.


-¿Es usted el gobernante de todo el país? -preguntó atónita.


-Eso parece -asintió.


El esfuerzo realizado para salvarse de la corriente, combinado con el descubrimiento de que había sido rescatada por el propio monarca, se mezclaron para socavar su precario estado de conciencia. El grito sorprendido del encargado de seguridad y la orden de Pedro de que tomara al niño fue lo último que oyó antes de ver que la arena corría a su encuentro...

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