Paula había perdido las esperanzas de poder hablar con los Sloane antes de que Pedro anunciara su enlace, cuando él mismo le dió la noticia.
-Vamos a cenar al Sargasso esta noche. Walter y Mónica me han dicho que están encantados de volver a verte, pero que les da pena que sea hoy porque se van mañana.
A Paula también le daba pena porque eso quería decir que no volvería a ver a Pedro. Si todo salía como debía, ella se iría con los Sloane a la mañana siguiente. Cuando el príncipe se diera cuenta, ya habrían salido de las aguas territoriales de Carramer y no podría hacerla volver. Debería sentirse aliviada, pero se encontraba apesadumbrada.
-¿Qué estás haciendo?
-Ordenando mis cosas -mintió. Estaba decidiendo qué ropa se podía llevar sin despertar las sospechas de Pedro.
-Tienes una doncella que se encarga de eso.
-Me gusta sentirme útil.
-Puedes sentirte útil haciendo otras cosas -apuntó Pedro muy cerca de su boca-. Me voy, el consejo de ministros me está esperando. Quiero darles la noticia de nuestra boda antes de hacerla pública.
-¿Saben lo del compromiso?
-Algunos, sí. Son muy tradicionales y preferirían que me casara con una mujer de Carramer.
-Tal vez sería mejor.
-Por otra parte, respetan la tradición del compromiso, así que tienen un gran dilema.
-No solo ellos-murmuró Paula.
-Veo que te sigues resistiendo, pero no por mucho tiempo -dijo Pedro apartándole un mechón de pelo de la frente-. Mañana, haré público el enlace.
-¿Tan pronto?
-A mí me parece una eternidad, ma amouvere -contestó apartándose de ella con evidente esfuerzo-. Nos veremos esta noche en el Sargasso.
-¿No iremos juntos?
-Prefiero que vayas tú primero porque yo seguramente llegaré un poco tarde. Tengo trabajo y no quiero que no puedas estar con tus amigos por mi culpa.
-Gracias -murmuró Paula sintiéndose culpable. Se puso de puntillas y le dió un beso en la mejilla-. Te has portado muy bien conmigo.
-Es como si se hubiera acabado y no ha hecho más que empezar -dijo frunciendo el ceño por un momento.
Pedro se fue y Paula deseó que fuera así, pero no podía ser. El compromiso era con Carla. Ella no tenía cabida en su vida, pero se sentía como si le estuviera traicionando.
El Sargasso había cambiado poco y sus habitantes también seguían estupendos. Tras los abrazos de reencuentro, Walter la acompañó a un salón apartado, lejos de las miradas de los guardaespaldas de Paula.
-Te has convertido en una mujer bellísima, Carla -dijo Walter.
-Tengo que decirte algo antes de que llegue Pedro. No soy Carla, soy Paula.
-Nunca lo hubiera adivinado. ¿Lo sabe el príncipe?
-No, por eso necesito que me ayudéis -se apresuró a narrarles toda la historia-. Por eso tuve que hacerme pasar por ella, para que pudiera casarse con Ariel.
-En menudo lío las metió tu padre -apuntó Mónica.
-Su intención fue buena, pero... ¿Me ayuda a huir de Pedro?
-No sé -dijo Walter atusándose la barba gris.
-Claro que sí -intervino Mónica-. El único problema es cómo hacer para que te quedes a bordo esta noche.
-Puedo decir que me encuentro mal.
-No, haría que te llevaran rápidamente a pala cio para que te viera un médico -dijo Walter.
-Podemos invitarla a quedarse, simplemente. Él sabe que somos amigos, no tiene por qué sospechar -sugirió Mónica.
-Sí, pero sabe que nos vamos al alba.
-Creo que tengo una idea. Si estuviera borracha, no tendría más remedio que dejarme aquí para que durmiera la mona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario