jueves, 4 de febrero de 2021

Juego De Gemelas: Capítulo 31

Cuando llegó a la puerta oeste del palacio, vió a Pedro con el niño en brazos. Se había cambiado de ropa y se había puesto unos pantalones cortos azul marino y una camisa blanca que dejaba al descubierto un trozo de torso y que le sentaba de maravilla. Tragó saliva. Pedro agarraba al niño con soltura, no como muchos hombres que lo hacían como si se fueran a romper. Se notaba que estaba acostumbrado. Le estaba haciendo monerías al niño para que se riera y ella sintió que se le paraba el corazón. Miró a su alrededor buscando algo que hacer para dejar de mirar.


-Está todo en el coche -se anticipó Pedro.  Paula se dió cuenta de cómo la miraba. Estaba muy provocativa con sus pantalones blancos y la camiseta sin mangas que dejaba al descubierto escote y espalda-. ¿Lista? Pues vamos, que Nico no es el único que tiene hambre.


De momento, Paula lo llevaba bien. Todo se estropeó cuando él le posó la mano en la espalda al abrirle la puerta del vehículo. Aquello bastó para que ella sintiera el deseo más feroz. Cuando él fue a ponerle el cinturón de seguridad, ella se negó.


-Ya puedo yo, gracias -le espetó.


-Como quieras -le contestó Pedro divertido.


Iban sin conductor y, además, iban en dirección contraria a lo previsto.


-¿No íbamos al puerto deportivo? -preguntó Paula fastidiada porque había previsto sacar a relucir el tema de los Sloane.


-No me da tiempo de ir hoy al yate, así que pensé en ir a la playa. ¿No te apetece?


-Me parece bien. Menos mal que me he traído un sombrero y una crema para el sol.


-Hay en la cesta, además de comida para un regimiento. Estás enfadada.


-Muy observador.


-¿Porque te he besado?


-Claro que no -porque le había gustado más de la cuenta-. Como si fuera la primera vez... -dijo intentando sonar como Carla.


-No creo -respondió él enfadado y algo más. ¿Tal vez decepcionado?


-Esperaba ver a unos amigos que tienen el barco en el puerto deportivo -contestó Paula disimulando que era la primera vez que un hombre la había besado así, que la había llevado al reino de placer más inimaginable.


-¿Los conozco?


-Walter y Mónica Sloane. Son biólogos marinos, de Estados Unidos.


-Sí, han venido a estudiar la comunicación de los delfines. ¿De qué los conoces?


-Los conozco porque papá trabajó con ellos en Australia. Hicimos un viaje juntos de varias semanas y nos hicimos íntimos. Son maravillosos.


-Y muy profesionales. Por desgracia, están a punto de marcharse porque su trabajo aquí ya está casi terminado.


-Oh, no.


-Me han invitado a cenar con ellos en el Sargasso. Seguro que les encantará que vengas conmigo.


-Eso sería maravilloso, gracias. ¿Cuánto tiempo les queda?


-Unos días más.


-¿Cuándo tenías pensado ir a cenar con ellos? -preguntó Paula disimulando su impaciencia.


-No te preocupes. No se irán sin que los veas. 

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