martes, 9 de febrero de 2021

Juego De Gemelas: Capítulo 33

 -Dímelo, Pedro. Si vamos a ser marido y mujer, por lo menos, me debes eso.


-No te debo nada. Solo mi nombre y mis bienes. Mis pensamientos y mis acciones son míos -contestó mirándola furioso hasta que ella deslizó la mano.


-Lo mismo digo. No me voy a casar contigo.


-Por fin hemos llegado a la verdad. Todo eso del amor es solo una excusa tuya para controlar y manipular la situación.


-Tú si que controlas y manipulas la situación -acusó Paula.


-¿Cómo?


-Vine a Carramer por mi propia voluntad, para hablar de un viejo compromiso, pero tú sabías, desde que me mandaste la invitación, que no me ibas a dejar marchar hasta que nos hubiéramos casado. Si eso no es manipulación, ya me dirás qué es.


-Es esto -contestó dejando al niño en su silla y besándola sin darle tiempo a reaccionar. 


No fue un beso tierno sino salvaje y apasionado. Ella le contestó con la misma pasión. Se le aceleró el pulso y no podía pensar en nada. Solo existía Pedro. Él la apartó.


-¿Has terminado? -le preguntó Paula intentando mostrarse indiferente a pesar de estar temblando.


-Por el momento sí, porque creo que ya has entendido mi postura. Si hubiera querido manipular la situación, no habrías podido resistirte. Todo eso que has dicho de que te obligo a cumplir con el compromiso de boda son tonterías.


-¿De verdad? ¿También es una tontería mía que me retengas aquí contra mi voluntad?


-No creo que sea en contra de tu voluntad -contestó pasándole un dedo por la barbilla-. Tú quieres casarte tanto como yo, pero no quieres admitir que lo que tenemos es mucho más fuerte y duradero que el amor del que hablas.


-Esto no nos lleva a ninguna parte. 


-No, todo lo contrario. Nos conduce exactamente donde debemos estar. Hace un momento deseabas tanto lo que yo te puedo dar que has decidido probarlo, pero sigues preguntándote cómo será. Todo tu ser desea esa respuesta -dijo Pedro acariciándole la nuca y haciendo que se le erizara el vello. Sintió una punzada de deseo que le recorrió la columna vertebral-. Admítelo.


-Sí -no podía mentir.


-Entonces, ¿Por qué te resistes, ma amouvere?


«Amor de mis amores». A Paula le dió un vuelco el corazón al oír aquella palabra, la más íntima del carramer para referirse al ser querido. La estaba seduciendo con palabras y besos. Deseaba lo que le estaba proponiendo, más de lo que él se imaginaba. También quería convertirse en su princesa porque eso significaría que no tendría que irse. ¿Se estaba enamorando de Pedro Alfonso? Se resistió a creerlo. Además, nada de lo que estaba viviendo le pertenecía. Si hubiera tenido derecho a ello, tampoco lo habría aceptado porque lo que realmente quería era que la amaran. A pesar de sentirse completamente seducida y tentada por él, el amor era más importante.


-Me resisto porque es lo que debo hacer -respondió-. El amor es mucho más que hacer el amor.


-Entonces, enséñame -dijo con una sonrisa que la desarmó.


La tentación estuvo a punto de hacer que cediera, pero se resistió.


-Pedro, de pequeña comía en la palma de tu mano, pero, ahora, ya no.


-¿Seguro?


Se dió la vuelta con el niño en los brazos y a ella se le borró la determinación de la cara. Se dió cuenta de que él lo había notado. Nicolás estaba encantado de estar junto al mar. El niño hizo un gesto como diciendo que quería irse con ella y Paula lo agarró. Cuando sintió sus bracitos alrededor del cuello, se derritió y pensó que eso era exactamente lo que quería Pedro. Ya era devastador que supiera la influencia que tenía sobre ella. No iba a permitir que supiera también que su hijo la tenía anonadada. Cuanto antes se alejara de ambos, mejor. Sabía que era lo que debía hacer, pero no veía el momento. 

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