jueves, 11 de febrero de 2021

Juego De Gemelas: Capítulo 39

La desesperación le dio la fuerza suficiente como para hacerse la borracha cuando llegó Pedro. Mónica y Walter se levantaron a saludarle y ella se quedó sentada y se rio cuando él pidió disculpas por la tardanza.


-¿Qué te parece tan gracioso?


-Tú, príncipe mío -contestó arrastrando las palabras-. Los príncipes no deberían tener asuntos, ni siquiera asuntos de estado -Pedro intentó no inmutarse, pero Paula sabía que aquello era lo último que esperaba de ella-. Hemos seguido tu consejo y hemos empezado sin tí.


-Ya veo. ¿Por qué no comes algo?


-Si le parece bien, serviré la cena, Alteza -intervino Mónica.


-Llámame Pedro, Mónica. Gracias -asintió él.


Paula no recordaba una cena peor. Pedro miraba atónito cómo bajaban las copas de vino de ella, que apenas comía. No se había dado cuenta de que se las estaba bebiendo una de las plantas de la anfitriona, que seguramente aguantaría mejor la borrachera que ella. Pedro intentó disuadirla varias veces y convencerla para que bebiera agua.


-No, me gusta el vino de Carramer. Es fuerte y con buen cuerpo, como sus hombres.


Walter y Mónica intentaban mantener una conversación normal y Pedro hizo lo que pudo, aunque le rechinaban los dientes. Cuando sirvieron el café, Paula estaba tan nerviosa que tiró el café sobre la mesa sin hacerlo aposta.


-Me parece que nos tenemos que ir -dijo Pedro agarrando al vuelo la taza y evitando que se rompiera.


Ella hizo como que se levantaba y se volvió a dejar caer en el sofá.


-¿No sería mejor que la metiéramos en la cama? -preguntó Mónica con preocupación-. Si quieres, puedes mandar a un conductor a buscarla antes de que nos vayamos mañana.


-Me parece bien. ¿Seguro que no es un incordio? -sonrió el príncipe.


-Claro que no. Siento que nuestra estancia aquí tenga que terminar así.


-No es su culpa. Trabajar con ustedes ha sido maravilloso. He aprendido mucho. Que hagan buen viaje y tengan una jubilación tranquila.


-Un buen viaje -repitió Paula.


Le entraron ganas de llorar, pero se obligó a sonreír cuando Pedro les dió las buenas noches. Esperó a oír el coche alejarse para dejar la copa de vino sobre la mesa.


-Parece que ha dado resultado -comentó Walter.


-Eso parece -dijo deseando que no hubiera sido así.


-No pareces muy contenta -dijo Mónica pasándole el brazo por los hombros-. Sabes que te queremos y que estaremos encantados de que te vengas con nosotros, siempre y cuando sea lo que quieres hacer, claro.


Lo que quería y lo que debía hacer eran dos cosas diferentes. Asintió sin decir palabra. Al día siguiente a aquellas horas, estaría rumbo a Estados Unidos y todo habría acabado. Acabado. Se sintió completamente vacía. Odiaba la idea de que Michel la recordara borracha. Ella recordaría sus besos y sus abrazos.


-Te ayudaré a recoger -dijo Paula.


-Ya lo hago yo, cariño. Esta noche lo has pasado mal, ¿Verdad?


-Pedro lo ha pasado peor.


-Sí, pero eres tú la que está enamorada de él -dijo Mónica.


No había dicho que él la quisiera a ella. Era cierto. Él no la quería, pero ella lo quería con todo el corazón.


-Sí -confesó por primera vez.


¿Cuándo se había enamorado de él? ¿Cuando la abrazó por primera vez? ¿Cuando la besó por primera vez? Le parecía tan lejano que no pudo recordar ni un solo momento en el que no le hubiera querido.


-Eso me pareció. Él está prometido con tu hermana, pero eres tú la que lo quieres. Ahora entiendo por qué te quieres ir. 

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