martes, 9 de febrero de 2021

Juego De Gemelas: Capítulo 35

 -Así que todo el mundo cree que es tu hijo -dijo Paula admirada.


-No todos. Mi familia sabe la verdad y me apoya. Si algo me sucediera, tendría mi nombre y mi fortuna. Sería un miembro aceptado en la sociedad, nadie lo señalaría con el dedo.


-Prefieres que te señalen a tí.


-Ha sido una de las consecuencias. Los periódicos afirman que soy un ligón sin apenas tener pruebas. Lo del niño les ha venido al pelo para seguir haciéndolo y yo no tengo ninguna intención de contarles la verdadera historia. La versión del príncipe ligón tiene sus ventajas, es una buena cortina de humo para evitar a las depredadoras.


Paula pensó que tanto Nicolás como el pueblo tenían una gran suerte por tenerlo.


-¿Le dirás la verdad a Nico?


-A medida que vaya creciendo, le iré contando lo que pueda ir asimilando. Mientras tanto, contará con mi protección.


Ante aquel gesto de generosidad, Paula comenzó a preguntarse si conocía a Pedro tan bien como ella creía.


-¿Contenta? -preguntó Pedro.


Aquel desdén era como si, al haberle obligado a hablar de la madre de Nicolás, se hubiera roto algo entre ellos. Se sintió desolada.


-Perdona por haberte hecho hablar de esto. Admiro mucho lo que has hecho.


-Nadie te ha pedido ni tu admiración ni tu comprensión -negó Pedro con fiereza tomando al niño en brazos-. Nico es mi hijo. Si se te ocurre hablar de este tema con alguien que no sea de mi familia, negaré todo.


-Debes de tener un concepto muy bajo de mí si crees que sería capaz de decir algo -contestó furiosa.


-Quitando el deber que tengo hacia mi pueblo, el bienestar de Nico es lo que más me importa en el mundo, por encima de tí.


-Eso demuestra lo incompatibles que somos. ¿Por qué no dejas que me vaya?


-Porque no creo que eso sea realmente lo que quieres hacer -contestó él tras una pausa.


¿Sería verdad? Se negaba a creer que el dolor que sentía era porque quisiera que Pedro la quisiera tanto como a su hijo. No podía soportarlo. Se dió la vuelta para que no viera que se le estaban saltando las lágrimas.


-¿Dónde vas? -preguntó Pedro. 


-A cambiarme.


-Ni se te ocurra meterte en el agua sin mí o alguno de los guardaespaldas. Estas aguas son peligrosas.


No tan peligrosas como quedarse en la misma habitación que él. Paula cerró la puerta del baño. Si Pedro no seguía enamorado de la madre de Nico, ¿Por qué insistía en casarse por conveniencia? Tenía que haber algo que no le hubiera contado. Pensó que no era asunto suyo, que más le valía concentrarse en escapar de allí. Mientras se le ocurría algo, decidió irse a dar un baño. Se observó en el espejo con el diminuto biquini dorado de Carla. Agarró una de las toallas para taparse un poco y salió a la habitación. Pedro y el niño estaban dormidos en la cama. Se acercó sigilosamente y los observó. Era un príncipe, pero, con su hijo en brazos, era como cualquier otro padre. Verlos le recordó todo lo que ella quería tener en la vida. Se puso las sandalias y salió de la cabaña. Como Pedro le había advertido que las aguas eran peligrosas, se dirigió a una laguna situada en uno de los extremos de la playa. Se metió hasta la cintura, el agua estaba deliciosa. Nadó un poco y se tumbó haciendo el muerto un rato. Al cabo de un tiempo, oyó a un bebé. Miró y vió a Pedro en bañador metiendo al niño en el agua. Al verlos, se sintió por primera vez como una intrusa. Nadó hasta ellos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario