jueves, 22 de octubre de 2020

Promesa: Capítulo 10

 –¿Y podría verlas?


–¿Para que? –respondió la mujer, suspicaz.


–Diana… su familia vendió esta casa cuando su madre murió.


–¡Pero yo no quería venderla! ¿Cómo pudieron hacerme eso?


–Supongo que no podían pagar todos los arreglos que eran necesarios para que siguiera siendo habitable. O quizá no estaban interesados. Va a costar mucho, pero esta casa merece ser restaurada para que recupere su belleza original. Por eso me gustaría ver las fotos. Y espero que usted me ayude.


Diana miró a Pedro como diciendo: «¿Lo ve? Alguien reconoce el valor que tengo para esta casa». Pero él se preguntó si Paula sabía dónde se estaba metiendo al pedirle ayuda. Y entonces se le ocurrió que parecía muy interesada, como si de verdad fuera a ocuparse de las reformas. Diana empezó a hablar de los bailes que organizaba su padre, de los invitados que llenaban el jardín… y Paula escuchaba con el interés y la compasión de alguien que sabe lo que es el sufrimiento, lo que es perder lo más querido. Y no sólo por culpa de Antonio. Le debía algo, pensó Pedro. Y Valentina sabía eso cuando lo llamó. No había hecho lo decente al mantener en secreto lo que sabía de Antonio durante tantos años. Pero ¿Qué haría con el secreto que aún guardaba? ¿Destrozaría a Paula del todo saber hasta dónde había llegado la infidelidad de su marido?


–No creo que podamos hacer las cosas exactamente como usted quiere que se hagan –estaba diciendo Paula en ese momento–. Pero quiero que sepa que conservaremos el espíritu de la casa y preservaremos su dignidad. Va a quedar maravillosa cuando hayamos acabado con ella.


Diana, que con Pedro se había portado como si fuera una tirana, se puso a llorar. Aquello era exactamente lo que esperaba, que la casa fuera querida y respetada, que se conservaran los recuerdos, que se honrase a su familia. Pedro sacudió la cabeza. Paula había sabido cómo tratar a Diana desde el primer momento y ahora lo miraba con una sonrisa de satisfacción en los labios. Antonio y él no habían podido poner nunca el corazón en el negocio. Ella sí.


–Vas a hacerlo, ¿Verdad? –le preguntó después, cuando se despidieron de Diana.


–¿Qué? 


–Vas a encargarte de las obras de restauración.


Pedro sabía que Paula quería negarse. Y también sabía que no sería capaz de hacerlo.


–Me encantaría, sí.


Fuera lo que fuera lo que parecía estar uniéndolos de nuevo hizo que suspirara, satisfecho. Lo que no sabía era si él podría resistirse ante tanta belleza. Y no la belleza de la casa, sino la de sus ojos. 

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