martes, 13 de octubre de 2020

El Millonario: Capítulo 40

 -¿Estamos bien? ¿Quién ha dicho que me parezca bien que te marches en medio de la noche?


-No me fui en medio de la noche. Me fui al amanecer.


-¿Pero por qué? -preguntó él, mirándola como si no entendiera nada.


-¿Tú querías que me quedase?


-Pues claro que sí. Paula, yo... -Pedro se pasó una mano por el pelo, nervioso. Y luego tomó las suyas, un poco inseguro, pero decidido-. Paula, cuando fuiste a mi casa anoche, pensé que estaba soñando. Cuando descubrí que por fin estabas divorciada, me pareció como si me hubiese tocado la lotería. Y cuando me dí cuenta de que yo era la primera persona a la que le dabas la noticia...


-¿Qué? ¿Qué, Pedro?


-Paula, ¿Tú sabes lo feliz que me sentí? ¿Lo que pasó anoche no significa nada para tí? ¿Nada de lo que pasó ha conseguido romper ese escudo que te has colocado en el corazón?


-Pero es que... ayer te conté que estaba en la ruina, y es verdad. Soy un auténtico desastre... ni siquiera sé cómo voy a pagar el recibo de la hipoteca y acaban de mandarme una carta del banco...


-Sé que no aceptarías mi dinero -la interrumpió él.


-No, no, por Dios. No pensarás que quiero...


-No, todo lo contrario. Por eso ni siquiera voy a ofrecértelo. Pero me he puesto en contacto con tu agente antes de venir para preguntarle qué le parecía la serie de borrones azules...


-¿Qué?


-Que he llamado a tu agente, Tamara. Le he pedido que me diera un presupuesto por toda la colección y los he comprado. Y supongo que con ese dinero podrás seguir pagando la hipoteca por lo menos durante un año.


Paula abrió la boca para protestar, pero Pedro no le dió opción. Porque se acercó a ella y le dió un beso en los labios. Un beso suave. Un beso tierno. Un beso que la dejó sin aliento.


-No creas que es un favor. Ya sabes que me gustaban muchos esos cuadros -dijo después, apartando el flequillo de su frente-. Así que los compré. Ya has visto mi casa, la verdad es que pegan mucho, ¿No?


Aunque la casa estaba pintada en colores tierra, era cierto que su serie azul pegaba allí, sí. Casi como si hubiera sido un encargo. 


-Pero acabo de divorciarme.


-Ah, una buena noticia. Eso significa que estás libre. Quiero decir, estabas libre. Ahora si otro tipo te mira tendrá que lidiar conmigo.


-¿Ah, sí?


-Sí.


-Pedro, tú no puedes ser una relación de rebote. Tú eres mucho mejor que eso.


-Pues claro que soy mejor que eso, señorita. Y por eso pienso tratarte tan bien que no querrás irte nunca más.


Ah, siempre sabía lo que debía decir. Era un seductor. Y tan tentador, tan guapo, tan tierno.


-¿Pero y si...?


-Y si ocurre algo, ya veremos cómo se soluciona. Puede que yo te decepcione muchas veces. Puede que tú me vuelvas loco. De hecho, estoy deseando que me vuelvas loco. Pero Paula, eso no es importante.


-¿Y qué es lo importante? -preguntó ella.


Pedro la miraba a los ojos con tal amor, con tal cariño, que tuvo que cerrar los ojos. Era una mirada que no había esperado ver nunca.


-Lo importante somos tú y yo. Lo importante es que nos queremos.


Aquello era demasiado. Demasiado. A Paula se le doblaron las rodillas y cayó de golpe sobre el primer escalón.


-¿Te encuentras bien?


-¿Te das cuenta de que acabas de decir que me quieres?


-Sí, claro.


De modo que era verdad. Pedro estaba enamorado de ella y ella estaba enamorada de él. Lo había admitido ante sí misma y lo había admitido ante sus amigas. Había llegado el momento de decírselo.


-Y sé que tú también me quieres -dijo él entonces, sin darle tiempo-. Así que ése no es el problema. El problema es convencerte de que puedes vivir con alguien, amarlo con todas tus fuerzas... y que una posible decepción es parte del trato.


-¿Y cómo sabes que te quiero? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario