jueves, 8 de octubre de 2020

El Millonario: Capítulo 34

 -No tiene sentido que te metas en nada hasta que no te hayas perdonado a tí mismo por lo de Melina. La echas de menos... y eso es normal. Eso significa que no la olvidarás nunca. Pero no puedes meter tu corazón en una nevera, Pedro. No puedes porque algún día querrás usarlo. Y tienes todo el derecho del mundo a hacerlo.


Pedro lo miró, sorprendido.


-No sabía que fueras un romántico.


-Sí, bueno, es que veo muchos programas de televisión de ésos que ponen por las mañanas.


Pedro soltó una carcajada, pero mientras veía a Ariel salir del bar para volver a casa con sus mujeres sintió algo muy parecido a la envidia. Se pasó el día siguiente trabajando como un poseso, sin parar siquiera para comer.


Paula lo miraba desde la ventana del estudio de vez en cuando. Se pasaba las manos por el pelo más de lo normal, pensó. Pero con tanto trabajar, la maleza ya casi había desaparecido. ¿Cómo podía mantenerlo en casa más tiempo? ¿Qué podía hacer, pedirle que pintase los armarios de la cocina? No, imposible. No tenía dinero para pagarle. Mientras tanto, se dedicaba a envolver la serie Borrones azules, cuadritos sin importancia que había hecho en los últimos días, en el plástico de los muebles. Luego llamó a un mensajero para que se los llevara a su agente, que estaba frenética. Si Tamara podía venderlos por cien o doscientos dólares la pieza, habría conseguido dinero para el recibo de la hipoteca. Genial. Una pieza que no le apetecía vender era la que había empezado cuatro días antes. Estaba terminada y era fabulosa. Mientras El gran azul era un reflejo de su cara, aquél era un reflejo de su corazón. No era ni un paisaje ni un retrato, pero era un auténtico Paula Chaves. Quizá Tamara podría pedir más dinero por ése. El dinero se había convertido en algo importante para ella. Más importante que nunca porque significaba que podía quedarse a vivir en Belvedere.


-Bueno, ya he terminado -anunció Pedro, entrando en el estudio.


-¿Ya has terminado por hoy o ya has terminado del todo?


-Del todo, se acabó, ya está todo hecho -suspiró él.


-Aún te queda un día, si lo necesitas -sugirió Paula. 


-El camino está limpio. Pero he dejado unas ramitas para que las cortes tú... como si fuera una cinta de inauguración. ¿Quieres que te lleve allí ahora mismo? Detrás de las ramitas está la playa.


-No, esta noche no -contestó Paula. 


No estaba preparada para decirle adiós. Había pensado que tenían un día más. Necesitaba al menos un día más. De hecho, si era sincera consigo misma, necesitaría un siglo antes de estar lista para dejarlo ir del todo.


-Pero podemos hacerlo mañana por la mañana. Con luz será mejor.


-¿Podemos?


-Smiley y yo -contestó Paula, cortada.


-Muy bien, como quieras.


-¿Quieres llevarte El gran azul ahora o mañana?


-¿Dónde están los demás?


-Ya no están. Se los he enviado a mi agente para que los ponga a la venta.


-¿Vas a venderlos?


-Pues... eso es lo que suelo hacer, Pedro -contestó ella, estupefacta-. Mira, toma tu cuadro -dijo entonces, poniendo en sus brazos El gran azul.


-No puedo aceptarlo.


-¿Por qué no?


-Porque es demasiado... personal.


¿Demasiado personal?


-No te entiendo.


-Has pintado un retrato de ti misma por alguna razón, Paula. Quizá deberías conservarlo.


-Todos los cuadros que he vendido los había pintado por alguna razón. Y muchos Rembrandt son autoretratos. ¿No aceptarías uno de ésos como regalo?


Pedro dejó escapar un suspiro.


-¿De verdad piensas vender los demás?


-Claro.


-¿Tu agente sabe qué significan? 

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