jueves, 12 de septiembre de 2019

La Impostora: Capítulo 2

"Querida Paula, siento no poder estar ahí contigo. Sé que son momentos difíciles para tí, pero por lo menos estás lejos de él, y puedes tomarte un tiempo para recuperarte. El problema es que creo que he cometido un gran error y necesito algo de tiempo para pensar y tomar una decisión, pues no sé si estoy haciendo lo correcto. Por favor, ¿Puedes hacerte pasar por mí durante unos días mientras yo resuelvo unas cuantas cosas? Solo tienes que ponerte mi anillo de compromiso y mi ropa, ya sabes, como solíamos hacer cuando éramos pequeñas; bueno, cuando tú eras pequeña, pues yo no sé si he dejado de serlo".

Valeria continuaba la carta dándole unos cuantos consejos sobre Pedro; cuándo se habían conocido, cuál era su bebida favorita, qué lugares habían visitado… Aunque estuviera exhausta y sorprendida, Paula no pudo evitar sentir una ola de rabia que salía de lo más profundo de su ser. ¿Cómo se atrevía Valeria a pedirle algo así? Arrugó la carta. Las palabras que acababa de leer se habían grabado con fuego en su mente. «Creo que he cometido un gran error». Había oído casi las mismas palabras la última vez, pero no había sido su hermana quien las había dicho, sino su ex, David.

 A pesar del calor que había en la terminal, Paula sintió un frío inefable y terrible. De repente había vuelto a estar en aquel restaurante; su favorito, sentada enfrente del hombre con el que había planeado pasar el resto de su vida, oyendo cómo le decía que se había enamorado de otra mujer, que llevaba meses posponiendo el momento, y que por miedo había esperado hasta el último momento para decírselo, una semana antes de la boda… Sacudió la cabeza y trató de ahuyentar las imágenes que la atormentaban. Después de sufrir las consecuencias del engaño de David, la idea de engañar a alguien se le hacía insoportable. No estaba dispuesta a hacer algo así, de ninguna manera. Volvió a meterlo todo en el sobre y se lo guardó en el bolso. Se puso en pie, agarró el tirador de la maleta y echó a andar, arrastrándola tras de sí. Tenía que buscar un taxi, ir a la casa de campo, darse una ducha, vestirse y buscar al tal Pedro Alfonso para decirle lo que su hermana no se atrevía a contarle. Nadie se merecía que le mintieran de esa manera. Nadie.



Pedro Alfonso examinó el informe que llevaba seis meses sobre su escritorio. Lo había dejado allí para no olvidar a las oportunistas que solían utilizar a su familia como trampolín hacia el éxito. Abrió el documento y miró el nombre que estaba señalado en negrita. Leticia Martínez. Había trabajado para él, en ese mismo despacho; vivaz, hermosa, inteligente… Casi había sucumbido a la tentación de tener una aventura con ella. Casi… Por suerte, el instinto y el sentido común habían prevalecido. Algo le había dicho que ella no era lo que aparentaba ser y al final no se había equivocado. Leticia había intentado hacerle una escena delante de varios empleados. Había intentado hacer ver que él se estaba tomando libertades que no le correspondían. Le había acusado de acoso y había tratado de chantajearle con la amenaza de hacerlo público. Sin embargo, él no era de los que se dejaban amedrentar y al final sus acusaciones y amenazas se habían ido al traste.

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