martes, 27 de agosto de 2019

Pasión Imborrable: Capítulo 31

—¿Conoces a Stefano?

-Apenas. Estuvimos tomando un café y luego me llevó a casa en el coche — Paula no le dijo que Stefano había considerado su desilusión con Pedro como una invitación para coquetear con ella.

-Stefano tenía sus esperanzas puestas en la fusión. Cuando quedó claro que no se llevaría a cabo, dedicó grandes esfuerzos a intentar quedarse con la empresa, pero no lo logró. No era rival para Pedro. Siento que mi amistad con él te causara perjuicios. De haberlo sabido...

-No fuiste tú.

Paula se inclinó hacia delante al ver cuánto lo sentía Candela e instintivamente aceptó que lo que le decía era verdad. Era mucho más probable que Diana, deseosa de conservar su posición social y de apuntalar la riqueza familiar, hubiera hecho todo lo posible para ahuyentar a una advenediza. ¡Y qué poco había tenido que esforzarse! Había sido el peor enemigo de sí misma, dispuesta a creer todo lo que le dijera. Al darse cuenta, se le revolvió el estómago. A pesar de que Pedro se puso intratable y evitó todos sus intentos de consolarlo, si Candela decía la verdad, no la había traicionado. Se sintió emocionada al saber que le había sido fiel aunque no la amara, porque eso implicaba que, a pesar de que ya no hubiera ningún tipo de sentimientos entre ellos, se iba a casar con un hombre al que podía respetar.

-Pero ahora las cosas les van bien —dijo Candela con una sonrisa tan dulce que Paula no tuvo el valor de desengañarla—. Me alegro. Pedro merece ser feliz —se puso de pie—. Y ahora tal vez podamos hablar del vestido. Tengo algunas ideas que espero que te gusten.



Pedro colgó el auricular con el ceño fruncido. Todavía oía las excusas de Diana, que le había parecido muy nerviosa a pesar de que ese estado no fuera habitual en ella. No estaba de humor para excusas. En Australia le había sido imposible hablar con su madrastra. Muy enfadado, se limitó a dejarle el recado de que volvía con su prometida y de que comenzara con los preparativos de la boda. Le seguía irritando haberse enterado de que había vivido con Paula antes del accidente y que nadie le hubiera dicho nada después de salir del coma, que Diana se lo hubiera ocultado y hubiera dado instrucciones a los empleados de no referirse a la mujer que había sido su amante. ¡Como si necesitara que lo protegieran del pasado! Las explicaciones de Diana no habían disminuido la furia que sentía. Daba igual que ella hubiera creído que Paula estaba intentado sacar tajada, atrapar a un hombre rico, o que ella ya se hubiera marchado o que los médicos hubieran dicho que lo mejor era que él solo fuera recuperando la memoria. Debían habérselo dicho. Lo que le había dicho Diana de la posibilidad de casarse con Candela en aquel entonces carecía de sentido, pues él sabía que lo que su madrastra había pretendido era apuntalar de forma fácil la riqueza familiar. ¡Como si él hubiera estado dispuesto a renunciar a su responsabilidad de salvar la empresa solucionando sus problemas con el dinero de su esposa! Se frotó la barbilla al darse cuenta de que ya entendía por qué Paula creyó que la engañaba con Candela. Era evidente que Diana había exagerado sin límites la amistad que había entre ambos. Pensó en decírselo a Paula para demostrarle que era inocente, pero no le creería. Se centró en la revelación más importante que le había hecho Diana, que había insinuado que la relación había sido una aventura porque no la mostraba en público y rechazaba todo tipo de invitación social. Eso despertó su curiosidad. Había tenido muchas amantes, pero nunca se había negado a ser visto con ellas en público, ya que ésa era una de las funciones que desempeñaban: acompañarlo a los numerosos acontecimientos sociales a los que debía acudir. Evitar la vida social y preferir quedarse en casa con su amante, era una conducta sin precedentes. Y la única razón que se le ocurría para justificarla era impensable: que hubiera estado totalmente absorbido por ella hasta el punto de no estar dispuesto a compartirla con otros.

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