La princesa la miró con los ojos como platos y la boca abierta.
—¿Era usted? Creí que había alguien, pero Pedro no me lo dijo.
-No —respondió Paula con amargura—. Me guardaba sólo para él.
-Pero está equivocada —se inclinó hacia delante y extendió la mano.
-No, principessa. Sé exactamente lo que pasó.
-Por favor, llámeme Candela. Y Pedro y yo no teníamos intención de casarnos.
—¿Qué? —Paula se puso en pie de un salto.
—Ni tampoco éramos amantes. Veo por tu expresión que eso era lo que pensabas. Pero sólo hemos sido amigos.
Paula permaneció en silencio. «Amigos» solía ser un eufemismo para expresar algo más. ¿Trataba Candela de engañarla? ¿Qué motivos podía tener?
-Debes creerme, Paula —Candela sonrió, vacilante—. No había planes de boda, sólo era una idea de nuestras familias. La madrastra de Pedro y mi padre la retomaron. Se había hablado de ello años antes, cuando éramos adolescentes, pero no llegó a cuajar. Pedro y yo crecimos juntos, pero nunca hubo una chispa especial entre nosotros. ¿Me entiendes?
Paula la entendía. La chispa que Pedro había encendido en ella había ardido como un fuego sin control de forma instantánea, arrasando con todo a su paso: sus dudas, su reticencia espontánea, todas las defensas que tenía. Pero había sido glorioso. Miró a Candela a la cara. ¿Sería verdad lo que le había dicho?
-Pero Diana me dijo...
-Diana estaba a favor del compromiso. Mi familia y ella creían que nuestro matrimonio serviría a los intereses de todos.
—¿Los intereses?
-Los negocios. Ya sabes lo mal que estaban las cosas tras la muerte del padre de Pedro. No estaba nada claro que éste no fuera a perder la empresa.
No, Paula no lo sabía. Supuso que las cosas iban mal y trató de apoyar a Pedro. Pero cuanto más lo intentó, más se refugió él en sí mismo.
-Se habló de una fusión de empresas para salvar la de Pedro y potenciar la de mi familia. Además, yo atravesaba un periodo difícil y creyeron que casarme con él me protegería de mí misma.
-Lo siento, pero no te entiendo.
-Padecía anorexia y me estaba recuperando —dijo Candela mirándola a los ojos y desafiándola a que la condenara, pero Paula sólo se sintió horrorizada de que cualquiera, y mucho más aquella hermosa mujer, se viera afectada por semejante enfermedad—. Hace dos años acababa de salir del hospital. Con la ayuda de mi familia y de Pedro, estaba comenzando a recuperar la seguridad en mí misma, a salir e incluso a pensar en volver a trabajar. Fue la fuerza y la insistencia de Pedro lo que me hizo volver a la sociedad. Incluso aunque aquélla fuera una época difícil para él, siempre sacaba tiempo para ayudarme. Si no hubiera estado conmigo las primeras veces, ni siquiera el apoyo de mis padres me hubiera hecho salir de casa.
—Te ví con él en un hotel de la ciudad. Parecías la princesa de las hadas, toda vestida de color dorado —y ella nunca se había sentido más excluida al contemplar aquel mundo resplandeciente del que nunca formaría parte y al hombre que había perdido.
-Recuerdo esa noche —asintió Candela—. El hecho de que el vestido fuera largo y las mangas muy anchas ocultó el estado en que me hallaba.
-Nunca lo hubiera supuesto. Estabas impresionante —¿Por eso parecía Pedro protegerla tanto?, ¿porque le preocupaba su salud? Pero ¿por qué no le había dicho nada a ella?
-No me crees.
-Sí, te creo. Pero es que Diana me hizo creer a propósito... —le había dicho que Pedro estaba comprometido con otra mujer de su mismo círculo social y que estaba con ella para tener una última aventura antes de sentar la cabeza. Incluso le había enseñado una caja repleta de invitaciones de boda.
-Diana deseaba desesperadamente que nos casáramos. Hubo un momento en que pareció que la empresa se iría a pique, lo cual, aunque no quede bien decirlo, afectaría a su riqueza.
La idea de que Diana estuviera desesperada no se le había ocurrido a Paula. Parecía tan segura de sí misma, tan majestuosa, tan controlada. Pero, tal vez si su posición se viera amenazada...
—También otra persona me habló de la boda —en su momento, las pruebas le parecieron incontestables, sobre todo cuando Pedro se negó a darle explicaciones y afirmó lisa y llanamente que él nunca se portaría así y la acusó de serle infiel—. Conocí a tu primo, Stefano Manzoni.
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