martes, 20 de agosto de 2019

Pasión Imborrable: Capítulo 22

Él se limitó a curvar los labios como si fuera a sonreír, lo cual podía indicar diversión, impaciencia o fastidio. Y no dejó de traspasada con la mirada.

-Lo necesitamos, Paula, porque nos vamos a casar —le acarició la mejilla con el dedo y ella sintió que la piel le ardía—. Es lo único que podemos hacer. Deberías haber sabido que nos casaríamos al enterarme de que el niño es mío.

Ella lo miró sin decir nada durante una eternidad, con la boca abierta y los ojos llenos de asombro hasta que, de pronto, recuperó la energía.

-¡El niño tiene nombre, maldita sea! —se levantó de un salto y casi tiró la silla. Lo miró desafiante, furiosa y jadeante—. No vuelvas a referirte a Nicolás como si fuera una... una mercancía.

«¡Madonna mía!», pensó Pedro. Con los ojos centelleantes y las mejillas arreboladas, estaba más que guapa, más que hermosa. Era algo más profundo que estuvo a punto de distraerlo del importante asunto de proteger a su hijo. Experimentó la atracción en el cuerpo y en la mente. Era el deseo posesivo que llevaba días sintiendo, pero mezclado con otra sensación tan profunda que le hizo tambalearse. En ese momento, la lógica que le había dictado la decisión de casarse se oscureció. No se trataba de simple lógica, pues la fuerza que lo empujaba era puramente visceral: ella sería suya. No aceptaría otra posibilidad. Tendría a Paula y a su hijo. Se sintió invadido de una ola de placer.

—Por supuesto que no es una mercancía. Es Nicolás. Nicolás Alfonso—revivió en su imaginación sus ojos inteligentes, el pelo oscuro y la barbilla pequeña y decidida. Su hijo. ¡Su hijo! El pecho se le llenó de orgullo y satisfacción y...

—¡No! ¡Nicolás Chaves, no Nicolás Alfonso! Y eso no va a cambiar. Que nos casemos es una idea absurda de la que te puedes ir olvidando —Paula dió un paso hacia delante con la barbilla erguida.

Pedro volvió a experimentar un intenso deseo. ¡Qué mujer! Tan protectora y orgullosa. ¿Y como amante...? Inspiró profundamente. Estaba deseando volver a descubrir la pasión que habían sentido el uno por el otro. Tenía que haber sido espectacular para que él hubiera dado el paso de invitarla a vivir con él. Pero lo primero y más importante era proteger a su hijo. Lo traspasó el recuerdo del modo irresponsable en que su madre había abandonado a su «caro Pepe» sin volver la vista atrás, de cómo la codicia egoísta había prevalecido por encima de los vínculos supuestamente indestructibles del amor materno. Su madre había antepuesto sus deseos y ambición a su hijo. A pesar de la fiera actitud de Paula y de su sentido protector,  conocía la fragilidad del amor materno, la inconstancia de las mujeres. El protegería a su hijo y se aseguraría de que nunca le faltara de nada. Los términos del acuerdo prematrimonial, con una elevada cantidad para ella mientras se quedara con su hijo y él, conferirían estabilidad a la vida de Nicolás. Su equipo legal había trabajado día y noche para que no tuviera lagunas. La escandalosa cantidad de dinero que había destinado para comprar a su esposa la mantendría donde él quería que estuviera, donde Nicolás la necesitaba: con Pedro.

-Mi hijo se llamará Nicolás Alfonso, no hay más que hablar. Cualquier otra alternativa es impensable.

—¿Impensable? —Paula puso las manos en jarras al tiempo que miraba el rostro orgulloso y arrogante del hombre al que había amado—. Lo siento, pero ha sido Nicolás Chaves desde que nació y le ha ido muy bien.

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