jueves, 20 de septiembre de 2018

El Engaño: Capítulo 12

Paula tuvo unos instantes de descanso cuando Dora Howard volvió con las bebidas. Sin decir palabra, el ama de llaves las colocó en una mesita y salió hacia la cocina. Desesperada, la observó irse, perdiendo la esperanza de que se quedara con ellos en la sala, con lo que se habría ahorrado las explicaciones. Esperaba que Pedro no la juzgara con severidad cuando le relatara todo el asunto. Pero de nuevo vió frustradas sus esperanzas. Él se inclinó hacia la mesa, levantó la copa, dió un sorbo y miró a la chica.

-Empieza con tu nombre.

-Soy Paula Chaves, la hermana de Vanesa-murmuró.

Él asintió como si confirmara lo que había sospechado.

-Hace tiempo, Vanesa me dijo que tenía una hermana gemela, pero creí que bromeaba. Es evidente que era verdad. ¿Suelen reemplazarse con frecuencia?

-¡Por supuesto que no! -replicó irritada-. Por lo general, mantenemos nuestras vidas de trabajo muy separadas.

-No en esta ocasión -comentó y observó su copa antes de mirar a Paula de nuevo-. ¿A qué debo este honor?

Su sarcasmo la hirió como un latigazo. Era injusto que se mostrara tan rencoroso sin siquiera haber oído sus explicaciones de por qué le había hecho un favor a Vanesa. Paula tomó su bolso y dijo:

-Ya me has catalogado mal, así que no hay motivo para que siga hablando.

-Siéntate y déjate de infantilismos -le sujetó de la muñeca para que no se alejara.

-No soy infantil -protestó y volvió a sentarse frente a él-. ¿Siempre eres tan cruel?

-Sólo cuando hay necesidad -replicó a secas-. ¿Por dónde vamos?

-Eres muy sarcástico -parpadeó para ahuyentar las lágrimas de rabia que se le acumulaban en los ojos. Trataba de darte mi versión.

-La espero -cruzó los brazos.

¿Cómo podía haber pensado que un hombre tan insensible fuera atractivo? ¡Con razón Vanesa se había negado a trabajar con él! Y como no parecía que no iba a soltarla hasta que hubiera acabado con ella, Paula decidió terminar el asunto lo más deprisa posible.

-Vanesa está enferma y no puede cumplir con los compromisos de esta semana - explicó-. Necesitaba descansar y yo he aceptado sustituirla para no defraudar al cliente.

-¡Qué generosidad la de tu hermana! profirió, dando a entender que pensaba lo contrario-. ¿Esperaba que la reemplaces en todas sus responsabilidades?

-¿A qué te refieres? -Paula le miró con recelo.

-Vanesa y yo salíamos después del trabajo.

-No lo sabía confesó porque no había previsto ese tipo de complicación.

-Me lo imaginaba.

Para ocupar sus manos temblorosas, Paula se acercó la copa a los labios, pero tenía la garganta tan cerrada que tuvo que volver a dejarla sobre la mesa.

-¿Conoces bien a mi hermana?

-Lo suficiente como para imaginar por qué se ha puesto enferma de repente -Paula esperó y él continuó-. Yo quería una relación más estable de lo que ella estaba dispuesta a aceptar. Vanesa me quería como una más entre los muchos admiradores que la rodean. Al final, le dije que yo no pensaba compartir a mi mujer con otros, y que esperaba lo mismo de ella. Reñimos y se fue. Por eso no ha querido trabajar conmigo esta semana.

-Comprendo -expresó mientras recorría el forro del sofá con la uña. ¿Por qué no le había dicho nada de eso su hermana y había fingido estar enferma?

Porque si hubiera sido franca, Paula no la habría sustituido. Vanesa se había valido de un medio de persuasión contra el que ella no tenía defensas: su frágil salud. Comenzó a enfadarse con su gemela por haberla metido en ese lío.

-No sabías lo que pasaba, ¿Verdad? -le adivinó el pensamiento.

-No, realmente creía que estaba enferma.

-¿La ayudas sin hacer preguntas? -apretó la boca.

Paula negó con la cabeza pensando que Pedro merecía conocer todos los detalles del asunto, de modo que le explicó cómo Vanesa le había salvado la vida hacía unos años.

-Por eso estoy en deuda con ella -concluyó.

-Y conociendo a tu hermana, hará todo lo posible para que no lo olvides jamás.

Aunque le dieron ganas de defender a su gemela, Paula guardó silencio porque sabía que Pedro tenía razón. Vanesa siempre se aprovechaba de esa deuda y Paula siempre terminaba claudicando a pesar de que cada vez se prometía no volver a ceder más.

-Si valen de algo mis disculpas, siento haber intentado engañarte -declaró la joven con todo el corazón.

-Te creo -la observó con tanto detenimiento que sintió que le horadaba el alma.

Pero estaba contenta porque la había creído. Aunque no tenía por qué importarle lo que pensara, al descubrirlo se puso eufórica. Se preguntó cómo podía Vanesa mirar a otros hombres teniendo a Pedro y ese pensamiento la irritó. Él ya le había demostrado que podía ser brusco e implacable. No debía malinterpretar su mirada de compasión por más tentada que estuviera de hacerlo. Pensó que Vanesa debía haberle hecho mucho daño. Paula, mejor que nadie, sabía que su hermana era muy coqueta y eso era algo en lo que las dos no concordaban. Paula era  lo que Pedro calificaba como mujer de un solo hombre. Si ese hombre la satisfacía, no tenía motivos para seguir buscando. Vanesa, desde que era estudiante, siempre había necesitado la admiración de muchos. No le sorprendió enterarse de que la modelo seguía siendo la misma. Lo que sí le asombró fue saber que un hombre como Pedro Alfonso, no bastaba para satisfacer su deseo de ser admirada.

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