-¿Sabías que iba a posar así? -preguntó curiosa.
Pedro estrujó la envoltura del emparedado con agresividad y la tiró a la papelera antes de volver junto a la cámara.
-¿Qué importancia tiene ahora? Lo hizo, ¿No? ¿Vamos a hablar de Trina todo el día o te vas a poner el bikini azul?
Desconcertada, Paula se puso la prenda de satén detrás del biombo improvisado. No tenía tirantes, pero el corpiño tenía varillas y le moldeaba los bien formados senos, además de acentuarle la esbelta cintura. Durante la siguiente hora, el único que habló fue Pedro para indicarle cómo debía moverse. Los reflectores y las luces de la cámara no dejaron de funcionar y Paula estaba deslumbrada. Por fin, apagó los reflectores y Paula se relajó frotándose los párpados.
-¿Estás bien? -preguntó Pedro.
-Sí -bajó la mano a un costado.
Pero Pedro no le creyó. Se le acercó, le echó la cabeza hacia atrás y con delicadeza, le levantó un párpado y luego el otro. Al ver la luz de nuevo, se le llenaron los ojos de lágrimas.
-¿Por qué no me has dicho que las luces te irritan los ojos? -exigió.
-No quería dar problemas. Estoy segura de que Vanesa no se hubiera quejado por eso.
-¡Olvida a Vanesa! -explotó-. Ella está acostumbrada a todo esto -la observó con detenimiento-. ¿Por qué insistes en parecerte a tu gemela si ya no es necesario?
Paula no sabía a cuál de las dos prefería en esa tarea, pero como estaba esperando una respuesta, respondió en voz alta:
-Trato de posar bien.
-Y lo estás logrando -le aseguró-. No necesitas ser idéntica a Vanesa, tienes tus propias facultades para posar y me gustan.
Paula intentando disimular lo absurdamente importante que era para ella su alabanza, bajó las pestañas ocultando sus ojos. Él le rodeó los hombros con un brazo y la llevó a una silla de lona.
-Siéntate aquí y cierra los ojos. No tardo.
Se relajó en la silla, contenta por la aprobación de Pedro, pero muy cansada. Dominar todos los trucos de esa profesión en pocos días, era agotador. ¿O sería la tensión de trabajar con un hombre que la atraía tanto? Pero. qué podía hacer mientras no supiera lo que él sentía?
-¿Qué haces? -preguntó cuando Pedro le echó la cabeza hacia atrás.
-No puedo permitir que tengas los ojos irritados -le abrió los párpados con delicadeza y sintió que unas gotas le refrescaban los ojos-. Esto aliviará el ardor -explicó.
-Gracias, ya me siento mejor.
-Es lo menos que puedo hacer, después de causarte tantas molestias.
Más de una, pensó con tristeza. Mientras esperaba a que surtieran efecto las gotas. Danni permitió que su mente divagara. Oía vagamente a Pedro moviéndose en el estudio y sentada en la cómoda silla y con los ojos cerrados, comenzó a dormitar.
-¿No crees que deberías cambiarte? -la despertó con voz extrañamente ronca.
Se le había olvidado que tenía puesto el bikini y al ver cómo Pedro le observaba las caderas, sintió que la envolvía una oleada de calor.
-Sí, claro -se puso de pie de un salto.
-¿Cómo están tus ojos? -preguntó, divertido con la escena.
-Las gotas me han sentado bien -respondió cohibida. Era posible que al mirarla viera a Vanesa, pero las reacciones eran suyas-. Iré a vestirme - tartamudeó.
-Buena idea -dió un paso hacia ella con los ojos sombríos y sin convicción en la voz-. Por otro lado...
-No hay otro lado -declaró decidida.
Hechizada por su mirada le costó recordarse el propósito de no relacionarse con ningún hombre que tuviera algo que ver con Vanesa. ¿Cómo podía estar segura de que la veía a ella y no a su gemela?
-¿Estás segura? -preguntó el fotógrafo, provocando un gemido de angustia en Paula cuando le delineó las facciones con un dedo.
-No puede haberlo -intentó de nuevo-. Vanesa y tú...
-Sólo salíamos - declaró con firmeza-. Parece que te cuesta aceptarlo.
-Entonces, ¿No eran... nunca...? -maldición, ¿Por qué no podía decirlo?
-Nunca hemos sido amantes, si es lo que te preocupa. No me apetecía ponerme en la cola.
Paula sintió un respiro, aunque seguía inquieta. No se atrevía a preguntarle lo que sentía por Vanesa en el presente porque temía a la respuesta.
-¿Cómo sabes que no soy como ella? -preguntó haciendo un esfuerzo.
-Sé que eres muy diferente -respondió serio-. Tienes más compasión en tu meñique de lo que ella tiene en todo el cuerpo. Ya he visto suficiente para saber que piensas en los demás. Nunca podrías coleccionar cueros cabelludos, colgados de un cinturón, como lo hace ella.
-Pero me confundiste con ella -le recordó.
-Sólo la primera vez que te ví en Monarch Magazines y porque estaba agotado del trabajo. Después jamás lo he hecho -le levantó la barbilla para inspeccionarle el rostro-. Tú eres Paula Chaves, única e irrepetible, ¿Temes que te vea como la copia de tu hermana?
-Así nos ha visto la gente toda la vida --confesó temblorosa por su perspicacia.
-¡Dios mío, debe ser terrible! Si tienes una doble a lo largo de la vida, nunca podrás estar segura de tí como individuo.
-También tiene su lado bueno -comentó, tratando de darle poca importancia al asunto-. Nunca me siento sola porque hay otra persona que comparte mis pensamientos y sentimientos.
-¿También a tus galanes? -preguntó sin dejar de observarla.
-A veces -inspiró profundo.
-De modo que es eso lo que te da tanto miedo. Piensas que estoy contigo para consolarme mientras Vanesa no está.
-No sería la primera vez -fingió reír.
-Nunca cometería esa equivocación -a la luz de la tarde, los rasgos de Pedro se acentuaban y parecía más peligroso. Inspiró despacio y profundamente-. Para convencerte, me gustaría besarte sabiendo exactamente a quien tengo entre mis brazos.
¿Qué más pruebas necesitaba? Asintió sin respirar. Su boca masculina era firme y Paula contuvo el aliento mientras la obligaba con la lengua a abrir los labios para besarla más profundamente. Antes de que cediera totalmente al abrazo, Pedro comenzó a recorrer su cara y cuello con besos breves y Paula pensó que no podía resistir las sensaciones que provocaba en ella. Le estrechó acercándose más a él para disfrutar mejor la embriagante caricia. Después de los fugaces y tentadores besos, comenzó un ataque sobrecogedor. La pasión irradiaba en tomo a los dos como algo viviente.
Encantada, Paula sentía que el deseo iba creciendo en los dos con la misma fuerza. Cuando las manos de ella se deslizaron bajo la camiseta, para acariciarle el vello del pecho a Pedro se le aceleró la respiración. En ese momento estaban soñando las mismas fantasías.
-Llevo todo el día deseando esto -murmuró como si respondiera a los pensamientos de Paula.
-Yo también -confesó con timidez.
Murmuró una respuesta de felicidad contra su nuca y Paula se estremeció de placer.
-Contemplar tu cuerpo casi desnudo a través de la cámara ha sido una especie de tortura. No me puedo creer que estés en mis brazos, es como si te conociera desde hace mucho tiempo.
Paula sintió un repentino escalofrío que el cálido abrazo no logró disipar. En cierto sentido, la conocía desde hacía tiempo, o al menos, conocía su imagen. En vez de tranquilizarla, las palabras de Pedro renovaron sus temores. ¿Estaría cometiendo el error más grave de su vida al no cumplir la promesa de no relacionarse con ningún hombre que hubiera salido con Vanesa?
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