martes, 25 de septiembre de 2018

El Engaño: Capítulo 15

En contraste con su trabajo del mundo de la moda, Pedro exponía retratos dramáticos, en blanco y negro, de personas famosas y de individuos comunes en sus ocupaciones cotidianas. Paula permaneció parada mucho tiempo frente a la foto de una anciana dando de comer a las palomas en el Centennial Park.

-¿Te gusta? -preguntó Pedro, a sus espaldas.

-Da a entender que la vida continúa -comentó sin volverse-. Veo a la mujer, al final de su vida, alimentando a los pajarillos; y a una niña que la observaba y que representa a la siguiente generación -Paula creyó que se iba a burlar de su interpretación.

-Me alegro de que encuentres tanto contenido en la foto -le tocó el hombro en un gesto de compañerismo-. En cada una intento transmitir algún mensaje.

-Las fotos de Kampuchea son espeluznantes. Estás en contra de la guerra, ¿Verdad? -se volvió y notó tristeza en las bien delineadas facciones masculinas.

-Estoy contra cualquier destrucción corrigió-. Perdemos mucho tiempo derrumbando casas en vez de construirlas, de dar comida a los hambrientos y hogar a los desposeídos. Lo siento, parece que estoy ensayando para hablar frente a las cámaras de televisión.

El equipo encargado de reseñar la exposición andaba por allí, pero a Paula le pareció que la declaración de Rowan había sido sincera. Estaba contenta de estar allí y ya no le importaba el motivo por el cual la había invitado. A través de lo que Pedro calificaba como trabajo serio, podía detectar una personalidad suya diferente de la que proyectaba en sus actividades comerciales.

-¿Te importa que te deje sola un momento? -le tocó el brazo-. Los de la tele me están llamando para hacer la entrevista.

-No te preocupes, conozco a algunos de los que están por aquí -le aseguró y él se alejó para entrar al círculo de luces como lo haría un boxeador al llegar al cuadrilátero.

Paula le observó unos minutos y luego volvió su atención a las fotografías. Era cierto que conocía a muchos periodistas y fotógrafos que estaban allí, pero no tenía ganas de hablar de banalidades. Hasta ese momento, sólo una persona la había confundido con Vanesa: la editora de modas que había invitado a su hermana. Cuando le dijo que no era Vanesa, la mujer creía que estaba bromeando, pero se convenció cuando le enseñó una foto en la que estaban las dos juntas.

-Es sorprendente -murmuró viendo la foto-. Si posaran juntas para las páginas centrales, la revista se vendería como pan caliente.

La mujer se alejó antes de que Paula reaccionara a la sugerencia. Seguro que se vendería bien, pero eso no le importaba. Apoyada en una columna, se quedó observando a la gente y saludaba con un movimiento de cabeza cuando la reconocían. Al ver que Vanesa entraba en el salón, del brazo de un hombre alto, de cabello arenoso y de poco más de cuarenta años, se enderezó. Su hermana la vió al mismo tiempo e intentó convencer a su acompañante de que se fueran, pero él le dijo algo y siguieron caminando. Paula se abrió camino para acercarse a su hermana con desesperación.

-Supongo que debo decirte que me sorprende verte aquí -comentó Vanesa fingiendo animación.

-Pedro sabía que ibas a venir -respondió Paula.

-¿Pedro? Pero si nunca asiste a sus exposiciones -Vanesa se alarmó.

-Hoy lo ha hecho y quiere hablar contigo.

-¡Dios santo, Vanesa, estoy viendo a dos mujeres iguales y no he bebido ni una gota de alcohol! comentó el hombre, con un marcado acento norteamericano.

-Sí, Fran. Francisco Sutton, te presento a mi gemela, Paula. ¿No te acuerdas que te dije que tenía un hermana?

-Pero no me dijiste que son idénticas -los ojos de Francisco estaban fijos en Paula.

-Mucho gusto, Francisco -Paula le ofreció la mano.

-Encantado Paula-respondió haciendo un esfuerzo por salir del asombro y estrecharle la mano-. ¿Dices que Pedro Alfonso está aquí? Es un fotógrafo brillante y me gustaría conocerle.

-Primero vamos a brindar por el dinámico dúo -intercaló Vanesa.

-Por supuesto. ¿Champán para las dos? -preguntó Francisco y luego se acercó a donde servían las bebidas.

-A ver qué dices de Pedro delante de Francisco-le murmuró Vanesa a su gemela-. Es posible que me case con él.

-Déjate de Francisco. Quiero saber qué hay entre Pedro y tú -Paula llevó a su hermana a un despacho vacío y cerró la puerta para ahogar el bullicio.

-No sé a qué te refieres -la expresión de Vanesa la delató.

-¿No? ¿Por qué no me dijiste que además de trabajar con Pedro salías con él?

-No me lo preguntaste.

-¡Por Dios, Vanesa! -la hora y la tensión del día le impidieron controlarse-. Te enfadaste con Pedro, y no querías enfrentarte a él y por eso me pediste que te reemplazara.

-Exageras -protestó la modelo irritada-. Tu reacción me hace pensar que te gusta.

-No seas ridícula -replicó Paula, incómoda porque era cierto-. Después del asunto con Pablo Bowden, prometí que jamás saldría con un hombre con el que hubieras estado tú, ¿Te acuerdas?

-¿Otra vez con Pablo a vueltas? No tenía ni idea de lo que sentías por él y lo sabes.

-Eso no importa -murmuró Paula cansada, sabiendo que Vanesa intentaría salirse por la tangente-. Lo que me importa es que Pedro y tú tienen un asunto pendiente.

-Por mi parte, no hay nada pendiente -repuso Vanesa-. Pedro se interesaba por mí, pero no estaba dispuesto a aceptarme como soy.

-Querrás decir que no le gustaba compartirte con otros hombres -corrigió Paula y notó que el rostro de su hermana se encendía.

-Supongo que te refieres a Francisco Sutton -dijo a la defensiva-. Le tengo mucho cariño. Es un hombre importante en el mundo de los bienes raíces.

-¿Estás enamorada de él?

-No lo sé, pero me divierto averiguándolo -Vanesa se encogió de hombros y miró a Paula seria-. ¿Por qué dan tantos problemas los hombres? Para ellos la vida es variedad, pero nosotras, las mujeres tenemos que contentamos con un solo platillo -Paula guardó silencio porque no sabía qué contestar-. Pedro y yo nunca nos pondremos de acuerdo en este asunto y creo que es por culpa de su madre -Vanesa insistió en dar su punto de vista.

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