-No, ya tengo todas las fotos de fondo que necesito. Y no quiero matarte a trabajar.
-Ya estoy bien -suspiró contenta-. Pero no sabía que fuera tan dura esta profesión.
-En cuanto domines la técnica no vas a necesitar esforzarte. No tienes que hacer ningún esfuerzo para estar guapa. La cámara te adora.
«¿Me adora también Pedro Alfonso?», se preguntó. ¿Qué sentía por ella, lejos de los reflectores y de la cámara? El trabajo les había unido mucho, pero ¿Seguirían unidos cuando terminara?
-Como has ayunado por mi culpa y te he expuesto a una insolación, ¿Qué te parece si te ofrezco disculpas invitándote a la piscina en mi casa? -esas palabras disiparon las dudas de Paula.
-¿No le importará a tu ama de llaves que llegue sin previo aviso?
-Dora tiene la tarde libre y de todos modos ya sabe quién eres, por si eso te preocupa.
-Me encantaría nadar un rato -aceptó ya más tranquila y sonriendo.
Cuando llegaron, Dora Howard que estaba a punto de irse, saludó entusiasmada a Paula.
-Es un placer volver a verla, querida, aunque el parecido con la señorita Vanesa es impresionante. Sigo sin poder dominar mi asombro. El día que vino con el señor Andrews, ese hombre tan desagradable, estaba segura de que era ella.
Paula sintió una punzada de dolor pensando que su gemela debía haber ido con frecuencia al departamento de Pedro.
-No se preocupe, estamos acostumbradas a que la gente nos confunda - aseguró.
-No lo dudo y me alegro de volver a verla... Paula-se alejó, moviendo la cabeza.
Al darse cuenta de que por fin se encontraban solos, Paula contuvo el aliento y se le aceleró el corazón. Habían pasado mucho tiempo solos trabajando, pero en ese momento, las cosas eran distintas. ¿Qué cabida podía tener ella en la vida privada de Pedro? Además, continuaba torturándole la duda de cuáles serían sus sentimientos hacia Vanesa. Pedro hablaba de experiencias compartidas con Vanesa como si Paula las conociera. ¿Qué pensar de él? Pero no iba a hacer el tonto permitiendo que esas preocupaciones le estropearan la tarde. Fijó una sonrisa en sus labios y se volvió hacia él.
-Has dicho que íbamos a nadar, pero no recuerdo haber visto la piscina la última vez que estuve aquí.
-Creo que no estabas de humor para apreciar las características más agradables de mi casa.
-Tienes razón, no estaba de humor -se rió con él, contenta de que los dos consideraran la pasada experiencia como una broma. Le indicó que subiera a la parte más alta y al llegar se encontró en una terraza soleada con una piscina en el centro. Pensaba que era una piscina común para todos los inquilinos del edificio - declaró sorprendida.
-La terraza y la piscina privadas me encantaron cuando las ví. No me gusta la vida en común.
A Paula no le sorprendió porque ya sabía que Pedro era un lobo solitario, aunque estuviera rodeado de gente. Era... ¿Cómo catalogarle...? independiente y poco comunicativo. Le dió un leve empujón hacia la terraza y cruzaron las puertas de cristal para llegar a una superficie empedrada. Desde allí se veía el norte de Sydney. Incluso las brumosas Blue Montains. La Casa de la Ópera resaltaba en el centro y las velas blancas de las embarcaciones se hinchaban con la suave brisa.
-¡La vista es grandiosa! -exclamó y le miró con los ojos brillantes.
-Ya lo creo -estaba observando a Paula. pero se volvió-. Voy a preparar algo de beber.
Paula ya se sentía embriagada por la magia del ambiente y la cercanía de Pedro, pero aceptó el combinado que le había preparado porque necesitaba entretener sus manos inquietas. Sentada frente a él, bajo la colorida sombrilla, agradeció tener el vaso fresco entre los dedos. Así le resultaba más fácil de controlar el deseo de entrelazar su mano con la de Pedro. La necesidad de tocarle era imperante y cerró los ojos para evitar la tentación.
-¿Te molesta el sol? Puedo abrir la sombrilla.
-No, estoy bien-declaró, aunque sentía un mariposeo en el estómago.
¿Qué le estaba pasando a la serena reportera? Se estaba comportando como una adolescente atolondrada. ¿Qué le había hecho Pedro?
-¿En qué piensas? -preguntó y la sobresaltó.
-En tí --confesó arrebolada porque no quería decir tal cosa.
-¿Es eso un problema?
-Para mí, sí. Ay, Pedro en este momento no necesito complicaciones.
-¿Soy una complicación?
-Sí -aceptó. Estaba perturbando su frío enfoque de la vida. Además, seguía creyendo que podía confundirla con Vanesa.
-Al menos, eso significa que me tienes un poco de cariño.
-¿Cómo es posible? No te conozco bien.
-A veces los detalles biográficos no significan tanto como las relaciones intuitivas; pero el primer asunto tiene remedio. ¿Qué quieres saber?
-¿Siempre has querido ser fotógrafo? -preguntó contenta de que la conversación girara en otro terreno.
-Sí, siempre he querido ganarme la vida con una cámara, pero el mundo de la moda es sólo un medio. Me gusta y me ha proporcionado casi todo esto - señaló la terraza-. Sin embargo, a lo que aspiro es a dejar testimonio de nuestra época. ¿Te parece jactancioso de mi parte?
-No. y creo que casi todos los reporteros pretenden lo mismo, aunque no siempre lo confiesan.
-Me alegro de que comprendas. La única persona que también lo entendió fue mi padre.
- ¿También es fotógrafo?
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