¡Eso fue lo más amable que le dijo! Mientras se cambiaba de traje, comenzó a preguntarse si no estaría enfadándola con premeditación. No podía creer que tratara así a sus modelos, como regla general. Ni siquiera la escena que había presenciado en Monarch Magazines había sido tan ruda como la presente. Si quería provocarla, le iba a sorprender, porque cuanto más la incitara, más se dominaría. Por el bien de Vanesa, se mostró lo más dulce y modesta que pudo. Pero en vez de calmarle, le enfadó tanto que Pedro cubrió la lente de la cámara y tronó.
-Descansa; yo necesito hacerlo, aunque quizá tú no.
Pedro se dirigió al ventanal y se puso a observar el panorama mientras Lucas le daba a Paula un vaso de cartón con humeante café.
-Creo que lo necesitas -murmuró comprensivo.
-Gracias --dió un sorbo-. ¿Siempre es Pedro tan dificil? -Tú debes saberlo mejor que yo -Lucas se encogió de hombros.
Cuando Paula se sentó en un taburete para tomarse el café, el ayudante la observó con admiración. ¿Qué había hecho de malo? Quizá Vanesa conocía a Pedro Alfonso y a su ayudante más de lo que creía. Se tensó cuando Lucas se le acercó.
-¿Vanesa...? -murmuró, pero se interrumpió al abrirse la puerta del estudio.
Entró un hombre alto y fornido, con traje y Lucas se volvió para saludarle.
-Señor Andrews, que agradable sorpresa.
-Vigilo el presupuesto -respondió el hombre-. Alfonso tiene reputación de exigir lo mejor sin que le importe quién paga por ello.
-Si quieres basura, hay muchos fotógrafos que pueden hacerte el trabajo - respondió Pedro amable y sin moverse para estrechar la mano del otro. Deslizó una mano debajo del brazo de Paula y la impulsó hacia adelante-. Javier Andrews, creo que no conoces a Vanesa Chaves, tu modelo.
El hombre la miró con una sonrisa lujuriosa y Paula pensó que debía ser el cliente que pagaba por la labor de esa mañana.
-Señorita Chaves, ¿Permite que la llame Vanesa? Usted ha nacido para lucir las prendas que fabrica mi empresa.
A Paula le desagradaba la forma que tenía de desnudarla con los ojos, aunque había reaccionado de diferente manera cuando Pedro había hecho prácticamente lo mismo. En la expresión de Javier Andrews no había aprecio, sólo una mirada calculadora que la hizo imaginar que la estaba poniendo precio.
-Gracias -murmuró con la cabeza inclinada.
-¿Le molestaría si me siento un rato? -preguntó el señor Andrews sentándose en una de las sillas con respaldo de lona, antes de que nadie objetara algo.
-Como quiera -respondió Pedro, mientras se volvía hacia la cámara. Por encima del hombro agregó-: Ahora ponte el traje translúcido, Vanesa.
¡Qué atrevimiento! Era como si se hubiera dado cuenta de que el cliente la miraba con deseo, y hubiera elegido ese traje para provocarla. Echando fuego por los ojos, pero decidida, levantó la barbilla. Si Vanesa era capaz de hacerlo, también ella lo haría, pero le maldijo por tratarla tan mal. El traje confeccionado en chifón negro, con estrellitas de cuero negro que le cubría los pezones y un diminuto triángulo de piel que se suponía era la parte inferior, era francamente indecente. ¡Propio para el escenario de un cabaret! El rostro se le encendió al ver que los ojos del cliente la seguían camino al ciclorama.
-¡Un momento! Esa prenda no es de nuestra línea de producción y los compradores extranjeros se escandalizarían si metemos algo tan atrevido. Reconozco que lo lleva a la perfección, Vanesa, pero no lo incluiremos.
-Lo siento, ha sido un error -murmuró Pedro sin mirar a la chica-. Ponte el bikini de crochet, querida.
Sulfurada, Paula volvió al rincón para cambiarse y pensó que Pedro había premeditado todo el asunto. Debía haber puesto el traje de chifón negro en el perchero mientras se tomaba el café y la había obligado a ponérselo para humillarla ante el cliente. ¿Qué tipo de juego se traía entre manos con Vanesa? Para cuando llegó la hora de comer, los nervios de Paula estaban hechos trizas y no estaba segura de poder tolerar más sarcasmos. Le hubiera gustado poder comunicarse con su hermana para preguntarle qué había entre ella y Pedro. Seguro que existía alguna explicación lógica para el terrible comportamiento de él. ¡Sin embargo, faltaba lo peor!
Javier Andrews se puso de pie para acercarse a Paula cuando ella comenzó a alejarse tras la última foto de la mañana.
-Me gustaría invitarte a comer, querida -murmuró Andrews en un tono que permitió que Pedro le oyera y se quedara observando a Paula intrigado.
Ella se mordió el labio preguntándose cómo reaccionaría Vanesa ante la invitación. ¡No aceptaría, era algo más allá del deber!
-Lo siento, pero no puedo entretenerme mucho tiempo, todavía tenemos mucho trabajo pendiente -respondió, sonriendo con dulzura a pesar de que el hombre le ponía la carne de gallina.
-Puedes ir, Vanesa. Acompaña al señor Andrews -intercaló Pedro-. Quiero revelar el rollo de esta mañana, así que tómate el tiempo que quieras.
Se le encogió el corazón imaginando lo que podía seguir a la comida, estando con un hombre como Andrews.
-No puedo -protestó.
-Sí puedes -Pedro apretó los labios hasta que formaron una firme línea-. Y Javier, puedes usar mi ático durante unas horas -le entregó unas llaves a Javier y los ojos del hombre se iluminaron.
-Eres muy amable -comentó el sedicioso y humedeció los delgados labios con la lengua.
Paula pensó que le habían ganado la partida y no veía la forma de escaparse de la situación. Irritada y silenciosa fue a ponerse su ropa, pero Pedro la siguió y le impidió huir al colocar un brazo en posesión estratégica.
-Me alegro de que hayas aceptado comer con el cliente -murmuró.
-Eres tú quien ha aceptado -replicó-. ¡Sabes muy bien lo que ese tipo quiere comer: a mí!
-¿Y qué? -se encogió de hombros-. En este negocio las cosas son así y lo sabes.
¿No había enfatizado Pedro demasiado las últimas palabras? Ella no lo sabía, pero no podía admitirlo sin traicionar a Vanesa y poner en peligro la carrera de su hermana.
-Comprendo -aceptó resignada preparándose para luchar por su honra en el ático de Pedro.
Cuando salía por la puerta del estudio con Javier Andrews, que en vano trataba de tomarla del brazo, Pedro le guiñó el ojo.
-¡Que comas bien, Vanesa, te lo mereces! -exclamó.
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