Al verle tomar el vaso con los largos y elegantes dedos, Paula recordó lo que había sentido cuando esos mismos dedos le rozaron la suave piel de la espalda y hombros, al ayudarla a vestirse en el estudio. Sentía la boca hinchada y lastimada por el beso y, con un aire ensoñador, se llevó el dorso de la mano a los labios. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, bajó la mano bruscamente, tirando el vaso sobre la mesita. Dora Howard oyó el ruido y se presentó para limpiarlo mientras Paula ofrecía disculpas. Ese breve interludio le sirvió para recobrar la serenidad. ¿Cómo podía pensar en Pedro Alfonso con tanto romanticismo? Se obligó a recordar que la había besado sólo para incitarla a confesar quién era. Además, acababa de decirle que le había abandonado Vanesa y no al revés. No debía permitirse fantasía alguna respecto a él, mientras no supiera lo que Pedro sentía por su gemela. Al menos eso había aprendido durante sus veinticinco años de vida. Su experiencia con Pablo Bowden había sido una buena lección para que no cometiera el mismo error con Pedro. Pablo era salvavidas en la playa. Moreno y atractivo, le había capturado el corazón y ella llegó a creer que la amaba con locura. Empezaba a soñar con casarse con él cuando Pablo comenzó a cancelar sus citas. Al final descubrió que salía con Vanesa. Cuando se lo recriminó, él aceptó que la había usado sólo para llegar hasta su hermana. Si Vanesa tuvo remordimientos de conciencia por quitarle el novio a su hermana, los acalló muy pronto al sentirse admirada por otro hombre. Las relaciones entre hermanas comenzaron a deteriorarse hasta que Paula comprendió que Vanesa nunca se iba a dar cuenta de lo que había hecho y decidió hacer las paces. Por acuerdo tácito, a partir de entonces no volvieron a hacerse partícipes de sus respectivas vidas sentimentales y por eso Paula no se había enterado de su relación con Pedro. Observó al fotógrafo paseando nervioso por el apartamento y se entristeció al pensar que después de ese día no volvería a verle. El juego se había terminado y era hora de que asumiera su propia identidad y su vida. Tomó el bolso y se puso de pie.
-Me alegro de que hayamos aclarado este enredo, Pedro. Ahora tenemos que despedirnos.
-¿De qué hablas? -se volvió hacia ella con las cejas arqueadas-. No puedes desaparecer, tienes que terminar el trabajo.
-El trabajo es de Vanesa-le recordó intentando disimular su deseo de que la situación fuera diferente-. Soy periodista, no modelo.
-No veo a Vanesa aquí, ¿La ves tú? -fingió escudriñar la habitación.
-Por supuesto que no -contestó pensado que el infantil era él-. Está de vacaciones.
-¿Te ha dicho dónde puedes localizarla?
-No -aceptó a regañadientes.
Antes de que Pedro lo mencionara, no le había parecido extraño que su hermana no le dijera dónde iba. ¿Qué habría pasado si hubiera necesitado ayuda para las sesiones?
-Me imaginaba y por eso tienes que cumplir con el contrato -Pedro notó las diferentes emociones que recorrieron la cara de Paula.
-¡No es posible! Tú mismo dices que soy muy torpe y que lo hago mal -dijo acongojada.
-No he dicho mal, sólo que no tienes experiencia. De hecho, no lo has hecho tan mal como te lo he hecho creer. Quería forzarte a que confesaras tu engaño.
-La respuesta sigue siendo no -negó con la cabeza, a pesar de que le estaba haciendo un cumplido.
-No puedo aceptar tu negativa -frunció el ceño.
-¿No puedes aceptarla? No tienes elección -le miró sorprendida.
-Tampoco tú, Paula. Tengo que terminar este catálogo para una fecha fija. Como periodista sabes lo que eso significa -Paula asintió-. Sin Vanesa, eres la única modelo que tengo. Tú has empezado esto, de modo que debes terminarlo.
Ante la insistencia de Pedro se le desvanecieron algunas dudas. Parecía como si realmente quisiera trabajar con ella. De todos modos, deseaba que no tratara de obligarla.
-¿Qué pasaría si no estoy de acuerdo? -tuvo que preguntar.
-¿Crees que te sería fácil conseguir un puesto de periodista si suelto el rumor de que eres tú la de la foto de las páginas centrales? -la pregunta la tomó por sorpresa.
-¡Tu amenaza es indigna! -recordó la reacción de la señora Philmont y comprendió lo que podía conllevar-. Nadie te creería.
-Estoy dispuesto a correr el riesgo -respondió tranquilo-. ¿Lo estás tú?
Sabía que Paula no podía arriesgarse porque el mundo del periodismo se alimenta de rumores. Jamás encontraría trabajo si se rumoreaba que posaba desnuda en sus ratos libres. Su reputación como reportera quedaría destruida. Era un precio muy alto y sabía que esa amenaza sólo tenía una respuesta.
-Tendré que arriesgarme --soltó, agobiada-. Si cedo ante ese tipo de presión se acabó mi carrera -hizo una pausa para que digiriera sus palabras durante unos minutos antes de agregar-: Pero terminaría este trabajo si me lo pidieras con amabilidad.
-¡Cielos, qué diferente eres de Vanesa! -echó chispas por los ojos azules mientras la observaba admirado pasándose los dedos por el cabello-. Muy bien, Paula, te lo pido de buena manera. ¿Quieres trabajar conmigo mañana?
-Así, sí acepto.
-Me alegro de que lo hayamos arreglado -dijo con los dientes apretados-. ¿Siempre te pones tan difícil en tus tratos?
-No y mi intención no es ser dura, pero rijo mi vida con algo anticuado que se llama principios -sonrió y por primera vez se relajó.
-Quizá por eso mismo no he podido reconocerlo. En este negocio no es normal usar los principios -terminó su bebida.
-De hecho, es casi ninguno -concordó.
Le sonrió con tal luminosidad que faltó poco para que Paula buscara la luz que había iluminado la habitación. En un impulso se inclinó hacia adelante para regalarse con su fuerte personalidad. Le encontró tan encantador que no entendía cómo había dudado de querer trabajar con él. Pero no debía pensar en él más que como en un socio de trabajo.
-Procuraré terminar con las fotos lo antes posible -agregó dándole a Paula nuevos motivos para recelar.
¿Habría interpretado mal su insistencia para que no abandonara el trabajo?
-¿Tienes problemas de tiempo? -preguntó sintiendo frío.
-Esta no es tu profesión -explicó-. Sería injusto que monopolizara tu tiempo -antes de que dijera que no le importaba, él agregó en voz baja-. Si logramos que termine Vanesa esta serie, quedarás libre.
-¿Cómo vas a localizarla? -preguntó, desilusionada pensando que prefería tratar con Vanesa.
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