—Prefiero una ducha caliente, por favor. He aterrizado con demasiada fuerza en el trasero para sentarme en la bañera.
—Ve a ducharte —dijo Ana a su hijo—. Yo la ayudaré.
—Volveré pronto —Pedro la besó con una fiereza que hizo parpadear a su madre—. Cuando te has caído, se me ha parado el corazón —dijo con voz ronca.
Ella sonrió.
—Al menos no me he caído de cabeza; pero he perdido el sombrero.
Pedro sonrió y salió de la estancia. Ana ayudó a Paula a desnudarse y la examinó con cuidado hasta que se aseguró de que no había nada roto.
—Solo me he golpeado el trasero —dijo Paula.
Ana asintió con una sonrisa.
—Te daremos un cojín para sentarte durante el almuerzo —sus ojos se oscurecieron—. Es hora de que Alberto Soares controle mejor a Candela.
Después del almuerzo, Ana se excusó para ir a la cocina y Paula observó un rato a los hombres que instalaban mesas y sillas y colgaban hileras de luces entre los árboles. Después se dirigió a la cocina.
—Quiero ayudar —dijo a Ana—. ¿Puedo hacer algo?
La mujer se dirigió a las demás.
—Escuta —dijo en alto, y todas se volvieron a mirarla, ella habló rápidamente en portugués—. Les he dicho que quieres ayudar. Ya conoces a Mariana. Las otras son su madre, María la cocinera y su hermana Lourdes, y Analía y Nadia, sus hijas.
Todas las mujeres sonrieron y la saludaron con timidez. Luego María y Lourdes reanudaron su tarea de cortar carne para el churrasco mientras las jóvenes preparaban bollos pequeños.
—¿Sabes cocinar? —preguntó Ana a Paula.
—Sí, aunque no a esta escala. Pero debe de haber algo que pueda hacer.
—Estaría bien tener otro postre mañana. ¿Algo inglés?
Paula asintió. Miró la fruta que había cortado Dirce para una ensalada de frutas.
—Puedo hacer un par de trifles —dijo los ingredientes que necesitaba y poco después estaba batiendo el bizcocho esponjoso para la base. Mientras se hacía en el horno, preparó las natillas y el tiempo pasó rápidamente.
Pedro entró en cierto momento y la miró de hito en hito.
—Te he buscado por todas partes y no te encontraba.
Ella sonrió.
—Estaba disfrutando aquí con todas. Recuerda que en casa vivo sola.
Pedro la miró a los ojos.
—No tienes por qué volver a estar sola nunca más.
Se miraron en silencio, hasta que al fin ella consiguió sonreír.
—Tengo que terminar esto.
—No tardes.
Más tarde, cuando se sentaron a cenar, Paula se sintió conmovida al ver entrar a María con un pavo enorme en una bandeja.
—Mañana comeremos churrasco —dijo Ana—, pero esta noche cenamos la comida tradicional navideña británica.
Cuando se sirvió la comida, dieron las gracias a las doncellas y las despidieron.
—Esta noche recogemos nosotros, porque ellas regresarán mañana temprano con sus familias para el churrasco —dijo Ana. Alzó su copa para brindar—. Te deseamos una muy feliz Navidad, Paula.
Paula alzó su copa con ellos y sonrió con gratitud.
—Muchas gracias por haberme invitado a venir.
Después de la cena, Ana rehusó su oferta de ayudar y dijo a Pedor que la llevara a dar un paseo bajo las estrellas.
—Es la única noche del año que me ayuda Horacio en la cocina —dijo.
Paula subió a cambiarse los zapatos de tacón por sandalias planas y se reunió con Pedro en la veranda. Él le tomó la mano.
—He encendido las luces en los árboles —dijo.
—Es mágico —respondió ella. Lo miró—. Pedro, he traído regalos de Navidad para tus padres. ¿Debo dárselos esta noche?
—Es mejor mañana después de desayunar.
Pedro la atrajo hacia así para besarla, y como ella respondió con un fervor sin reservas, siguió besándola hasta que estuvieron los dos temblando. Ella apartó los labios y tomó la cara de él entre sus manos.
—Dime la verdad.
—Siempre.
—¿Te vas a casar con Candela Soares?
—¿Cómo? —Pedro la miró ultrajado—. ¿Estás loca? ¿Crees que te traería aquí a conocer a mi familia si pensara casarme con otra mujer? ¿Te ha dicho ella eso?
—Más o menos.
El rostro de Roberto se endureció.
—Mañana tendré unas palabras con ella.
—Más vale que la tengas alejada de mí —dijo Paula—. Podría sentir tentaciones de darle un puñetazo en la nariz por lo de hoy.
Él se echó a reír y la abrazó de nuevo. La besó con fervor, pero alzó la cabeza cuando sonaron campanadas en la distancia.
—Escucha. Es Navidad. Feliz Navidad, Paula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario