A luz de la luna bañaba con su magia habitual los jardines de la Quinta das Montanhas cuando Paula se reunió con el hombre que la esperaba apoyado en una columna. Pedro la tomó en sus brazos y la besó con más reverencia de la que esperaba ella en esas circunstancias.
—Mi esposa —le susurró—. Por fin.
Paula suspiró feliz.
—Al fin lo hemos conseguido. Ahora solo nos falta una fiesta de churrascos en Estancia Grande cuando lleguemos a casa y sentiré que estamos casados para siempre.
Pedro rió con suavidad.
—Conozco un modo más fácil y placentero de convencerte de eso.
—Seguro que sí.
—No fui yo el que avisó a los fotógrafos que aparecieron en la boda, querida.
Ella suspiró.
—Lo sé. No sabía que Rodrigo pudiera ser tan retorcido. Perdona por eso.
—¿Por qué me va a importar eso en un día así? —Pedro volvió a besarla—. Pero eso era ayer, y mi esposa estaba tan cansada anoche que yo, que soy un santo, la dejé dormir en paz. Aunque ahora que Lidia y Jorge se han retirado después de servimos una cena suntuosa, creo que es hora de que hagamos lo mismo —alzó una mano—. Puedo llevarte en brazos arriba si quieres, pero es mejor que reserve las fuerzas para actividades más importantes, ¿No?
—Desde luego.
Subieron las escaleras tomados de la mano, pero Pedro la tomó en brazos para atravesar el umbral del dormitorio donde se había quedado ella en su primera visita a la Quinta.
—Amada —dijo él con voz ronca, cuando yacieron desnudos por primera vez como marido y mujer—. No sabes cuánto he anhelado este día… y esta noche. Necesito mucho consuelo por todas las noches que hemos pasado separados.
Paula se lo proporcionó encantada y se acariciaron con urgencia hasta que sus cuerpos no pudieron seguir separados. Y cuando se unieron por primera vez como marido y mujer, las lágrimas empaparon las pestañas de ella mientras Pedro le decía en dos idiomas cuánto la adoraba y lo feliz que ella le hacía, hasta que al fin solo quedó el sonido de sus alientos sollozantes cuando se elevaban juntos hacia un clímax que los dejó sin palabras en brazos del otro. Pedro alzó la cabeza un rato después.
—Juro que te haré feliz siempre —prometió.
—Soy muy feliz —respondió ella—. Aunque he tenido que trabajar bastante organizándolo todo.
—Está bien que tus amigos te hayan alquilado la casa —comentó él. Se colocó de espaldas y la estrechó contra sí—. Querían comprarla, ¿Verdad?
Paula asintió.
—Pero yo jamás podría venderla. Aunque me reconforta saber que está en buenas manos. Rodrigo sigue alquilando el piso superior y me alegro de que Fabián y Romina quieran convertir los otros dos pisos en su primer hogar. Sergio Napier se encargará de la reforma.
—Me cayó muy bien. Y Diana también. Es una mujer muy elegante.
—El premio a la elegancia se lo llevó tu madre con esa fabulosa pamela —replicó Paula.
—Se lo diré —le aseguró Pedro—. Juan Massey me dijo que está contento con el arreglo contigo.
—Sí. Puedo trabajar desde Estancia Grande casi tan bien como en la galería.
—Pero espero que el trabajo no te ocupe demasiado tiempo, querida. Quiero que reserves la mayor parte para mí.
—Lo haré —le aseguró ella.
Pedro se quedó pensativo.
—Cuando era piloto de carreras pensaba que lo más importante en la vida era ser campeón del mundo —la abrazó con fuerza—. Me equivocaba. El mayor logro de mi vida es tenerte como esposa.
—Soy tuya, Pedro—le aseguró ella—. Lo he sido desde el momento en que te ví.
Los ojos de él se iluminaron con la sonrisa que siempre conseguía que a ella le latiera más deprisa el corazón.
—Yo siempre te querré —prometió—. Y ahora que eres mi esposa, nunca te dejaré marchar.
FIN
Me encantó el final!!❤
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