martes, 10 de abril de 2018

Dulce Tentación: Capítulo 5

 Mientras estaba en la acera, Paula salió corriendo de la pastelería con una caja de pasteles.

—Vamos a necesitar un buen soborno y no me refiero a un montón de billetes. Ah, por cierto, hay un autobús al otro lado de la calle que nos llevará a la oficina de Mariana en quince minutos.

—La última vez que viajé en autobús tenía quince años. No hace falta —dijo él.

Paula miró  el  brillante  Rolls  Royce  gris  que  se  encontraba  estacionado frente a  la  tienda.

—Vaya, un cliente. Y no me quedan tartas de chocolate —se lamentó—. Espera un momento... yo he visto antes este coche.

—Le  pedí  a  Francisco  que  viniera  a  buscarme  a  la  pastelería  —suspiró  Pedro—. Dame la caja...

—¡Francisco!

Pedro  observó,  asombrado,  cómo  Paula prácticamente  le  tiraba  la  caja  para  abrazar a su chófer como si fuera un viejo amigo.Y sintió unos absurdos celos. ¿De dónde había salido eso? Él no era celoso. Especialmente cuando se trataba de una mujer a la que había conocido diez minutos antes. Sin  embargo,  tuvo  que  fingir  indiferencia  mientras  abría  la  puerta  del  coche  para meter la caja de pasteles.

—O  sea,  que  es  aquí  donde  te  escondes  —Francisco  sacudió  la  cabeza—.  ¡Lo  has  conseguido, cariño! Carolina debería habérmelo contado.

—Puedes  venir  cuando  quieras,  Fran.  Y  también  puedes  comer  todos  los  pasteles que te apetezca.

Estaba   sonriendo   y   esa   sonrisa   provocaba   una   sorprendente   y   fascinante   transformación.  Ya  no  era  sólo  una  chica  mona,  sino  la  clase  de  mujer  que  merecía  una segunda mirada. Incluso una tercera, pensó Pedro. Bajo el fluorescente de la cocina se había dado cuenta de que era la clase de chica que estaba guapa hasta sin maquillaje, pero en la calle su piel parecíatransparente en contraste con sus brillantes ojos verdes. Aunque fue su sonrisa lo que le causó el mayor impacto. Aquella versión de Paula era totalmente impactante.¿Y cuándo fue la última vez que una chica lo miró con el afecto con el que ella estaba mirando a Francisco?Ahora  que  lo  pensaba:  ¿Cuándo  había  sido  la  última  vez  que  salió  con  alguien  que no fuera una colega? A lo mejor, si tuviese tiempo, podría persuadirla para que le  sonriera  a  él  como  estaba  sonriendo  a  Francisco,  pero  no  tenía  tiempo.  Tenía  una semana para organizar la boda de su hermana antes de volver a Nueva York y nada iba a interponerse en su camino.

—Veo que se conocen.

—Sí, hace mucho —sonrió el chófer—. Estás guapísima, Pau. ¿Cómo va todo?

—Bien,  muy  bien.  La  verdad  es  que  nunca  me  ha  ido  mejor  —contestó  ella  en  voz baja, como si estuviera protegiendo a Francisco de alguna verdad desagradable.

 El hombre se volvió hacia Pedro.

—Conozco un restaurante italiano estupendo. ¿Qué tal si cenamos juntos?

—No,  de  eso  nada,  Fran  —se  rió  Paula—.  La  organizadora  de  la  boda  de  Caro se ha escapado con uno de los novios y nos ha dejado tirados. Tenemos que ir a su oficina ahora mismo.

—Muy bien, suban al coche. Tú también, jefe. Sé dónde está la oficina y conozco un atajo.

Paula iba a subir al coche pero, en su prisa, chocó con Pedro, que la sujetó por la cintura. La mujer que se escondía bajo aquella camiseta era fuerte y cálida. Y aunque debería haberla soltado inmediatamente, no lo hizo. Paula abrió la boca para decir algo...Y  la  porción  de  cerebro  de  Pedro responsable  de  los  pensamientos  sensatos  olvidó que estaban en medio de la calle, con peatones pasando a un lado y a otro. El aroma  de  su  cuerpo  y  de  su  ropa:  vainilla,  chocolate  y  pan,  se  combinaba  con  el  sonido de su respiración bloqueando el ruido del tráfico.No sabía cuánto tiempo había pasado hasta que, por fin, pudo apartar la mano de su cintura y dar un paso atrás.

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